Entrega del Diego Bernal a José de Cora, ayer en Santiago de Compostela |
La Asociación de Periodistas de Galicia entregó ayer, de la mano del Presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda, el premio Diego Bernal a nuestro convecino José de Cora Paradela. Difícil encontrar alguien que se lo merezca tanto. Más, imposible.
En la recogida de este bien entregado galardón, José tuvo palabras de recuerdo para el propio Diego Bernal, a quien conoció cuando él empezaba su carrera y fue a Santiago a hacer una sustitución, y también para su profesión, una dedicación a la que adora y eso se nota porque le dedica esfuerzos titánicos que van más allá de lo esperable.
Rompió una lanza a favor de la libertad de prensa, actualmente amenazada por lo “políticamente correcto” y también reflexionó sobre lo que pueda suponer la inteligencia artificial para esta profesión.
Pero más allá de todo esto, hoy quiero confesarles que siento una terrible envidia de José. No por este premio, que también (para qué nos vamos a engañar) sino porque tiene la fortuna inmensa de dedicarse a tiempo completo a lo que adora: escribir, y encima lo hace de fábula.
Leo El Progreso a diario y busco con ansia los artículos que firma José en su columna diaria, donde no deja títere con cabeza y hace reflexiones que se alejan muchísimo de esa forzada corrección que ayer denunciaba. Él no la aplica y hace muy bien, ya que logra que sus palabras sean uno de los imanes que a muchos nos atraen a leer diariamente el periódico.
Pero además desde hace treinta años es la voz de Pelúdez, nada más y nada menos. Este personaje, creado por Antonio de Cora, pasó por diversas manos: el propio Antonio de Cora, Juan Ramón Somoza, Purificación de Cora, Trapero Pardo y José. La responsabilidad de proseguir con un legado de esa magnitud no es ninguna broma, pero José lo consiguió, y con nota, actualizando el personaje dentro de su propio ámbito y dándole nuevos familiares que lo conectan con generaciones diferentes.
También es autor de muy diversos libros, casi todos con un tema de fondo recurrente: Lugo. Incluso logró conectar a nuestra ciudad con Garbo, el espía que tuvo muchísimo que ver en la derrota de Hitler, ya que su esposa Araceli era de Lugo. Además, en esa novela rellenó huecos documentales con suposiciones suyas que, curiosamente, se demostraron certeras al desclasificarse documentos de la época y confirmar lo que José había aventurado.
Ha realizado guías turísticas y libros sobre la ciudad y la provincia, en muchas ocasiones ilustrados por las incomparables fotografías de Pepe Tejero, y ha escarbado en la historia local para darnos un montón de información sobre Lugo y lucenses que de otra forma habrían pasado, si no desapercibidos, sí menos reconocidos.
Su más reciente libro es un inquietante recorrido por cien casos documentados de catalepsia y probablemente provocará más de una pesadilla a los lectores. Yo estoy todavía a ver si me atrevo a cogerlo porque es un tema que me inquieta y no sé yo si la directa narrativa de José hará que esa intranquilidad se convierta en pánico. Vayan ustedes a saber.
José es más lucense que la Muralla, vecino de mis padres, y esa cercanía a veces hace que uno pierda la perspectiva. ¿Qué pensarían los vecinos de Mariano José de Larra, de Charles Dickens o de Álvaro Cunqueiro? ¿Serían conscientes de a quién saludaban en el portal?
A José Lugo le debe mucho por la promoción que siempre le ha hecho, por su interés en todo lo que se refiera a nuestra tierra y porque jamás ha perdido de vista su enraizamiento a esta ciudad y esta provincia. Quizá vaya siendo hora de unirse a este Diego Bernal y nombrarlo, justificada y merecidamente, Cronista Oficial de la Ciudad. Les aseguro que tendríamos un diario de a bordo de la ciudad más que entretenido.
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