miércoles, 17 de abril de 2013

Star Trek y la Pantoja

Soy consciente de que a veces hilo cosas que aparentemente tienen poco que ver. No es un recurso dialéctico, sino una cuestión de principios. Verán, un principio básico es el mismo en un tema que en otro y aunque a veces es difícil ver la conexión o ésta es completamente subjetiva, se puede unir sin mayores esfuerzos. Por ejemplo, hoy les voy a hablar de Star Trek y la Pantoja, temas aparentemente poco sospechosos de vecindad. 

Hay un capítulo en Star Trek en que el Enterprise visita un planeta en que cualquier infracción, la que sea, tiene como castigo la pena de muerte. Como se podrán imaginar los habitantes de ese lugar difícilmente se van a atrever a pisar un jardín, saltarse un semáforo (en caso de que los hubiera, que creo que no) o matar a un semejante, ya que cualquiera de esas violaciones de las normas supondrían una versión intergaláctica de la guillotina. 

Antes de decir “qué exageración” me gustaría hacer un pequeño repaso del derecho comparado en nuestro planeta, en nuestro tiempo y en la realidad. Está penado con la pena de muerte el robo de bancos o el proxenetismo en Arabia Saudí. También la corrupción de funcionarios o el fraude fiscal grave en China. Si nos metemos en las procelosas aguas de la religión entonces ya perdemos el norte totalmente: la homosexualidad está penada con la muerte en varios países, así como el adulterio, el abandono del Islam, la blasfemia y, un delito muy común, la brujería. 

“Pero oiga”, dirá el avispado lector, “¿y esto qué demonios tiene que ver con la Pantoja?”. Lo primero que le diría es que se ande con cuidado mentando al demonio, que le acabo de decir que en ciertos países eso le podría costar la cabeza, a ver si estamos atentos. 

Lo segundo es la relación entre esas exageradas penas capitales y la condena de la Pantoja. Verán ayer cuando salió la sentencia se elevó un clamor popular en las redes sociales (que es como se llama a Facebook y Twitter en pijo) porque en principio la cantante no va a pisar la cárcel. Le condenaron al delito mínimo en su graduación máxima. Y yo estoy de acuerdo. 

No es lo mismo matar a alguien que esconder al asesino porque es tu hijo, tu primo o tu marido. Cuidado, no estoy diciendo que esté bien lo segundo, pero sí que no es lo mismo que lo primero. Recuerden el ejemplo del inexistente planeta donde pisar un jardín te suponía la muerte: las condenas han de ser graduadas para ser justas, y por mal que nos caiga el reo lo suyo es condenar a cada cual por lo que ha hecho. 

El gran problema de la Pantoja es que parece una señora altiva, orgullosa, incluso borde. Si esto mismo le pasara a Carmen Sevilla habría una suscripción popular para que no tuviera que vender las ovejitas para pagar la multa. De hecho también tuvo problemas legales Lola Flores y siguió siendo la Faraona hasta el día de su muerte. Al caer mal da igual la sentencia que le hubieran dictado. Si hubieran sido cuatro años “el Pueblo” habría pedido siete. Si fueran siete pedirían doce. 

Vuelvo a insistir, que nos conocemos, en que no estoy diciendo que la señora sea inocente y cándida, es que ese no es el tema. Es culpable de un delito y como tal ha sido condenada, no es que se marche a su casa de rositas, pero tampoco es que haya asesinado bebés para comerse sus corazones, a ver si graduamos un poco las cosas. 

A la Pantoja le cayeron dos años, que le permiten librar de la cárcel, y una multa millonaria (recuerden que ella no birló ni un euro, sólo ayudó a blanquearlo que no es lo mismo). Para hacer una comparación los dos años son la misma condena que le impusieron a la madre de la niña de la que abusó el Duque de Feria por haberlo consentido. Si me apuran la condena de la Pantoja me parece desproporcionada porque lo de la niña lo veo bastante más grave que lo otro. Ser famoso no ha de servir para librarte de una condena, pero tampoco para agravártela. 

Así que recuerden: no ha salido inocente. Me juego el pescuezo, al que tengo mucho cariño, a que muchos verán en estas palabras una defensa de la Pantoja. No es así. Es culpable, pero de lo suyo no de lo que hacen los demás y mucho menos del mal ambiente que hay ahora y que pide cabezas de forma desaforada. Si la justicia no es proporcional no es justicia. Aquí lo ha sido.

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