Cuanto más se viaja más difícil es llegar a un sitio nuevo y sentirse impresionado. No es que yo sea Phileas Fogg, pero no me puedo quejar y he estado por ahí en unos cuantos sitios, así que cuando nos surgió la posibilidad de ir a Budapest con la excusa de visitar a una sobrina que estaba de Erasmus en Bratislava decidimos ir pero siendo sincero no pensé que la cosa fuera a resultar demasiado llamativa. Me equivocaba.
Budapest es una ciudad imperial en el amplio sentido de la palabra. Espacios enormes, dimensiones gigantescas, edificios asombrosos, rincones encantadores, detalles cuidados y un Danubio que además de separar Buda de Pest organiza la ciudad convirtiéndose en una especie de espina dorsal salpicada de puentes.
Este artículo es para echarles una mano por si ustedes están pensando en acercarse por allí, ahora que vienen el Puente de Diciembre y las fiestas navideñas caen muy bien para hacer una escapada. No es una guía de viaje al uso, simplemente les voy a dar una serie de puntos a tener en cuenta que tal vez sean totalmente subjetivos e incluso aleatorios pero que creo que les pueden ayudar a hacer más fácil su visita.
Vamos por partes, como Jack el Destripador.
1.- Llegar a Budapest:
Lo más normal desde España es ir en avión, claro está. Nosotros tuvimos que ir a Madrid a coger un vuelo de Ryanair porque las otras opciones eran carísimas. Los dos billetes de ida nos costaron 212 euros (es decir 106 por persona) y la vuelta algo menos pero como regresamos desde Bratislava no hace regla.
Aunque para ir a Madrid seguramente ustedes ya sabrán qué hacer, decidimos llevar el coche y dejarlo en el parking de larga estancia, porque los seis días que estuvimos ausentes nos costaron menos de 40 euros, así que sale más caro (y es más incómodo por los tiempos) ir en metro a Barajas si van dos personas. El parking de larga estancia está unido por un pequeño autobús gratuito que pasa cada quince minutos y que te acerca a la terminal en muy poco tiempo así que con llegar con media hora de antelación para resolver eso es más que suficiente. Si viajan sin maleta de facturar como era nuestro caso, una hora en el aeropuerto llega para pasar el control y llegar a la puerta de embarque.
Una vez llegas a Budapest para llegar a la ciudad desde el aeropuerto lo más sencillo es coger el autobús 100E, que es directo y en el centro tiene tres paradas. Nosotros nos bajamos en la última que era la más cercana a nuestro apartamento. También hay páginas especializadas en transfers desde los aeropuertos de todo el mundo hasta su destino (puerta a puerta, muy cómodo) que les recomiendo buscar en Google antes de tomar una decisión.
2.- El idioma y la moneda:
El húngaro me resultó totalmente incomprensible. Todo haches, jotas, vocales con diéresis y tildes de un lado y de otro… no fui capaz de encontrar raíces comunes con idiomas conocidos e incluso me resultó más difícil de entender que el alemán o el griego, y eso que este último tiene un alfabeto propio. Lleven instalado en el móvil el traductor de Google, que les va a sacar de más de un apuro, eso seguro.
Cuando escribí esto, a mediados de 2018, Hungría seguía sin estar en el euro así que la moneda era el florín húngaro. Cometimos la estupidez de cambiar dinero en España antes de viajar, cosa que en otras ocasiones nos funcionó muy bien, pero entre el cambio a favor del banco y la comisión, por 40.000 florines nos cobraron 156 euros, así que el cambio era de 256 florines por euro. En la propia Budapest, en las oficinas de cambio más rácanas, te daban 300 florines, así que no les recomiendo que hagan la misma tontería que nosotros. En alguna oficina cercana a la estación de tren llegaban a los 310 florines por euro.
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Los billetes húngaros. Por un euro te dan sobre 300 florines. |
También es habitual que las tiendas de todo tipo acepten euros. Encontrarán que muchas veces los precios los ponen en ambas monedas, pero fíjense en el cambio que les hacen porque muchas aplican el de un euro 300 florines pero otras bajan hasta los 250 así que no se fíen a las bravas. Budapest no es una ciudad cara, pero hay que andarse con ojo. En una terraza te pueden cobrar solamente 400 florines por una tónica (un euro y poco) y en otra nos cobraron 2000 florines por un zumo de naranja. Miren bien los precios y luego decidan.
Mi recomendación es no cambiar demasiado dinero. Casi todo se puede pagar con tarjeta (incluso gastos pequeños como las máquinas de billetes de bus urbano) y el cambio es más ventajoso. A mí me pasó algo sorprendente y es que con una tarjeta Mastercard normal y corriente me cobraban una pequeña comisión por el cambio de moneda y con la prepago no, saliendo el cambio a 312 florines por euro.
3.- Dónde alojarse:
Bueno, aquí cada bolsillo tiene sus posibilidades. Nosotros tenemos la costumbre de alojarnos en lugares modestos (es lo que se puede pagar) pero muy céntricos. Nuestros únicos requisitos son tener baño propio (lo de compartirlo no me convence) y buena ubicación. En este caso fuimos a un estudio ubicado en el número 12 de la calle Mérleg (calle en húngaro es “utca”), un lugar fantástico entre el Puente de las Cadenas y la Basílica de San Esteban, pleno centro y con todo a mano. Baste decir que compartíamos zona con el Hotel Four Seasons cuyo aparcamiento estaba lleno de Bentley, Ferrari y otros coches de altísima gama. Dudo que esa gente se vaya a zonas malas.
Mi recomendación en todo caso es alojarse en la zona de Pest. Buda es donde están los grandes palacios, en Pest por su parte se ubica el Parlamento… y la zona “centro-moderno” de la ciudad. Hay varios puentes que unen ambas orillas, pero el Danubio es muy ancho en esa zona y se tarda en cruzar. La zona entre el Puente de las Cadenas, San Esteban y el puente Elisabeth (Erzsébet) es donde yo les recomiendo quedarse.
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Más o menos esa es la zona en que yo recomiendo alojarse |
4.- Qué visitar:
Ahí sí que me voy a parar poco tiempo porque verán innumerables guías de viaje de la zona. Les diré que a mí lo que más me gustó es subir al Palacio y a la Iglesia de San Matías, desde donde hay un espectacular panorama en el Bastión de los Pescadores. Es una zona porticada y en la parte cubierta hay restaurantes y bares desde los que se ve toda la orilla de Pest y la impresionante construcción del Parlamento. Como es una zona muy alta se ve mucho más que al revés.
Por lo demás los sitios recomendables son los que verán en cualquier página: el mercado, los balnearios, los ya mencionados palacio de Buda, San Matías, bastión de los pescadores, parlamento…
5.- Cómo moverse:
Las distancias en Budapest son grandes. Es una ciudad extensa y llegar de un sitio a otro lleva mucho tiempo si se va andando. No lo recomiendo porque cansa.
El transporte público en Budapest es maravilloso. El tranvía y los autobuses circulan cada poco tiempo y la ayuda del móvil con Google maps te dice cómo ir de un sitio a otro sin liarte demasiado. El billete (vale para cualquier transporte público) cuesta solo 350 florines y si coges el bono de diez sale cada viaje a 300 florines, un euro aproximadamente. Hay tarjetas tipo “Budapest Card” que no cogimos pero les recomiendo echarle un vistazo porque puede salir bien si van varios días. El metro no lo llegamos a usar, aunque es de los más antiguos del mundo y no tiene mala pinta.
Nosotros optamos por el servicio público de bicicletas. Una maravilla. Es un regalo, por tres días nos cobraron 1000 florines (tres euros y unos céntimos) pero no lo entiendan mal que veo que hay confusión con eso: no alquilas una bicicleta para tres días sino que te das de alta en el sistema para 72 horas. He visto quejas de gente a la que le metían sablazos de miles de florines, pero es porque entendieron mal la filosofía del sistema. No está pensado, insisto, para quedarte la bici sino para dejarla en su sitio al terminar su uso puntual. No es un sistema de turismo en bici sino de transporte urbano.
Les explico cómo va: te puedes dar de alta en varias máquinas que tienen pantalla táctil, pero nosotros no lo hicimos. Nos bajamos la aplicación “MOL Bubi” (el logo es rojo y blanco, y se ve una especie de bici y debajo pone bubi, de BUdapest BIci) y nos dimos de alta allí. Comodísimo. Tienes que dar una tarjeta bancaria y te retienen inicialmente 25.000 florines como depósito para cada bici. Una vez terminado el plazo del bono te devuelven lo no gastado.
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Eliges tu bici, enfocas con el móvil a un código QR, y es tuya. |
Nosotros cogimos el bono de72 horas, que como les decía eran 1000 florines cada uno. Nos retuvieron los 25.000 florines de rigor y en el saldo disponible aparecían 24.000, lógicamente, porque ya te restan esos 1.000.
La aplicación te permite usar un escáner de códigos QR, y cada bici tiene el suyo. Enfocas el código, te pone que la bici está disponible y confirmas que la quieres… y listo. El sistema a distancia desbloquea automáticamente la bici y ya puedes llevártela (hay que cogerle el tranquillo porque tienes que tirar hacia atrás y un pelín hacia arriba). Cuando la quieres dejar la metes en cualquier base de cualquier sitio y se oyen dos pitidos que indican que la has devuelto correctamente. Si quieres comprobarlo abriendo la aplicación en tiempo real te pone la devolución. Funciona muy bien.
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Las bases del centro. Las grises son las que no tienen bici Ya ven que son pocas. |
Ahora viene lo bueno: el uso de la bicicleta por periodos de menos de 30 minutos es GRATUITO. No está pensado para quedarte la bici 72 horas sino para hacer trayectos cortos de base a base. Media hora en bici da para mucho así que si quieres ir a cualquier sitio te coges la bici en una base cercana (las hay a patadas) y la dejas en el destino. La propia APP tiene un mapa con geolocalización y puedes ver la base más cercana y cuántas bicis tiene disponibles. Si no tiene ninguna sale en gris pero es poco habitual. El único sitio donde no hay bases es en la zona alta de Buda, donde el Palacio y San Matías. Tiene lógica porque si hubiera todos subirían en autobús y bajarían en bici, así que se pasarían el día remolcando bicicletas cuesta arriba y no compensa.
Pero a lo que iba. Si ves que te entretienes y que no llegas a donde quieres ir y se te pasa la media hora no tienes más que devolver la bicicleta a una base y cogerla otra vez. Se reinicia el plazo. Es un sistema estupendo, similar al que habíamos visto en ciudades como Amberes.
Las calles son anchas y hay carriles bici en muchas pintados en naranja. También hay señales que te permiten ir por dirección prohibida si te pegas a la derecha de la calzada (esto lo había visto también en Florencia) e incluso semáforos propios para la bici.
Un gran sistema con un único inconveniente: las bicicletas pesan un pelín de más, pero nadie es perfecto.
Pues eso...
Con estas nociones pueden ustedes defenderse en Budapest. No me voy a meter a comentarles mucho más, porque como les decía hay muchas guías de viaje con el “qué ver”. Solo decirles que si van con frío se acerquen al Balneario de Széchenyi porque lo de bañarse en agua caliente al al aire libre cuando se está a pocos grados es una sensación maravillosa. También le recomiendo que, si van con días, se planteen ir a dar un paseo en el Tren de los niños, que está a las afueras (media hora de bus o tranvía para ir y otro tanto para volver), y hagan el recorrido, que es agradable: Cruzas un parque en un tren gestionado por niños que, sorprendentemente, son muy profesionales en su labor.
Si tienen dudas, pregúntenme… y si puedo les digo.