Tal y como algunos se imaginarán, el artículo de hoy me viene hecho. Intentaré resumir brevemente la interesante charla que nos dieron ayer Jesús Varela-Zapata y Max-Jean Zins, con sus visiones sobre la figura de Donald Trump o las conclusiones que yo mismo he sacado de sus palabras. Quizás alguna cosa no sea exactamente como ellos dijeron pero les prometo que intentaré plasmar las ideas que yo entendí que nos transmitían (esté o no de acuerdo con ellas) y no las mías.
Empezó el profesor Varela-Zapata haciendo un breve repaso de las zonas de Estados Unidos en que vencieron Trump o Clinton. Mientras el primero ganó en dos tercios de los distritos, Hilary Clinton ganó en 88 de las 100 ciudades más pobladas del país, lo que nos puede hacer ver que si la segunda era la favorita del voto urbano, el primero arrasó en los distritos rurales, más tradicionalistas. Eso explica la aparente paradoja de que con menos votantes “reales” Trump ganara las elecciones, cosa que también podría ocurrir en España, por ejemplo, ya que los diputados de Lugo, sin ir más lejos, salen más “baratos” en votos que los de Madrid.
Esto puede darnos la equivocada impresión de que Trump consiguió algo que nadie había hecho, aglutinar el voto conservador, pero sus porcentajes de apoyo en la derecha más reaccionaria, la que representan los líderes religiosos más extremistas, no difiere mucho de los que obtuvieron anteriores candidatos republicanos. Después de todo, no tienen mucho donde elegir. Por ejemplo, un antiabortista podrá recelar de la falta de concreción del nuevo presidente sobre ese asunto, pero votaría a Trump antes que a Clinton, que se ha posicionado contra las medidas defendidas por ese colectivo.
Siguió el profesor hablando de los orígenes de la sociedad estadounidense. Puede parecer algo lejano a Trump, pero creo que hiló hábilmente los dos temas, ya que los orígenes de los Estados Unidos beben directamente de los colonos presbiterianos, puritanos, que huyeron de una Inglaterra que los había expulsado del poder por su radicalismo.
El profesor Max, por su parte, haciendo gala de sus conocimientos geopolíticos explicó el giro de la política exterior norteamericana. Si en los años 70 el presidente Nixon sorprendió a muchos con su acercamiento a China intentando así aumentar la brecha entre el país comunista y su “primo” ideológico de la Unión Soviética, aparentemente Trump pretende hacer el camino inverso, acercando su política a la Rusia de Putin para cercar a China.
Además de esto, el cambio de estrategia respecto al papel de Estados Unidos en la defensa de occidente, que tanto protagonismo tuvo durante la guerra fría, parece replegarse hacia sus propias fronteras, con lo que la reacción de una Europa que recela de sus vecinos de oriente es intentar organizar una defensa militar propia, dar una respuesta desde la Unión Europea.
Europa no se fía de Rusia, a pesar de los mensajes pretendidamente tranquilizadores de Trump, e incluso parece que altos cargos militares estadounidenses ven con recelo la nueva política de acercamiento hacia quienes fueron sus tradicionales enemigos durante décadas.
Sin embargo esta aparente táctica no parece ser coherente con otras medidas adoptadas por la nueva administración, ya que se intenta vetar la inmigración de algunos países musulmanes mientras se obvia a otros de la misma religión (incluso más enraizada en el poder) con indicios razonables de tener alguna responsabilidad en atentados tan significativos como el del 11S.
Esa incoherencia, esa aparente falta de criterio de Trump lo convierte en un elemento inestable al frente de mayor arsenal armamentístico del mundo, lo que, en palabras textuales del Profesor Max es, literalmente “un peligro”.
Por supuesto esto es un pálido reflejo de la conferencia, pero al menos se pueden hacer una idea de por dónde iban los tiros.
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