Durante la visita. Foto de ASPNAIS |
El otro día me invitaron a una interesantísima visita a las instalaciones de ASPNAIS con motivo de su 50º aniversario. Me sorprendió ver esta organización con detalle, ya que a la asociación le pasa como a Betanzos, que todos pensamos que lo conocíamos bien porque nos pasamos años tomando cafés en la plaza principal pero luego descubrimos la zona vieja y el Parque del Pasatiempo y nos dimos cuenta de que nos faltaba lo mejor.
Los talleres de ASPNAIS donde se hacen las archiconocidas fregonas y los platos de pulpo son solo la punta del iceberg, tienen mucho más que ofrecer. Desde empaquetados de productos hasta una sala creativa de cerámicas. No creo que fuera mala idea que las empresas lucenses conocieran todo lo que en estos talleres les pueden brindar, e incluso quizás el Ayuntamiento podría promover una línea de artículos sobre la ciudad realizados en ésta y otras entidades para que los turistas tengan recuerdos de calidad y, encima, se colabore con buenas causas. Imaginen las posibilidades, con un puesto de venta en el fielato de la calle Aguirre de la Muralla, por poner un ejemplo.
Además de los talleres hay una la lavandería o actividades de jardinería que cualquier lucense puede contratar con la entidad. Con esto colaboran con la integración laboral de las personas que están en ASPNAIS y ayudan a que tengan un día a día lo más parecido posible al del resto de la población, y eso tiene un valor incalculable. Es increíble lo que el trabajo puede ayudar a alguien a apreciarse a sí mismo y su lugar en el mundo.
Por supuesto hay un área de atención y un centro de día en que se da cabida a aquellos usuarios que no están en condiciones de hacer tarea alguna. Se les ayuda a mejorar sus capacidades de comunicación, motrices… Probablemente es la parte más dura de ASPNAIS y la que te hace sentirte un monstruo por disgustarte si no tienes el iPhone 6 plus o un coche más nuevo. La vida es otra cosa.
Hay que decir también que es inmenso el mérito de los 50 trabajadores y los 32 voluntarios que actualmente forman el equipo de ASPNAIS, que atiende a casi 140 personas. Conozco a algunos de los miembros de la plantilla y realmente los tenía por buena gente. Me quedé corto, son héroes que dedican su tiempo y su esfuerzo a ayudar a quienes la vida ha condenado con un inmerecido castigo.
Su jornada laboral tiene que ser terrible, aunque también infinitamente hermosa. Las personas a las que ayudan te ofrecen un amor incondicional, libre de toda malicia o de los intereses espurios que desgraciadamente parecen mover este cochino mundo. Son parte de sus vidas y de sus familias, y ver cómo les abrazan y cómo les besan, cómo se les ilumina la cara cuando los ven entrar en la habitación hace que te des cuenta de que la suya no solo es una profesión, es una vocación.
Yo, que soy un maniático de dejar constancia de todo, fui incapaz de hacer una sola fotografía. Me sentí tan intruso en un mundo que aúna lo divino y lo humano, que no me sentí con ánimos de violar esa intimidad con una cámara. Sin embargo les animo a que se acerquen a ASPNAIS y lo conozcan de cerca, y por supuesto a que entre todos ayudemos a que su labor sea cada día menos difícil.
Quizás la mayoría no tengamos la entereza y el coraje que hace falta para estar allí al pie del cañón, pero podemos colaborar de muchas maneras. La primera es sabiendo qué es lo que hacen y por quiénes lo hacen, y a partir de ahí cada uno que les dedique lo que pueda: tiempo, recursos o, aunque sea, simplemente difusión de su épica labor. No se puede pedir menos.
Los talleres de ASPNAIS donde se hacen las archiconocidas fregonas y los platos de pulpo son solo la punta del iceberg, tienen mucho más que ofrecer. Desde empaquetados de productos hasta una sala creativa de cerámicas. No creo que fuera mala idea que las empresas lucenses conocieran todo lo que en estos talleres les pueden brindar, e incluso quizás el Ayuntamiento podría promover una línea de artículos sobre la ciudad realizados en ésta y otras entidades para que los turistas tengan recuerdos de calidad y, encima, se colabore con buenas causas. Imaginen las posibilidades, con un puesto de venta en el fielato de la calle Aguirre de la Muralla, por poner un ejemplo.
Además de los talleres hay una la lavandería o actividades de jardinería que cualquier lucense puede contratar con la entidad. Con esto colaboran con la integración laboral de las personas que están en ASPNAIS y ayudan a que tengan un día a día lo más parecido posible al del resto de la población, y eso tiene un valor incalculable. Es increíble lo que el trabajo puede ayudar a alguien a apreciarse a sí mismo y su lugar en el mundo.
Por supuesto hay un área de atención y un centro de día en que se da cabida a aquellos usuarios que no están en condiciones de hacer tarea alguna. Se les ayuda a mejorar sus capacidades de comunicación, motrices… Probablemente es la parte más dura de ASPNAIS y la que te hace sentirte un monstruo por disgustarte si no tienes el iPhone 6 plus o un coche más nuevo. La vida es otra cosa.
Durante la visita. Foto de ASPNAIS |
Su jornada laboral tiene que ser terrible, aunque también infinitamente hermosa. Las personas a las que ayudan te ofrecen un amor incondicional, libre de toda malicia o de los intereses espurios que desgraciadamente parecen mover este cochino mundo. Son parte de sus vidas y de sus familias, y ver cómo les abrazan y cómo les besan, cómo se les ilumina la cara cuando los ven entrar en la habitación hace que te des cuenta de que la suya no solo es una profesión, es una vocación.
Yo, que soy un maniático de dejar constancia de todo, fui incapaz de hacer una sola fotografía. Me sentí tan intruso en un mundo que aúna lo divino y lo humano, que no me sentí con ánimos de violar esa intimidad con una cámara. Sin embargo les animo a que se acerquen a ASPNAIS y lo conozcan de cerca, y por supuesto a que entre todos ayudemos a que su labor sea cada día menos difícil.
Quizás la mayoría no tengamos la entereza y el coraje que hace falta para estar allí al pie del cañón, pero podemos colaborar de muchas maneras. La primera es sabiendo qué es lo que hacen y por quiénes lo hacen, y a partir de ahí cada uno que les dedique lo que pueda: tiempo, recursos o, aunque sea, simplemente difusión de su épica labor. No se puede pedir menos.
Artículo publicado en La Voz de Galicia del 2 de febrero de 2016
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