lunes, 26 de julio de 2021

10 cosas que los lucenses nacidos en los 70 ya no pueden hacer

Los recreativos puede que sean el mayor símbolo de una época desaparecida

Lugo es una ciudad en que las costumbres son casi tan estables como la Muralla. Somos una población a la que le gusta insistir en sus hábitos, pero algunos de ellos, que eran prácticamente el pilar de la vida social de toda una generación, ya son imposibles de cumplir. Aquí hay 9 de las cosas que los lucenses nacidos a mediados de los 70 nos marcaban el día a día pero hoy ya no podemos hacer:

1.- Ir al Gran Teatro a ver un espectáculo.

Las grandes salas han desaparecido al perder la guerra contra los multicines. Aquellos enormes patios de butacas entre los que destacaba el Gran Teatro, son solamente un recuerdo, y también pasaron a la historia el Kursal, el cine Ronda, el Paz o el Victoria.

2.- Sabores que ya no existen

El cierre de establecimientos históricos también supuso la desaparición de tapas míticas como los mejillones del Verruga, los pinchos morunos de A Tasca o la tortilla del 14. Emblemas de una forma de hostelería que va desapareciendo y con ella muchos recuerdos. También eran míticos los cucuruchos del Papa’s, con su largo listado de salsas con nombres peculiares (yo tomaba la Ali-Vou).

En la Calle de la Reina, junto a Madarro, los helados de la Suiza fueron los que perduran en la memoria colectiva de nuestra generación. También los de la heladería de la calle Camiño Real (entonces 18 de Julio) y que combinaban la confección artesanal con un encantador local del que destacaban las sillas blancas de diseño de los años 70.

3.- Establecimientos inolvidables

Las bicis de Hijos de Félix Latorre en la Ronda de la Muralla, los estilógrafos de la Stende de Campo Castillo o la papelería de la Librería Celta, la ropa infantil de Las Gutiérrez… eran metas para los niños de Lugo en una época en que se consumían menos cosas.Míticos establecimientos a los que se acudía para comprar donde lo habían hecho nuestros padres e incluso abuelos, hoy desaparecidas. 

Algunas cerraron hace poco, como la tienda de las velas de la calle de la Cruz, una referencia del casco histórico hasta la jubilación de Víctor y Teté. Un negocio peculiar, con el irresistible encanto de las antiguas tiendas de barrio con un producto único que desde que cerraron ya no se puede encontrar.

4.- Alternar en locales bajo tierra

Bajar las escaleras del Quijote y calentarse ante su inolvidable chimenea, o las de La Bodeguita o el Ancla, que después se convertiría en el SuperFly, era otra cosa. Daban una sensación de club alternativo de película de espías de los años 40. Hoy día probablemente las normativas de accesibilidad los convirtieran en ilegales.

5.- Tardar 7 horas en llegar a Madrid por la Nacional VI y dos en ir a Foz

La autovía A6 supuso sin lugar a dudas un antes y un después en la ruptura del secular aislamiento de Lugo por carretera. Los impresionantes puentes y túneles de esa imprescindible obra de ingeniería acercaron Madrid en más de una hora y media, y sólo cuando ocasionalmente hay cortes que nos desvían por la vieja Nacional VI recordamos lo que eran aquellos viajes eternos llenos de curvas. Lo mismo pasaba para ir a la costa de Lugo, a la que se tardaba tanto que todos íbamos a Miño porque se llegaba antes hasta la apertura de la A8.

6.- Jugar en los recreativos

Los salones de máquinas, que estaban estratégicamente situados junto a los Institutos u otros más a desmano como el de García Abad, eran puntos de encuentro de expertos en videojuegos y otros que éramos menos duchos. El Bomb Jack, el Galaxy o el Super Mario Bros…

7.- Ir a los conciertos de Mecano en San Froilán

El grupo ya no existe y las tendencias lógicamente son otras, pero los inolvidables conciertos de las primeras figuras del panorama musical español eran uno de los grandes atractivos de las patronales de Lugo. Mecano, Miguel Bosé, Luz Casal, Hombres G y los primeros puestos de la lista de los 40 principales no dejaban de venir a Lugo a celebrar el San Froilán. 

8.- Colarte en la antigua FRIGSA

El edificio fantasmagórico de la vieja Frigsa, hoy demolido, era un escenario de película de terror que teníamos a un paseo de casa. Colarse en sus pasillos, bajar a los sótanos y curiosear por las enormes salas del antiguo matadero era un imán para los más atrevidos. Los rumores sobre ritos satánicos y prácticas ocultas en los pisos más bajos siguen presentes en el imaginario colectivo de nuestra generación.

9.- Quedar en Souto

Era el punto de encuentro por antonomasia. Muchas veces ni siquiera había que decir el lugar: con llamar por teléfono a casa de los amigos (y esperar que no te cogieran los padres porque inexplicablemente te daba corte) y decir “nos vemos a las cinco y media”, ya sabías que el punto de encuentro era el escaparate de la Librería Souto… para acabar sentados a pocos metros junto a los viejos leones metálicos que hoy están en el MIHL.

10.- Ir a las fiestas de tarde

Cuando éramos menores de edad las fiestas de tarde de Yguazú, Valentino o Studio 3 eran la alternativa de ocio que nos hacía sentir “mayores”. Ocio nocturno a plena luz del día con guiños a una edad adulta en que ahora a muchos les gustaría poder volver atrás en el tiempo.

Recuerdos irrepetibles, como ir a por cintas al videoclub, usar el locutorio para llamar a casa, conectarse a Internet en un ciber… que los años convierten en experiencias que atesoramos con el cariño de un tiempo que, mejor o peor, ya no volverá.

Artículo publicado en La Voz de Galicia del 25 de Julio de 2021

2 comentarios:

  1. Estimado Luís,
    Pensaba eu onte cando lin o artigo, que nestas cousas da morriña supoño que cada un terá saudade de cousas diferentes segundo as súas vivencias.

    Así eu comparto varias das que comenta, coma o Gran Teatro do que aínda lembro obras de teatro, películas e persoas que coñecín alí; aventuras de colarse na Frigsa; ás "festas de tarde" (tamén co seu teatro, películas e persoas); e algúns concertos do San Froilán.
    Pero hai outras das que lembro outros, coma os establecementos e sabores perdidos. Así eu non teño especial lembranza de Félix Latorre, pero si do taller de Recatelo (Pinche); eu non quedaba na Souto, senón en Radio Meilán; non boto en falla os mexillóns do Verruga (aínda que si manteño lembranza da súa mantelería, que era a mellor) pero si algunhas tapas da zona da Milagrosa, o Anxo na rúa da Catedral, o Bule-bar na Milagrosa, o 14, o Papa's, o efímero Art-bar da r/ San Froilán, o Clavi da r/Ancares, etc.
    E por suposto, non teño gaña ningunha de que volvan certas cousas, coma tardar unha eternidade en coche para ir á costa, os recreativos, locais inmundos en sotos e baixos cutres e escuros, ter que ir ó videoclub, o ciber ou o locutorio.
    En calquera caso todas esas lembranzas de lugares perdidos non son nada sen a xente que as acompaña.

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  2. Ya lo creo Anxo, los amigos que nos acompanaron

    A Luis o coñezo menos pero aí vai unha aperta para ambos.

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