La libertad de expresión está estos días en boca de todos porque es la disculpa que han puesto quienes desean defender a los titiriteros de Madrid que en su espectáculo de guiñoles, con niños delante, apuñalaron a una monja con un crucifijo, ahorcaron a un juez y mataron a un guardia civil o algo así. Por último sacaron un cartel que ponía “Gora Alka-Eta”, lo que supuso la intervención de las fuerzas del orden, la suspensión del espectáculo, la prisión incondicional y sin fianza para los presuntos artistas, y la posible acusación y sentencia de ocho años de cárcel.
Partiendo de la base de que no vi la obra en cuestión, ni muchas ganas la verdad, les diré que en principio y salvo que me demuestren lo contrario creo que tienen razón y que por desagradables que sea el espectáculo de las narices se puede enmarcar en la libertad de expresión. Una expresión en este caso que me repugna, y que creo que se debe condenar públicamente como un canto al mal gusto y a la chabacanería, pero nada más. Hay conceptos jurídicos que son muy difíciles de aplicar cuando no te convienen: la libertad de expresión, la presunción de inocencia… pero que precisamente en el momento en que no te interesan es cuando tienes que demostrar que crees en ellos.
El código penal recoge duras sanciones para quienes promuevan el terrorismo o insulten a las víctimas, cosa de sentido común. También se incluye entre las prohibiciones la falta a la verdad, el perjuicio al honor y otra serie de asuntos que entran dentro del sentido común. Sin embargo, que unos guiñoles saquen una pancarta o pasen del clásico garrotazo al policía al ahorcamiento del juez no debería entrar, en mi opinión, en lo que al código penal se refiere sino simplemente a lo que una mínima dosis de buen gusto y “sentidiño” debería marcar.
¿Que el espectáculo no era para niños? Es obvio. El ayuntamiento de Madrid metió la pata si lo enfocó en ese sentido, y aunque solo sea por eso deberá haber responsabilidades, pero como si hubieran puesto un espectáculo erótico en horario infantil, algo que no está prohibido ni debe estarlo pero que no es para críos.
¿Que el contenido es repugnante? Ya lo he dicho. Sí. También hay a quien le repugnan los toros y tampoco soy partidario de prohibirlos. Entiendo que llegará el día en que el público se sensibilice con esos asuntos y dejará de acudir, pero mientras lo haga no creo que el Parlamento sea quién de elegir lo que puede o no puede ver el respetable. El rollo que nos intentan colar ahora de que esta representación es una cosa artística con un fondo noble me parece una tomadura de pelo, pero recuerden que la libertad de expresión solo vale cuando permites decir lo que no te gusta escuchar.
¿Que los que lo hicieron merecen cárcel? De ninguna manera. En este país en que el pederasta confeso que reconoció haberse beneficiado a una pila de niños en un colegio haya quedado libre con cargos, y que estos tíos, por desagradable que me resulte su espectáculo, estén en prisión sin fianza me parece una tomadura de pelo. La respuesta facilona de “deben estar en la cárcel en ambos casos” no me vale, porque creo que a nadie en su sano juicio se le pasa por la cabeza que el espectáculo fuera una defensa de ETA.
En cuanto a que la mera mención del eslogan “Gora ETA”, que por cierto no se dio, es una defensa del terrorismo, la afirmación cae por la base. Si fuera así ninguna película en que saliera una esvástica o saludaran con el famoso “heil Hitler” podría proyectarse por ser apología del nazismo, y eso nos dejaría sin ver, por ejemplo “Indiana Jones y la última cruzada” o “la lista de Schindler”.
Los papás que confiaron en su ayuntamiento y llevaron a los niños a ver los guiñoles pensando que era un espectáculo inocente deberán protestar, claro que sí, y tendrán razón. El control del poder no se hace cada cuatro años sino a diario, y hay que decir que ver a la alcaldesa pidiendo disculpas es un detalle que hay que valorar como no se valoró cuando hizo lo mismo Ana Botella.
El problema de fondo de todo esto es que un grave error, que entiendo que ha de costar el puesto al tontolaba que metió esa actividad como infantil en el programa, se usa políticamente como todo en este puñetero país. Hay que asumir que los madrileños han votado lo que han votado. Se pueden haber equivocado, o no. Eso lo sabremos en tres años y pico, cuando vuelvan a poder elegir a sus representantes. A mí no me gustan muchas cosas de las que están haciendo en ese ayuntamiento, pero tampoco me gustaban muchas de las que hacían antes. Es la democracia, que a veces tiene ese pequeño problema y es que ganan los otros. Hay que tragarlo.
La mejor forma de que esas cosas no pasen es haciendo bien tu trabajo y no poniendo tan difícil que te voten.
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