El aumento de los contagios (¡quién se lo iba a imaginar!)
ha hecho que la Xunta de Galicia decrete nuevas medidas para intentar contener
esta quinta ola que, como todos sabemos, ha sido causada por los malvados
hosteleros, en ese plan que tienen para acabar con la población y poder así
dejar de trabajar por no tener clientes a los que atender. Es un plan absurdo,
digno de un villano de James Bond, pero como todo enemigo de lo público el
hostelero medio tampoco es que tenga que preocuparse de ser coherente.
La Xunta, en su infinita sabiduría, ha decretado que para
contener los contagios hay que tomar medidas efectivas y rigurosas, como
reducir los aforos en terrazas, ya que es evidente que si hay tres personas a
dos metros unas de otras se contagian muchísimo menos que cuatro a dos metros
unas de otras. Se ve que el bicho coge carrerilla cuando hay más gente y salta
distancias más grandes.
Miren, casi voy a dejar la ironía porque he detectado que en
ocasiones no se comprende, porque como lo escrito no se entona al leer alguien
puede pensar que hablo en serio.
No suelo criticar las medidas de protección de la población porque
todos entendemos que hay que hacer sacrificios. Si hay que cerrar locales,
siempre que se les indemnice debidamente por esa situación, pues se cierran. Si
hay que reducir horarios, con el mismo condicionante que en el punto anterior,
pues se reducen. Pero lo que no es de recibo es aprobar medidas destinadas
únicamente a tranquilizar a una población que asiste atónita a los mismos
errores ola tras ola.
Si una terraza tiene las mesas a las distancias que se
consideren convenientes (creo que son 1,5 metros en este momento) es
irrelevante el número de mesas que haya. La bobada de anular mesas es tan
sumamente arbitraria que no sostiene el menor análisis crítico. Poner mesas
para tener que precintarlas después no sólo supone un trabajo adicional sin
sentido (que claro, como lo hacen otros, es decretado sin rubor) sino que no es
efectivo, que es lo más preocupante.
Por ejemplo, si el aforo es del 75% supone anular una mesa
de cada cuatro, lo que no tiene ningún efecto ya que las distancias entre las
tres mesas restantes son exactamente las mismas. Lo suyo sería que cuando hay
una incidencia mayor las distancias entre mesas se aumentasen y que en vez de
1,5 metros sean 2, por poner un ejemplo.
Esto haría que en aquellos sitios donde no quepan las mesas
con esas distancias haya que retirar algunas, sí, pero “salvaría” a quienes
tienen posibilidad de sumar algo más de espacio para compensar esa separación
siempre que, por supuesto, los ayuntamientos lo permitan.
En Lugo, por ejemplo, el Ayuntamiento ha sido tremendamente
sensible con este tema. Se han permitido situaciones que en condiciones normales
serían un disparate, pero la Alcaldesa, Lara Méndez, ha tenido la empatía
suficiente como para entender que sacrificar unas cuantas plazas de
aparcamiento para salvar a muchos locales de hostelería era una buena medida y
por eso permitió, temporal y provisionalmente, usar más espacio del que estábamos
acostumbrados.
Las medidas nos pueden parecer exageradas o no, pero lo que
nunca pueden es ser absurdas. Tomar decisiones que suponen poner en peligro a
los pequeños autónomos y su actividad económica cuando no tienen la menor
efectividad no sólo es un error, es una agresión injustificada.
Eso sí, del botellón no hablamos. Precintamos unas playas y
unos parques y listo. Después aunque la gente se vaya a otro sitio a juntarse
en manada a hacer el loco miramos para otro lado y listo. No sea que se pierdan
unos votos.
Los distintos responsables de tomar las medidas adecuadas para tratar de frenar está situación, saben sobradamente que las aglomeraciones sin control son el nido esencial de contagios.
ResponderEliminarY todo el mundo sabe dónde están las aglomeraciones, los fines de semana y otros días.
Es tan complicado impedir, previamente, que se lleguen a celebrar?
Por qué no se actúa ya?