Hoy me voy a desviar un poco de mi tema principal, que es mi Lugo del alma, porque hay un tema que como editor (modesto, pero editor) me ha chocado enormemente y es la decisión de la editorial Anagrama de suspender la venta del libro de José Bretón (bueno, escrito por otra persona pero como si fuera él) titulado “El Odio”.
A ver si lo he entendido bien. El señor este, en la cárcel por asesinar a sus dos hijos, firma un contrato con la editorial para que ésta se tome el trabajo de buscar un “negro” que escriba un libro en nombre del asesino, lo publicita y, ante la airada reacción del público (¡qué sorpresa!) decide paralizar la distribución que, por otra parte, hubo librerías que se negaban a aceptar.
Aquí hay cuatro principios en la balanza: el daño que se hace a la madre de los niños asesinados y a su entorno, la libertad de expresión para escribir el libro, la libertad de empresa para editarlo y la libertad de leerlo.
El daño que se hace a la madre de los niños y su entorno, haciéndole soportar que ese “señor” suelte su veneno y lo lance al mundo es tremendo, pero sólo porque hay alguien que pone dinero para imprimir y distribuir esa bazofia y dar un beneficio económico e incluso público a un asesino condenado. Y también porque hay gente a la que le puede más el morbo que la conciencia y “por curiosidad” acepta leer eso. Yo ese libro no lo tocaría ni con un palo.
Personalmente no tengo la menor duda de que la libertad de expresión es fundamental. El bicho ese tiene el mismo derecho a “escribir” (o que le escriban) un libro que el que tuvieron Hitler, Karl Marx o Mao Tse-Tung. Curiosamente los regímenes que emanaron de sus libros no reconocían ese derecho a los demás, pero esa es otra historia. Si el cabrón quiere escribir, que escriba lo que le venga en gana, allá él.
También considero que una editorial tiene derecho a imprimir esa basura y distribuirla. Lo que me sorprende es que alguien quiera hacerlo, pero bueno, también ha publicado libros gentuza como Otegui y se sigue imprimiendo “Mi lucha” de Hitler, el ejemplo de cabecera del mal de los males. No sé qué pretende Anagrama publicando eso, si quiere que le hagan un boicot o es que van de liberales, pero en cualquier caso como campaña publicitaria es más que discutible.
Pero el pilar de todo esto no es ni la madre de los niños, ni el cabrón que va de escritor ni la vergonzosa editorial. Es el público.
Si la editorial tuviera claro que la gente les iba a dar la espalda y que el libro no iba a valer ni para usar de papel higiénico, si Bretón supiera que sus palabras no las iba a leer ni el gato, si la madre de los niños tuviera la convicción de que el morbo no iba a poder con la conciencia como decíamos antes, no habría nada de qué hablar porque no habría libro.
Pero es que el problema de fondo es que sí hay mercado. Sí hay gente que está dispuesta a dar audiencia a ese cabrón y a pagar dinero por un libro nauseabundo escrito por una persona nauseabunda, que pretende redimirse confesando ahora lo que no confesó en el juicio por si colaba, y que encima puede obtener dinero de su maldad.
Nuestra sociedad no necesita leyes que prohíban esos libros, necesita que todos, como componentes del grupo, le demos la espalda y no sólo sea una ruina económica sino un vacío en cuanto a repercusión, algo a lo que ya llegamos tarde porque las noticias han puesto de actualidad de nuevo a una persona que lo único que merece es pudrirse en la cárcel sin que nadie repare en su memoria. Sí, es contradictorio con escribir esto, lo sé, pero es una reflexión que viene del éxito periodístico del tema.
Ojalá el libro llegue a las estanterías de algunas librerías y allí acabe sus días, sin que nadie lo compre. Un fracaso para la editorial, que le cueste dinero, y para el “autor”, que vea que a nadie le interesan sus miserias, es la manera de que el siguiente monstruo no encuentre quién le haga el menor caso.
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