Ayer tomando algo con unos amigos surgió accidentalmente un tema que en su día mencioné de pasada y que pensé retomar pero que se me fue olvidando, el de las especialidades.
Verán, a pesar de que por mi aspecto pueda parecer lo contrario, no soy especialmente goloso. Lo mío son los salados, pero sí hay algunas cosas que me atraen como imanes y especialidades de ciertas confiterías o pastelerías, algunas por desgracia hoy día cerradas, que no se me van de la cabeza o incluso de un recuerdo más que claro.
Por empezar por las que ya cerraron, recuerdo claramente los bollos de leche de la Pastelería Santos cuando estaba en la calle Doctor Castro (conocida popularmente como “las dulcerías” por motivos obvios), las incomparables milhojas de la Confitería Conde de la calle San Marcos, o los bombones de la Conde, también en Doctor Castro si mal no recuerdo. De Madarro me quedaría con sus cruasanes y con la tarta Froilán, que no debería gustarme pero me encantaba (confío en que podamos volver a contar con sus especialidades algún día), y, por dar un toque salado, de la Dorna que estaba en Conde Pallares recuerdo claramente los perritos calientes porque creo que fue el primer sitio donde los probé, como los helados de la Suiza de la calle de la Reina en un pequeño despacho que había cerca de Madarro.
De las que nos quedan abiertas, que en el sentido clásico de pastelería o confitería como yo lo entiendo son pocas, puedo mencionarles la tarta de trufa de la Confitería Ramón (llevo celebrando mi cumpleaños con esa tarta desde hace al menos 35 años) un manjar que si no han probado les recomiendo que no tarden en catar. También hacen un chocolate a la taza que parece engrudo de lo espeso que es y que no se parece en nada a ningún otro que haya probado en ningún sitio.
También están los huesos de santo de la Confitería Mallorca, las tartas del Vanity Cakes o los abanicos de chocolate de la pastelería Amarena de Foz.
No puedo dejar de mencionar la tarta de almendra más rica del mundo, la de la pastelería Val de Brea en Mondoñedo, que hace que salgamos de la autovía a coger una de vez en cuando porque merece la pena el desvío. No les hablo de la tarta de Mondoñedo tradicional, que confieso que no me gusta porque es demasiado empalagosa para mí, sino de la tarta de almendra que hacen que lleva menos cosas pero que es incomparable. La verdad es que todo lo que hacen en esa pastelería es espectacular, pero esta tarta no sé qué tiene que francamente es un manjar como no he probado nunca.
Por último tengo que destacar los helados más exquisitos que he probado jamás, que son de la Fiordilatte en la calle Aguirre. Soy adicto al helado de chocolate (ya ven que el chocolate es lo mío en general) y como el de aquí, el de ningún sitio, pero también he probado sorbetes de frutas que hacen y están para chuparse los dedos.
Me faltan muchísimos sitios porque como les decía no soy habitual del dulce y no suelo ir demasiado a pastelerías. Estoy seguro de que ustedes tendrán muchos recuerdos de pastelerías y confiterías que merecen estar en este listado. Les animo a ponerlos en los comentarios porque así les ayudamos a promocionarse, por humilde que sea la ayuda en un modesto blog como éste.
Les leeré con interés. ¡Gracias!
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