lunes, 22 de julio de 2013

Viaje con nosotros, si quiere violar

Nos venden el viaje a Dubai como algo idílico. Si les soy sincero cada vez que veo uno de esos reportajes de Españoles viajeros, Callejeros en el Mundo, o al revés, que hablan de las grandes virtudes de un sitio como ese más que ir me apetece cambiar de cadena.

No sé qué le ven a visitar un sitio que es más artificial que el metacrilato. Una ciudad surgida en medio de la nada regada únicamente con petróleo, con un rollo tipo americano de tener “lo más” (el edificio más alto del mundo, la playa más larga, la isla artificial más grande…) que únicamente refleja las carencias en lugar de las virtudes. Me parece incomprensible que teniendo muy a mano Roma, París, Toledo, Sevilla o Venecia un europeo o un español coja un avión para ir a ver "falsilandia".

Pero es que ahora, a las tormentas de arena, se une la cruda realidad de una legislación medieval sobre las libertades y la vida de las personas, que sale a la luz con el caso de una chica a la que violaron y que, cuando fue a denunciar, se encontró con que no sólo la acusaron de falsa denuncia, sino de alcohólica y de tener sexo fuera del matrimonio. Creo que le puede caer año y medio con las coñas. ¡Toma alianza de las civilizaciones!

España no es que pueda ponerse muy moralista con este tema, porque hasta hace treinta años nuestra legislación iba más o menos por el mismo sitio y una mujer, para poner una denuncia, tenía que ser avalada por su marido. Imaginen el número de denuncias por maltrato que podía haber entonces.

Tampoco podemos ponernos muy tontitos con el tema de que el Islam es una “religión mala” porque deja a las mujeres en segundo plano: Como si la religión católica no hiciera lo mismo. A pesar de lo de “compañera te doy, que no esclava” que se dice en las cada vez más escasas bodas por la Iglesia, lo de que las monjas no puedan dar misa o acceder a cargos de importancia debería ser revisado por el Estado como un obstáculo para la concesión de cualquier subvención a esta organización. Aquí o somos demócratas o no lo somos. A ver a qué estamos.

En cualquier caso, nuestras propias vergüenzas y los traumas que podamos arrastrar por haber sido uno de los países más retrógrados de occidente en cuanto a esta cuestión no puede evitar una firme condena por parte de cualquier persona de bien a una normativa tan sumamente misógina y absurda.

“Nadie apoya semejante cosa”, se nos dirá. Bueno, es relativo, todo depende de lo que entiendan por “apoyar”. Por ejemplo, si un equipo de fútbol de primera división llevara una esvástica en la camiseta todos nos tiraríamos de los pelos, y con razón. Pero el Real Madrid lleva un logo de los Emiratos Árabes y nadie dice nada, a pesar de que en la legislación de ese país, por ejemplo, la violación está permitida y su denuncia es delito, o también lo es ser homosexual. Lo normal… en el siglo XIV.

No se trata ya de llamar a los embajadores a consultas y retirarles el saludo en la ONU, no sea que parezcamos intransigente con quienes lo son con su propia gente, sino del esfuerzo colectivo que hacemos como país para normalizar actitudes de sociedades que no son normales para nada.

Nuestra reina se cubre la cabeza cuando va a un país musulmán, lo cual me parece totalmente lógico (a donde fueres…) pero lo que no sé es qué pintamos allí. Una cosa es echar una mano a gente que lo pasa mal y otra establecer relaciones con cierta gente. Me da igual que sea la Cuba comunista de los Castro que las dictaduras árabes: ambos habrían parecido bestias a  los ojos de cualquier rey de la edad media.

¿Será porque hay petróleo? Ah, entonces podemos vender nuestros principios, mientras los paguen bien… 

Viaje con nosotros
si quiere gozar.
Viaje con nosotros
a mil y un lugar
y disfrute
de todo al pasar
y disfrute
de las hermosas historias
que les vamos a contar.

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