Hablar de tráfico relajado parece un contrasentido, ya que en demasiadas ocasiones cuando una persona normal se sube al coche se convierte automáticamente en un energúmeno. No seré yo quien se autoexcluya de esa categoría (¿este blog se está convirtiendo en mi confesionario particular o me lo parece?).
Por lo visto el Ministerio está preparando un nuevo código de circulación, en que se establecerá como limitación máxima en carreteras secundarias los 90 kilómetros por hora. La verdad es que ahora es un poco confuso el tema, porque se supone que hay que parar el coche, bajarse a medir el arcén y, si tiene más de 1,5 metros, sabemos que podemos ir a 100, y si no a 90.
Partiendo de la base de que me parece bien esa medida, teniendo en cuenta que más de tres de cada cuatro fallecidos en carretera lo son en esas carreteras secundarias, les diré que creo que tráfico debería dar un repasito un poco más a lo bestia del sistema de tráfico de nuestro país.
El problema fundamental que le veo es que a esto le pasa como a todo lo que lleva funcionando varias décadas, que te encuentras con sinsentidos y señalizaciones que no tienen la más mínima lógica.
Por ejemplo, por venirnos a Lugo, ¿alguien se explica por qué en ciertos tramos de carretera nacional, de cuatro carriles, se limita la velocidad a 50 kilómetros por hora? Para eso no pongan ustedes una semiautovía, hombre, que uno se siente imbécil a ese paso de tortuga donde no procede.
Sucede lo mismo con las rotondas. No sé para qué demonios las construyen si resulta que no hay nadie que las use correctamente. La de golpes que se ven porque el del carril interior se cruza para salirse por la tangente (literalmente) mientras el del carril exterior pretende seguir girando alegremente hasta el fin de los tiempos. Claro, así el topetazo es seguro. Pero ese problema no es de señalización, sino de falta de conocimiento sobre las rotondas. Quizás deberían pintar las líneas del suelo de otra manera para aclarar a la gente cómo se circula en ellas.
Lo que sí es cosa de tráfico es la enorme cantidad de señales de STOP mal puestas. Parece ser que poca gente diferencia un “ceda” de un “stop”, pero se supone que los que colocan las señales deberían apreciar lo que significa una y otra. Les puedo citar de carrerilla varios cruces donde hay señales de STOP con una visibilidad fantástica que permite que con un “ceda” se solucionara el tema de forma bastante más efectiva.
En Lugo sabemos mucho de incidentes de tráfico, incluso de gente que fue apuñalada por llamar la atención a un conductor que casi lo atropella en un paso de peatones (nota al margen, ¿alguien se acuerda de cuando se diferenciaban “pasos de peatones” de “pasos de cebra? Porque yo de los primeros ya no veo ni la muestra). También sabemos que las normas son peligrosas si se aprueban a lo loco, baste recordar la que se puede liar si el Ayuntamiento no se aviene a modificar la nueva ordenanza de tráfico que permite que te sancionen por caminar por la acera izquierda de Lugo (es en serio).
El gran problema de las normas de tráfico, como en todos los sectores de la vida cotidiana del españolito medio, es que hay tal cantidad de normas, regulaciones, ordenanzas, indicaciones, directrices y sugerencias de obligado cumplimiento que uno cuando va en el coche está totalmente seguro de que si un guardia civil está con un mal día y le quiere sancionar va a tener motivos sí o sí. Puedes ir a la velocidad correcta, con el coche en orden, los papeles encuadernados en piel de cabra montesa y con los sellitos de colores en su sitio, que a lo mejor te paran y te dicen que ibas demasiado cerca de la línea central de la vía o algo así y te cascan 200 euros y dos puntos, que lo del carnet ahora parece un concurso de mises.
En fin, veremos en qué queda esto, pero les puedo ir diciendo que si la norma sirve para relajar el tráfico en carreteras secundarias y evitar muertes, bienvenido sea. Además, se ahorra gasolina.
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