Por sus presupuestos los conoceréis |
Me sorprende la cantidad de asociaciones y entidades que se dicen “apolíticas” pero que pretenden participar en la vida de la ciudad y su toma de decisiones, lo que es una contradicción en sí misma.
La política es, literalmente, el gobierno de la ciudad. Deriva del término griego “Politiká”, título de una obra de Aristóteles, y que trata de “asuntos de las ciudades”, así que cuanto menor sea la esfera de actuación de una entidad, más literal es que habla de política. Lo que realmente quieren decir es que son “apartidistas”, que es muy diferente. El apartidismo es la declaración de no estar adscrito a ningún partido político, al margen de que pueda haber mayor o menor afinidad con las ideas y principios defendidos por unos u otros.
He estado en la creación de muchas asociaciones, plataformas y grupos que se autodefinían como “apolíticos” y que finalmente entendieron que no eran tal cosa, sino apartidistas… en el mejor de los casos.
Puede parecer una diferencia sutil o menor, pero nada más lejos.
Una organización apartidista recoge las opiniones, sentires, argumentos y apreciaciones de sus miembros sin una ideología definida previamente, y decide sus acciones en base a lo que la mayoría considera oportuno en cada momento.
Una organización apolítica se dedica a sus quehaceres sin pretender influir en ningún aspecto de la vida pública o de la gestión de la ciudad. Por ejemplo, una sociedad gastronómica que se crea para reunirse mensualmente y acudir a diversos restaurantes para hacer catas de quesos o degustar menús diferentes.
Lo curioso es que todos tendemos a colgar sambenitos a los que son apartidistas, pero no apolíticos, y es una manía que por desgracia se ve avalada en muchas ocasiones en que vemos que si rascas un poquito te encuentras con jugosas subvenciones concedidas por los “amigos políticos” de quienes se definen “apolíticos” pero que no son ni siquiera apartidistas.
Normalmente siguiendo el dinero se sabe de dónde cojea cada cual.
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