jueves, 18 de julio de 2013

No todo es dinero en el arte

El arte no entiende de lujos, ni puñetera falta que le hace. Ayer a última hora de la tarde estuve en Orbazay, en la Casa do Castro, donde Nasdrovia Producciones hace una representación sobre una historia ambientada en esa parroquia lucense. No les cuento más para no fastidiarles el tema por si se animan a ir, pero se lo recomiendo vivamente.

No es el Royal Albert Hall ni el Teatro Real de Madrid, pero probablemente en cualquiera de esos dos sitios me habría aburrido mortalmente. He de reconocer que el teatro, como el ballet, me suelen aburrir soberanamente salvo los musicales o lo de humor, que no son considerados géneros “serios” por los entendidos, hasta donde yo sé.

Lo de ayer no fue humorístico, aunque hubo momentos que te rías, ni fue dramático aunque se te encoje el alma en ciertos pasajes… Es diferente, y lo digo en plan positivo que ya saben que yo no valoro la originalidad por la originalidad.

Simón y Gustavo, los alma mater de Nadrovia, acompañados por una chica de cuyo nombre no puedo acordarme (lo cual siento de veras, pero soy un desastre para los nombres, qué le vamos a hacer) dan vida a Orbazay, a una idea, a una parroquia, igual que se la dieron el pasado año a la formación de un Senado para el Lucus Augusti que se recrea en Arde Lucus. Son buenos, al menos en mi inexperta opinión.

Me preocupa extenderme más por si les fastidio la función, así que voy a hacer una última reflexión: no todo es dinero en el arte. Ni mucho menos.

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