Aunque cuando hablo de política nacional los lectores del blog caen en picado, no me resisto a hacer un "especial Pedro" con todo lo que está pasando. Además, soy licenciado en Ciencias Políticas así que de vez en cuando dejen que saque polvo al título, que me hace ilusión.
¿Tú también, Felipe mío? |
Cuando se hizo más pública si cabe la que ya era una obvia crisis interna del PSOE, tengo que reconocer que me alegré de la posibilidad de que España se librara de Pedro Sánchez, quien despierta en mí sentimientos alejados de la simpatía.
Sin embargo, en este momento tengo mis dudas, porque reconociendo por adelantado que ni la ideología ni la persona me resultan cercanas, hice un ejercicio mental que suelo utilizar cuando algo es “evidente”: probar a darle la vuelta al asunto y poner ejemplos opuestos para ver si el razonamiento se sostiene. Vamos a ello, repasando primero la situación “obvia” y luego el ejemplo, cerrando con un repaso de estrategias. Les advierto me he venido arriba y es largo.
La situación “evidente”:
Como todo el mundo sabe, en este momento España está paralizada por un bloqueo político en el Congreso de los Diputados, que es quien elige al presidente del gobierno. Parece lógico que el partido que ganó unas elecciones en diciembre, y que repitió su victoria con más contundencia en junio, distanciándose más todavía de las otras fuerzas, sea el encargado de gobernar. En eso podemos estar de acuerdo, claro que sí.
Incluso podríamos razonar argumentadamente que el menos apropiado para criticar eso sea el Partido Socialista, una agrupación que va sangrando votos elección tras elección y a la que Pedro Sánchez ha llevado a los peores resultados de su historia haciendo bueno, quién lo iba a decir, a Zapatero. Las elecciones autonómicas en Galicia y País Vasco avalan esta caída libre, que parece no solo mantenerse sino acentuarse cada vez que hay que ir a las urnas.
Sánchez se instauró en su “no es no” y personas más razonables y con más sentido de Estado se enfrentan ahora a su tozudez intentando desbloquear la situación del país por el bien de España y del papel histórico del socialismo.
El supuesto imaginario:
Pero vamos a darle la vuelta al asunto e imaginemos el siguiente escenario. Elecciones generales ganadas por Podemos con 137 escaños; PP 85, Ciudadanos 71, PSOE 32, y el resto como están ahora. En este improbable escenario la suma de Podemos y PSOE no alcanzaría la absoluta (como ahora no la alcanzó en realidad la de PP y Ciudadanos) ¿De verdad alguien me quiere hacer creer que en ese supuesto el PP se abstendría para que gobernara Podemos?
En ese caso el “sentido de la responsabilidad” sería torpedear un gobierno “chavista y extremista”, con lo que se justificaría absolutamente todo, incluso llegar a terceras, cuartas o vigesimoquintas elecciones para que Pablo Iglesias no fuera presidente del gobierno.
Supongan (seguimos en ese escenario ficticio) que tras cuatro años de políticas con las que no están de acuerdo, tras haber sido elegido presidente del PP con un discurso “anti Podemos” y tras un respaldo de su “no es no” en los órganos del partido, le vienen algunos líderes de su propia casa (Aznar, por ejemplo) a decir que hay que sacrificarse por España y dejar gobernar a Podemos… ¿Colaría? Yo creo que no.
Pedro Sánchez basa todo su discurso en que está convencido de que los votantes socialistas prefieren terceras elecciones que un gobierno del PP con una complicidad, aunque sea por la vía de la abstención, de su partido. Y en eso puede que tenga razón, yo también creo que su militancia no lo entendería por mucho que se lo diga Felipe González.
¿Es incoherente esa postura? Claro que lo es, porque por esa regla de tres tampoco estarían legitimados los bipartitos en que los socialistas regalan medio gobierno autonómico (y por lo tanto sus votos), de una diputación o un ayuntamiento a los nacionalistas (en Galicia sabemos mucho de eso) para fabricar a machete una mayoría absoluta que las urnas le negaron. Como yo creo precisamente eso, que es un fraude a los votantes, creo que tiene su lógica que Sánchez no vaya a prestarse al juego. ¿Por convicción? no, por conveniencia.
Otra cuestión poco lineal es que se escude en la militancia cuando las listas salidas de primarias fueron convenientemente “retocadas” en Ferraz, cosa que Abel Caballero sigue recordando día sí y día también, y con razón. Pero el error estuvo entonces, no ahora. Sánchez hizo mal alterando la democracia cuando le vino bien en Galicia o en otras agrupaciones de su propia casa, utilizando un mecanismo de “aquí mando yo” que ahora se le vuelve en contra.
Las estrategias:
En este momento las cosas parecen razonablemente claras. Hay dos estrategias opuestas: por un lado la de Sánchez, que cifra su futuro a la militancia, a tener razón en que los socialistas de base no quieren que sus votos avalen ni por activa ni por pasiva un gobierno de Rajoy. Esta postura además tiene una ventaja, y es que puede tapar una vía de agua en forma de votos a Podemos, negándole en la próxima campaña electoral el argumento de “si Rajoy es tan malo por qué le dejasteis gobernar otra vez”. Lo malo de esta postura es que reforzaría a Sánchez que está visto que no acaba de cogerle el tranquillo a ganar alguna elección y no cargarse el propio PSOE.
Susana Diaz (esta sí gana elecciones) |
Por otra parte está la estrategia de los críticos, con Susana Díaz a la cabeza. Obviamente pretende que una gestora (ya que con Pedro no ha colado) se coma el marrón de decidir la abstención en la investidura de Rajoy, para así tener un par de años o tres para, defenestrado Sánchez y disuelta la gestora, entrar triunfante y limpia de mácula (salvo que lo de los ERE acabe torciéndose más) a dirigir un PSOE que se regenere y recupere terreno perdido. Es llamativo que este escenario probablemente sea el más temido por Pablo Iglesias, ya que podría colar. El PSOE tendría ocasión de reagruparse y recuperar una coherencia que ha perdido desde hace ya tiempo, ocupando un espacio de izquierda moderada y un discurso nacional que no recordamos en ese partido desde que Felipe González vivía en la Moncloa.
Puede que a largo plazo la estrategia de Susana Díaz sea la más beneficiosa para el PSOE e incluso para el país, pero eso no quita que sea difícil de vender dentro de la propia casa, por eso tengo mis dudas de que en caso de llegar a un Congreso puedan ganarlo.
En cuanto a los demás, hoy se revelaba en la prensa que había instrucciones en el PP de cerrar el pico sobre este tema, y es lo mejor que pueden hacer. Esperar acontecimientos y rezar para que Susana Díaz consiga la deseada abstención para mantenerse en Moncloa. Incluso a los populares les conviene ideológicamente que la andaluza se haga con el timón del PSOE, para ver si hay suerte y la bajada de Podemos sigue constante y las aguas vuelven a su cauce a medio/largo plazo.
Por su lado Podemos apoya a Sánchez, claro que sí. Sabe que con él le ha ido muy bien, y que la fuga de votos de izquierda a extrema izquierda está casi garantizada, y por eso se muestran tan comprensivos con el bueno de Pedro y le dan un hombro en que llorar. Probablemente les aterra la idea de un PSOE dirigido por Susana Díaz, que podría emprender la recuperación del partido.
Conclusión:
En cuanto al futuro, si les soy sincero estoy convencido de que si no cambian mucho las cosas lo más normal es que haya ese congreso del PSOE, y que Sánchez lo gane, lo que nos llevaría a unas terceras elecciones en que los apoyos a Rajoy aumenten ligeramente, lo justo para que consiga la investidura con la ayuda de Ciudadanos.
En ese caso Sánchez habría demostrado que tiene razón, aun perdiendo el gobierno otra vez (lo de ganar elecciones se le da fatal) y tengo que reconocer que aunque me molesta bastante dársela, estoy de acuerdo desde el punto de vista del socialismo. Quien bloquea la elección de gobierno no es Sánchez, es el reparto de escaños.
Quizá se trate de la honra sin barcos, pero honra a fin de cuentas.
He intentado aplicar en algunas partes de este artículo una lógica ajena a la propia, la socialista, y solo el tiempo dirá si la cosa va por ahí o no.