martes, 26 de diciembre de 2023

El Belén de Begonte, guardián de nuestros recuerdos

 

Cuando van pasando los años la Navidad se convierte en un recordatorio de las ausencias, y uno empieza a comprender por qué hay gente a la que no le hace una especial ilusión la parafernalia de luces de colores y alegres villancicos. La añoranza y el recuerdo convierten lo que fue una fiesta perfectamente agradable y familiar en una realidad que deja un sabor de boca algo amargo por la culpa de no haber exprimido más esa felicidad de la que éramos conscientes sólo a medias. Quizá por esa tristeza residual resulta más chocante la alegría que parece que por decreto tiene que reinar en nuestras vidas en fechas señaladas, y los seres humanos tendemos a resistirnos a la mayoría de las imposiciones, aunque sean presuntamente agradables.

El refugio que nos queda es el del recuerdo, y éste se guarece a su vez en las tradiciones, que no son otra cosa que el símbolo de la permanencia frente a la pérdida, de la estabilidad ante el cambio, de lo eterno contra lo temporal. Quizá sea por eso por lo que nos gusta tanto recordar los sitios a donde fuimos de niños, cuando nuestra inocencia nos convertía en seres absolutamente felices y en una época en que nuestro mayor problema era no tener el juguete deseado por un malentendido de las cartas mágicas de los Reyes Magos, o volver al cole antes de lo que nos gustaría.

El Belén de Begonte es una de esas grandes tradiciones. Su característica de electrónico lo convirtió en una modernidad en su época, algo que nos atraía como la miel a las moscas porque era "lo más de lo más". Una instalación de autómatas con días y noches, estaciones y el avance de los Reyes Magos de camino a Belén. De ahí pasó a trasnochado para algunos, pero como todo en la vida, ha superado esa fase para ser lo más hermoso: una tradición.

Larga vida al Belén de Begonte, guardián de nuestras más hermosas memorias de la infancia y creador de otras nuevas para las generaciones que siguen asombrándose frente a su aparente sencillez, llena de trabajo y complejidades, y que año tras año permanece gracias al tesón, e incluso diría cabezonería, bendita cabezonería, de sus cuidadores, a los que debemos que ese tesoro navideño continúe en funcionamiento al margen de inteligencias artificiales y demás cachivaches que jamás igualarán la magia del nacimiento de Begonte, porque es la magia del recuerdo.

4 comentarios:

  1. Precioso, Luis. Encuentro muy real todo cuanto dices, pero muy comedido, que es otro mérito añadido. Feliz Navidad.

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  2. Gracias por la palabra, la memoria, el cariño... en nombre del Belén de Begonte.

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  3. Me identifico con sus palabras e idea, y una vez superada la edad de la infancia, aparece en nosotros la fe en un Dios que ha venido a nuestro encuentro por el Amor que nos profesa. Ojalá perdure esta costumbre por parte de los colaboradores de mostrar este Belén, ya emblemático en el tiempo.

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