jueves, 1 de agosto de 2024

La última tarta de Madarro

 

La noticia del cierre de la Confitería Madarro ha corrido como un reguero de pólvora en la ciudad, con una combinación de asombro, incredulidad y tristeza.

Algo se muere en el centro cuando un negocio se va. El hueco es más notable si hablamos de un local más que centenario, que ha logrado atar a sus recetas, sus croissants, sus exquisitas pastas, su tarta San Froilán... las celebraciones, los cumpleaños de nuestras personas más queridas, en definitiva, los mejores recuerdos de nuestras vidas.

Ayer tuve el dudoso honor de comprar la última tarta de trufa, y por dulce que ésta sea, no dejó de suponer un trago amargo.

Pero no todo está perdido. Lugo aún puede conservar esta magnífica institución culinaria si se llega a un acuerdo entre las partes, y me atrevo a pedirles desde esta tribuna que lo hagan. Que piensen que no hablamos sólo de un nombre, de un negocio... La Confitería Madarro es muchísimo más. Es historia de Lugo, patrimonio de todos y una referencia indiscutible en el panorama gastronómico local. Es un templo del dulce pecado de la gula, que bien llevado no tiene nada de malo, y el depósito que atesora un pasado glorioso, un presente brillante y un futuro prometedor.

Desde fuera todo parece sencillo, y seguro que el desacuerdo no es una cosa menor para haber llegado a este punto, pero aun así confío en la generosidad de las partes para que Madarro supere este bache y podamos celebrarlo tomándonos una copa de cava o, mejor aún en este caso, unas cañas, elijan ustedes de qué tipo.