Hoy me he levantado revoltoso y voy a hablar de algo que a todo el mundo le gusta pero al revés de lo que la mayoría de la gente piensa. En este nuestro país, en el que el pecado nacional es la envidia (aunque el Rey diga que es la “Pasión” para quedar bien) no se pueden tocar ciertos temas sin que se nos altere la sangre y nos gotee el veneno por el colmillo (anda, pues va a tener razón Don Juan Carlos y todo).
Uno de esos temas es el sueldo de los políticos. He visto carteles con “sueldo base para los políticos hasta que solucionen la crisis” o diciendo que como la política es vocacional “que vivan de su trabajo”. Conceptualmente esto es una barbaridad como pocas, ya que su trabajo, precisamente, es la gestión de lo público, de la “res pública” (España es una monarquía un pelín rara, con un Rey de adorno más que otra cosa, y últimamente poco adorna, la verdad).
Tal y como he escrito en muchas ocasiones soy un firme partidario de que las personas que se dedican a la cosa pública cobren bien, por dos motivos: el primero es que quien tiene un sueldo razonable tiene menor tendencia a meter mano a la caja, ya que se juega mucho (obviamente cuando hablamos de llevarse 22 millones a Suiza no hay sueldo que valga, pero hablo de los “chanchullos” de andar por casa). La segunda es que si queremos que la gente de valía, los buenos profesionales, se dediquen a echar una mano al común hay que ofrecer una compensación económica proporcional.
Les voy a poner un ejemplo. Imaginen que decimos que Amancio Ortega, que aparentemente es un genio de las finanzas, sería un gran ministro de Economía o de Hacienda. Lo que pasa es que un Ministro en España no llega a los 70.000 euros brutos al año y como comprenderán el dueño de Inditex eso lo gana dejando pasar un par de minutos de su reloj. Para la mayoría de los mortales ese dinero es un sueldazo, pero es que la mayoría de los mortales no somos unos superdotados de la economía, y eso hace que quienes aspiren a ese salario sean, en muchas ocasiones, los trepas de toda la vida (no voy a poner nombres, que ustedes ya me entienden).
Aunque no nos vayamos tan arriba. Un abogado de cierto prestigio, un buen asesor financiero… en definitiva, un gestor decente, ganan bastante más en su profesión que en la política honrada. Volvamos a la casuística: un concejal del Ayuntamiento de Lugo con dedicación exclusiva gana 3.000 euros al mes. Es una pasta, ya lo sé, pero si en tu profesión ganas bastante más (y los ejemplos lo ganan) ¿para qué te vas a meter a dar la cara perdiendo dinero? ¿Para que te la partan? Y además ¿qué pasa con tu despacho o tu asesoría mientras estás cuatro, ocho o los años que sean en la concejalía? ¿Cómo tendrás las cosas cuando vuelvas a tu profesión, que es de la que vives?
Tal y como están las cosas ahora, y salvando las enormes distancias que supone cualquier generalización, un profesional de éxito jamás se metería a concejal, ni a ministro en la misma proporción. Esto hace que no vayan los mejores a los puestos públicos, sino los que tienen plaza de funcionario (que es el único sector en que no se cumple lo anterior, ya que vuelves a tu puesto pasados los años que sean) y de la privada lo que queda, y entiéndanme bien que no estoy diciendo que todos “los políticos” sean unos fracasados, hay mucha gente de gran prestigio y de enorme valía que se mueven por una auténtica vocación de servicio público y no por dinero.
Entonces, ¿cuánto ha de cobrar un concejal? ¿O un ministro? Es una difícil pregunta ya que hay dos criterios muy razonables pero opuestos. El primero, por el que me inclino en general, es el de que a igual puesto iguales retribuciones, por lo que una persona que esté desempeñando un cargo de concejal no puede cobrar ni más ni menos que un compañero suyo que haga la misma función. Pero el otro criterio, que me tienta en el caso concreto de la política, es uno que haría que cada uno cobrara en función de lo que cobraba antes de dedicarse a ejercer un cargo público, estableciendo, por supuesto, mínimos y máximos.
Es decir, que si yo soy auxiliar administrativo y gano 1000 euros al mes, como concejal gane un máximo de 1500 (es un ejemplo, no me critiquen la cifra) y si soy un abogado que de media factura unos 6000 euros al mes en el mismo puesto gane unos 4500. Una cosa es perder algo de dinero y otra muy diferente cobrar la mitad o un tercio de lo acostumbrado porque, insisto, a quienes nos interesa que los buenos se dediquen a poner orden en este gallinero es a nosotros.
Esto debería ir enmarcado en una reforma completa que fijara una serie de baremos para los sueldos de los responsables públicos. No es normal, en mi opinión, que Artur Mas (144.000 euros) cobre el doble que Rajoy (78.185 euros), o que un miembro de su gobierno (más de 108.000 euros) supere con creces al ministro del mismo ramo (menos de 69.000 euros). Tampoco parece lógico que un Alcalde como el de Barcelona (casi 110.000 euros) gane más que el Presidente del Gobierno o que cualquier ministro, o que el de Lugo (46.018 euros) gane poco más de la mitad que el de Ourense (72.000 euros). Me lo pongan como me lo pongan es totalmente absurdo que el alcalde de Sevilla (107.000 euros) cobre más que el de Madrid (102.000 euros) por muchísimas razones entre las que está el puro sentido común. Si nos vamos a las cifras de los ayuntamientos pequeños vemos que alguno como el de Muras, con menos de 800 vecinos, paga a su alcalde 54.300 euros anuales, que es una barbaridad.
Entonces, se preguntará algún avispado lector, ¿en qué quedamos? ¿Se cobra en función de lo que se había cobrado antes o según lo que marque la ley? Pues podemos llegar a una “Entente Cordiale”. Tal vez habría que diseñar una fórmula en que se decida de forma objetiva el sueldo en función de algunos factores como la población, las responsabilidades asumidas y servicios ofrecidos, el presupuesto ejecutado, el salario medio de los habitantes de la administración de que se trate, e introducir un modificador en función de los ingresos que la persona tenía antes de entrar en el cargo o que el resultado sea un porcentaje a aplicar respecto a ese sueldo previo.
Nadie ha dicho que sea fácil lo que propongo pero sería cuestión de ponerse a ello. Cosas más raras se han hecho, pero desde luego, y partiendo de la base de que sé que mi propuesta sería muy mal recibida por muchos sectores, al menos espero que sí se abra un debate serio en este país sobre las retribuciones de los cargos asumiendo que, aunque la demagogia diga otra cosa, un gestor de nuestros intereses colectivos tiene que cobrar un buen sueldo. Y, por supuesto, elegir gente competente para los puestos, claro.
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