La superioridad moral es una cosa muy fea. Dar por sentado que tu propia escala de valores está por encima de la de los demás es peligrosísimo, porque normalmente de ahí suelen surgir los “ismos” (comunismo, fascismo…) que, cuando metes una creencia teológica de por medio, se convierten en un Santiago Matamoros o una Intifada de padre muy señor mío.
Pero hay a quienes se les perdona. Propugnar la superioridad de tu profesión por encima de las demás es socialmente aceptable si eres escritor, actor, director de cine, músico o pintor. Poner el grito en el cielo porque el IVA de la cultura sube, como si ésta estuviera por encima de la alimentación, por poner un ejemplo, sería para cachondearse en la cara del que lo dice si no fuera porque son los que “hacen opinión”, las nuevas vacas sagradas.
Este fin de semana mi admirado Reverte publica un artículo en el que se pone como una hidra por el tema del pirateo, lo cual comprendo y asumo como una reclamación lícita y lógica. Sin embargo, mete en su artículo alguna frase que me rechina como por ejemplo “En un país donde un producto cultural tiene el mismo trato fiscal que una camiseta de Zara…”… evidentemente, amigo mío, claro que tienen el mismo trato fiscal, y es lógico que sea así.
Que el Canal Plus tenga que tener un IVA más reducido que la compra de un local para montar una peluquería yo no acabo de verlo. El primero tenía un IVA reducido al 8% y pasa al 21%, como creo que es lógico, mientras que un local para montar un negocio tributa el IVA general del 21%. De reducir algo, me parece más normal que sea lo segundo, que crea riqueza, y no lo primero, que es una cuestión de ocio, disfrazado de cultura.
De la misma manera se nos quiere vender que la subida del IVA de las entradas para ir al cine, conciertos, zoológicos, partes de atracciones y similares es un ataque a la cultura, como si ir a ver Iroman 3 o un concierto de Manolo Cabezabolo supusiera un bien a proteger colectivamente. Los museos, pincacotecas, galerías de arte, bibliotecas y similares mantienen su IVA reducido.
Hoy en día etiquetar algo como “cultura” parece que es suficiente para darles un beneplácito que no deberían tener, y todo el que diga lo contrario, por ejemplo yo, somos unos asquerosos reaccionarios que lo único que buscamos es que el pueblo se mantengan en las cavernas y no prospere, como si ver películas de monstruos dándose de bofetadas fuera a democratizar al mundo.
Asúmanlo, señores míos… Ser escritor o actor hoy en día no difiere de ser taxista o torero, y es lógico cuando ustedes mismos han devaluado su profesión de semejante manera. Pedir que la ley establezca diferencias entre Hamlet y el Sálvame Deluxe es abrir la puerta a la arbitrariedad, al amiguete y el compadreo, y si hay que elegir parece más lógico que se den prioridad a cosas que a alguno le pueden parecer menores como comer o ir al médico.
No es que defienda toda la reforma del IVA y menos aún la subida de impuestos (recuerden que soy liberal), pero sí algunos aspectos que tanto se han criticado, y éste sin duda es uno de ellos. Es curioso que los que más gritan con este tema sean los mismos que machacan a los conciertos benéficos a través de la SGAE, o que pidan que la Iglesia pague impuestos. Vamos, "ellos" sí pero "nosotros no" cuando técnicamente tan espectáculo es una misa como una función teatral.
La superioridad moral no sólo es decir qué hacer, sino también que hay que cobrar más que los demás por hacerlo.