jueves, 31 de enero de 2013

Ciclogénesis social - (de www.joaquingarciadiez.com)

Hoy no voy a escribir, voy a copiar. Es la primera vez que hago esto en el blog, pero francamente, cuando uno ve un artículo tan redondo y escrito por quien tiene responsabilidades públicas, no puede menos que hacer un “copiar y pegar”. 

A continuación les reproduzco el más reciente artículo firmado por Joaquín García Díez en su blog, que pueden consultar en www.joaquingarciadiez.com.

El autor del artículo, el diputado Joaquín García Díez

Ciclogénesis social

Durante el pasado fin de semana se han combinado dos fenómenos complicados de soportar, uno climatológico denominado ahora ciclogénesis explosiva, y otro político que cada uno ha calificado como ha querido o le ha convenido y al que yo, siendo prudente, no puedo menos que calificarlo de indecencia.

Los temporales o ciclogénesis vienen cuando se dan circunstancias previsibles, derivadas del cambio climático y de todas las alteraciones que el hombre sigue provocando con sus actuaciones irresponsables sobre el medioambiente.

La corrupción en cambio obedece a otros patrones y a una casuística muy variada. Cuando la practican personas que están vinculadas a partidos políticos sus consecuencias se ven multiplicadas y su repercusión mediática también.

Llevamos años escuchando y leyendo en todos los medios de comunicación los diferentes procesos judiciales abiertos con nombres como Campeón, Pokemon, Gürtel, Carioca, Nos..., que esconden tras ellos todo tipo de delitos relacionados con la corrupción y en los que aparecen imputados conocidísimos personajes de la política y otras instituciones hasta llegar al yerno del Rey.

La sociedad está harta de todo este relatorio de presuntos delincuentes que en mayor o menor medida se han aprovechado de sus puestos para enriquecerse. Por ello, cuando estos días hemos conocido más detalles de uno de estos procesos abiertos, la indignación ha sido la reacción generalizada. No es de extrañar en el presente momento, con una sociedad padeciendo tasas de paro insufribles y ajustes difíciles de adoptar y soportar.

En este caldo de cultivo es cuando aparecen aquellos que aprovechan cualquier enfado colectivo para echar más gasolina con tal de obtener algún rédito, sin darse cuenta que lo que están haciendo es incrementar el rechazo también hacia ellos mismos.

Tal grado de indecencia en la vida política sólo admite una respuesta: contundencia. Contundencia en investigar hasta el final y con todas las consecuencias todos los presuntos casos de corrupción. Todos sin excepción.

Hacerlo con celeridad, sin demoras ni excusas, y con la mayor transparencia. Y todo al tiempo que se siga avanzando con premura en el proceso abierto de reducción y ordenación del conjunto de administraciones publicas, reduciendo ayuntamientos, concejales, asesores, fundaciones, instituciones y entes públicos, regulando las competencias, evitando duplicidades, demostrando en definitiva que esta tarea y compromiso del gobierno es irrenunciable y prioritaria.

Porque ya no llegan los informes, las comisiones de trabajo o de investigación de propios y ajenos. Es ya tiempo de la contundencia para evitar que siga sangrando la herida por el mismo sitio. La sociedad ya no nos dará más oportunidades y los que durante años hemos trabajado en el servicio público con honradez no soportamos el hedor de los que se han aprovechado del sistema en su propio beneficio.

Un paso atrás o una justificación de lo injustificable, provocará una ciclogénesis social que podrá predecirse, pero difícilmente podrá controlarse.

miércoles, 30 de enero de 2013

La inviolabilidad del Parlamento

Pilar Rojo, presidenta del Parlamento de Galicia, ha decidido retirar a los grupos políticos la posibilidad de tener invitados en el palco del público de la sede legislativa gallega. ¿A qué se debe esto? A que se han cansado de tener en la tribuna a personas que no van observar respetuosamente lo que allí sucede, sino a montar gresca, sacar pancartas, abuchear, aplaudir o interrumpir directamente la sesión. 

Aquí confrontamos dos argumentos, el serio y el demagógico, que deberían ser diáfanos como una mañana de verano, pero que no lo son porque nuestra sociedad está en un punto tal que no diferencia entre el agua y el espejismo. ¿Dónde está el problema de base? En la falta de respeto a las instituciones, la desconfianza en un sistema político que se ha demostrado poco efectivo en la organización de la cosa pública, y, sobre todo, en una suicida tendencia por parte de algunos de no diferenciar entre los partidos y los organismos que rigen. 
La inviolabilidad del Parlamento es una máxima que hay que respetar. A pesar de que en este momento las instituciones están en horas bajas, es en estos momentos cuando uno tiene que mantenerse firme en sus principios. No podemos confundir que haya ganado las elecciones quien no nos guste con una falta de democracia. Este concepto, precisamente, pasa por la aceptación de que gobierne la mayoría (aunque con respeto a la minoría) y por asumir que a veces ganan los otros.

Hay una evidente moda de salir a la calle pancarta en mano para defender los intereses propios. Esto es perfectamente legítimo, sólo faltaría, pero siempre y cuando tengamos en cuenta dos cosas: la primera es que esas personas defienden lo suyo, y la segunda es que no pueden, con esa protesta, perjudicar los intereses generales. Pero la táctica política más simplista hace que cuando algunos ven una aglomeración de gente protestando se pongan al frente y, no es que les apoyen, es que quieren perjudicar al de enfrente. Con este esquema, en que entran al trapo la mayoría de los partidos y muchas agrupaciones “apolíticas” (al menos hasta que rascas un poquito), te encuentras con una situación insostenible. Puede que esto sea rentable a corto plazo pero como estrategia de sociedad es una ruleta rusa. 

¿Y en el Parlamento? En el Parlamento el problema es más grave. Eso no es la vía pública, donde cualquiera tiene derecho a sacar la pancarta y ponerse a reivindicar lo que le venga en gana, sino un espacio que en Democracia es más sagrado que el Gólgota para la Iglesia Católica. Violar la independencia del Parlamento es atacar a la esencia misma de la democracia, y me importa un pepino que me digan que es fascista. Lo que es fascista es que 100 personas o las que sean intenten presionar o imponer sus ideas o sus intereses a los representantes de dos millones y pico de gallegos. Si realmente creen que lo pueden hacer mejor, que se presenten a las elecciones (seguramente muchos de los pancarteros ya lo hicieron, bajo las siglas de algún partido de la oposición, con poco éxito). 

No estoy diciendo que el Parlamento deba reunirse a puerta cerrada, pero el público tiene que respetar unas evidentes normas de comportamiento. Quizás habrá que imponer sanciones económicas fuertes a quienes interrumpan las sesiones, o incluso a quienes los han invitado, con penas de inhabilitación temporal, así controlarían mejor a quiénes respaldan para sentarse en el palco. 

En cualquier caso, no podemos permitir que una supuesta “democracia directa”, que no es tal sino una maniobra de política cutre, viole la esencia misma del debate democrático, que es el desarrollarlo sin sentir en el salón el aliento de quienes gritan por sus intereses. Eso en la calle. 

Una última sugerencia. Si piensa diferente y cree que es legítimo ir en ese plan, imagine que quienes están ahí son, por ejemplo, nazis o algo por el estilo. E imaginen que van todos los plenos a interrumpir ¿Sigue gustándole la idea de que presionen a nuestros diputados? A mi no.

martes, 29 de enero de 2013

La inexistencia de sanciones políticas

Hablábamos ayer de los sueldos de los representantes públicos, “los políticos”, como le gusta decir de forma despectiva a mucha gente. Hoy hablaremos de las sanciones. Hay cosas que son totalmente incomprensibles en el funcionamiento de este país, y ya no sólo en política sino en cualquier ámbito. No existe la responsabilidad, ese concepto básico de cualquier sociedad avanzada y que en España en lugar de intentar inculcarse se disimula en la educación de las últimas generaciones. 

Vemos en los telediarios día sí y día también que fulano de tal, que arruinó su imperio económico y que entró en concurso de acreedores, metiendo en un berenjenal a cientos de empleados y recurriendo a dineros públicos para “sanear” el chiringuito, monta una nueva empresa multimillonaria a los pocos días. Por poner nombres y apellidos, los lucenses observamos ojipláticos que Dorribo, que tiene más líos de los que podemos contar, anda creando industrias allá por la costa mediterránea sin ningún tipo de problema. Esto, llevado a la política, es un poco lo mismo. Quienes han colaborado activamente a arruinar a este país no sólo no se meten en un agujero (por favor, entiéndanme que hablo de agujero como madriguera, que aquí caen querellas por amenaza como mantas) sino que se atreven a alzar la voz y decir a sus sucesores “lo que tienen que hacer”. 

No hay responsabilidad, no existen consecuencias. Desde que la Iglesia entró en declive, y con ella la religión en España, el temor al infierno (que por lo visto ora existe, ora no existe, según se levante el Papa ese día) ya no es amenaza para los fieles, y como la legislación aprobada por nuestros padres de la patria es muy laxa con sus propias vergüenzas, nos encontramos con esa situación en la que vemos que el que la hace no sólo no la paga, sino que la cobra. 

Para el hipotético y poco probable caso de que un chorizo no encuentre un buen abogado o una trampa legal por la que escabullirse (recuerden que Liñares está en la calle por un tecnicismo, perfectamente lícito, pero tecnicismo a fin de cuentas) se inventaron la figura del “indulto”, que viene a ser una violación flagrante del principio de separación de poderes por el que el Gobierno se salta a la torera una sentencia en que se considera probado un delito y “perdona” al malnacido de turno. Y lo hacen de forma arbitraria y sesgada, sin molestarse en salir a la plaza pública a preguntar al “pueblo” (me pone enfermo lo de usar ese término para hablar de los ciudadanos, lo pongo precisamente en plan demagogia) “¿A quién queréis que libere, a Jesús o a Barrabás?”, lo cual tiene la ventaja de hacer lo que te venga en gana y la desventaja de no poder lavarte las manos. 

Llevamos en democracia 18.000 indultos, lo cual hace que la medida excepcional, lo que se dice excepcional, no parezca. Son líderes de misericordia los gobiernos de Felipe González (5.948 indultos) y Aznar (5.944). No les digo los delitos más habituales que se me encienden las masas y toman la Moncloa, incluso retroactivamente. 

Pero a lo que iba, hablábamos de la responsabilidad. ¿Qué puede pasarle a un diputado que haga una barrabasada? (obsérvese el hábil manejo de la figura de Barrabás con el término “barrabasada”) pues a lo más le puede caer una sanción de su grupo político, y eso sin pasarse. Para que se hagan a la idea, jugar al Apalabrados en el escaño supone una sanción de 300 euros si sale en los periódicos (si no sale, no pasa nada), y romper la disciplina de voto en una consulta sobre la unidad de España sólo cuesta 100 euros más. Son las sanciones que pusieron a los diputados que salieron en la prensa dándole a las letras flotantes y a los del PSC que se abstuvieron en la declaración soberanista de Mas y compañía. No son sanciones, son tiritas que se ponen para sanar titulares negativos. 

¿La solución? Compleja. O creemos en la libertad de los diputados para votar lo que les venga en gana, lo cual en un país de listas redactadas por partidos políticos y nula responsabilidad ante los electores directos, u optamos por las famosas listas abiertas y la circunscripción más reducida aún que la provincia. Pero esto último es política-ficción por ahora. De todas formas, recuerden que lo de la falta de responsabilidad no vale sólo para diputados, va para todos, políticos y no políticos. Es lo bueno de ser español si eres un fan de la picaresca, y lo malo si quieres hacer una sociedad mínimamente seria.

lunes, 28 de enero de 2013

¿Cuánto debe cobrar un concejal?

Hoy me he levantado revoltoso y voy a hablar de algo que a todo el mundo le gusta pero al revés de lo que la mayoría de la gente piensa. En este nuestro país, en el que el pecado nacional es la envidia (aunque el Rey diga que es la “Pasión” para quedar bien) no se pueden tocar ciertos temas sin que se nos altere la sangre y nos gotee el veneno por el colmillo (anda, pues va a tener razón Don Juan Carlos y todo). 

Uno de esos temas es el sueldo de los políticos. He visto carteles con “sueldo base para los políticos hasta que solucionen la crisis” o diciendo que como la política es vocacional “que vivan de su trabajo”. Conceptualmente esto es una barbaridad como pocas, ya que su trabajo, precisamente, es la gestión de lo público, de la “res pública” (España es una monarquía un pelín rara, con un Rey de adorno más que otra cosa, y últimamente poco adorna, la verdad). 

Tal y como he escrito en muchas ocasiones soy un firme partidario de que las personas que se dedican a la cosa pública cobren bien, por dos motivos: el primero es que quien tiene un sueldo razonable tiene menor tendencia a meter mano a la caja, ya que se juega mucho (obviamente cuando hablamos de llevarse 22 millones a Suiza no hay sueldo que valga, pero hablo de los “chanchullos” de andar por casa). La segunda es que si queremos que la gente de valía, los buenos profesionales, se dediquen a echar una mano al común hay que ofrecer una compensación económica proporcional. 

Les voy a poner un ejemplo. Imaginen que decimos que Amancio Ortega, que aparentemente es un genio de las finanzas, sería un gran ministro de Economía o de Hacienda. Lo que pasa es que un Ministro en España no llega a los 70.000 euros brutos al año y como comprenderán el dueño de Inditex eso lo gana dejando pasar un par de minutos de su reloj. Para la mayoría de los mortales ese dinero es un sueldazo, pero es que la mayoría de los mortales no somos unos superdotados de la economía, y eso hace que quienes aspiren a ese salario sean, en muchas ocasiones, los trepas de toda la vida (no voy a poner nombres, que ustedes ya me entienden). 

Aunque no nos vayamos tan arriba. Un abogado de cierto prestigio, un buen asesor financiero… en definitiva, un gestor decente, ganan bastante más en su profesión que en la política honrada. Volvamos a la casuística: un concejal del Ayuntamiento de Lugo con dedicación exclusiva gana 3.000 euros al mes. Es una pasta, ya lo sé, pero si en tu profesión ganas bastante más (y los ejemplos lo ganan) ¿para qué te vas a meter a dar la cara perdiendo dinero? ¿Para que te la partan? Y además ¿qué pasa con tu despacho o tu asesoría mientras estás cuatro, ocho o los años que sean en la concejalía? ¿Cómo tendrás las cosas cuando vuelvas a tu profesión, que es de la que vives? 

Tal y como están las cosas ahora, y salvando las enormes distancias que supone cualquier generalización, un profesional de éxito jamás se metería a concejal, ni a ministro en la misma proporción. Esto hace que no vayan los mejores a los puestos públicos, sino los que tienen plaza de funcionario (que es el único sector en que no se cumple lo anterior, ya que vuelves a tu puesto pasados los años que sean) y de la privada lo que queda, y entiéndanme bien que no estoy diciendo que todos “los políticos” sean unos fracasados, hay mucha gente de gran prestigio y de enorme valía que se mueven por una auténtica vocación de servicio público y no por dinero. 

Entonces, ¿cuánto ha de cobrar un concejal? ¿O un ministro? Es una difícil pregunta ya que hay dos criterios muy razonables pero opuestos. El primero, por el que me inclino en general, es el de que a igual puesto iguales retribuciones, por lo que una persona que esté desempeñando un cargo de concejal no puede cobrar ni más ni menos que un compañero suyo que haga la misma función. Pero el otro criterio, que me tienta en el caso concreto de la política, es uno que haría que cada uno cobrara en función de lo que cobraba antes de dedicarse a ejercer un cargo público, estableciendo, por supuesto, mínimos y máximos. 

Es decir, que si yo soy auxiliar administrativo y gano 1000 euros al mes, como concejal gane un máximo de 1500 (es un ejemplo, no me critiquen la cifra) y si soy un abogado que de media factura unos 6000 euros al mes en el mismo puesto gane unos 4500. Una cosa es perder algo de dinero y otra muy diferente cobrar la mitad o un tercio de lo acostumbrado porque, insisto, a quienes nos interesa que los buenos se dediquen a poner orden en este gallinero es a nosotros. 

Esto debería ir enmarcado en una reforma completa que fijara una serie de baremos para los sueldos de los responsables públicos. No es normal, en mi opinión, que Artur Mas (144.000 euros) cobre el doble que Rajoy (78.185 euros), o que un miembro de su gobierno (más de 108.000 euros) supere con creces al ministro del mismo ramo (menos de 69.000 euros). Tampoco parece lógico que un Alcalde como el de Barcelona (casi 110.000 euros) gane más que el Presidente del Gobierno o que cualquier ministro, o que el de Lugo (46.018 euros) gane poco más de la mitad que el de Ourense (72.000 euros). Me lo pongan como me lo pongan es totalmente absurdo que el alcalde de Sevilla (107.000 euros) cobre más que el de Madrid (102.000 euros) por muchísimas razones entre las que está el puro sentido común. Si nos vamos a las cifras de los ayuntamientos pequeños vemos que alguno como el de Muras, con menos de 800 vecinos, paga a su alcalde 54.300 euros anuales, que es una barbaridad. 

Entonces, se preguntará algún avispado lector, ¿en qué quedamos? ¿Se cobra en función de lo que se había cobrado antes o según lo que marque la ley? Pues podemos llegar a una “Entente Cordiale”. Tal vez habría que diseñar una fórmula en que se decida de forma objetiva el sueldo en función de algunos factores como la población, las responsabilidades asumidas y servicios ofrecidos, el presupuesto ejecutado, el salario medio de los habitantes de la administración de que se trate, e introducir un modificador en función de los ingresos que la persona tenía antes de entrar en el cargo o que el resultado sea un porcentaje a aplicar respecto a ese sueldo previo. 

Nadie ha dicho que sea fácil lo que propongo pero sería cuestión de ponerse a ello. Cosas más raras se han hecho, pero desde luego, y partiendo de la base de que sé que mi propuesta sería muy mal recibida por muchos sectores, al menos espero que sí se abra un debate serio en este país sobre las retribuciones de los cargos asumiendo que, aunque la demagogia diga otra cosa, un gestor de nuestros intereses colectivos tiene que cobrar un buen sueldo. Y, por supuesto, elegir gente competente para los puestos, claro.

viernes, 25 de enero de 2013

Cuidando del casco histórico

Hay situaciones en esta ciudad que son como mínimo chocantes. Se aprueban una serie de normas salvajes para mantener una “estética” del casco histórico, con cosas tan ridículas como prohibir las puertas de madera (es en serio) y sin embargo llevamos años y años con solares llenos de mierda sin que nadie haga absolutamente nada para solucionarlo. 

Les hablo, por ejemplo, del solar que está entre la calle Montevideo y la Ruanova, del cruce de la Ronda de la Muralla con San Roque, de muchos de la Tinería… A los ojos del paseante esta ciudad parece que se cae en pedazos por algunos sitios y mientras tanto estamos muy preocupados de que nos pinten una puerta de madera, que lleva ahí 50 años, de blanco nuclear porque queda “como más moderno” dentro de ser clásico (yo tampoco lo entiendo). 

Es una cuestión de prioridades. Primero, entiendo yo, habría que ir a por los grandes focos de problemas, donde las ratas campan a sus anchas y que incluso, poniéndose en plan gafe-alarmista, se nos puede caer encima la pared el día menos pensado. Pero no, aquí se hacen las actuaciones pensando en fantasilandia, y dando por sentado que lo demás se arreglará solo. 

Esta foto es antigua, del 2007.
Ahora no hay plantas pero el solar sigue abandonado.
No sé si recuerdan ustedes las elecciones municipales de 1999. Yo sí. Uno de los grandes temas de la ciudad, por no decir el que decidió la campaña, fue la famosa casa apuntalada de la plaza del Campo. En el edificio donde hoy está el “centro de interpretación de la Muralla” (¿cómo se interpreta una Muralla?) había unas grandes vigas de metal que sujetaban la estructura para que no se viniera abajo. Fue uno de los debates más encarnizados, y se acusó al Ayuntamiento de descuidar el centro, lo cual no deja de ser paradójico porque fue de aquella cuando se peatonalizó el casco histórico. 

Hoy podemos ver en la Plaza de Santo Domingo una estructura metálica similar sujetando otra casa, además de edificios en ruinas de los que, cuando sopla de poniente, caen cristales a la calle… y no pasa nada. 

Nos gastamos una fortuna en una puñetera ventana arqueológica en la que, además, no se ve nada, para “atraer el turismo”, pero eso sí, pasamos olímpicamente de los grandes problemas que generan esos nidos de porquería situados estratégicamente para que las ratas puedan sobrevivir. Quizás sea una medida ecológica que yo no he pillado. 

Ya sé que los solares son privados, pero hay herramientas para obligar a los propietarios a tenerlos con un mínimo grado de decencia. Eso sí, si en lugar de tener un terreno insalubre tienes un local con puerta de madera, te pueden sancionar. Con un par.

jueves, 24 de enero de 2013

Los americanos ya no están en Irak

Lo que es la actualidad. Un suceso puede ser más o menos grave periodísticamente hablando según el momento en que se produzca, y teniendo en cuenta el “ideario colectivo” que sirve de fondo al mismo. 

Hoy cuesta mucho trabajo encontrar en la prensa una pequeña nota a pie de página en los diarios que he consultado sobre un atentado en Irak. Ha sido grave, muy grave, con 42 muertos y 85 heridos. Es, al parecer, el peor de los últimos 6 meses, pero como ya no hay americanos en Irak ya no es noticia de portada. Por lo que se ve no todas las muertes se traducen a tinta de la misma manera. 

Las cosas tienen la importancia que la prensa dice que tienen, nos guste o no. El cuarto poder ya no ocupa ese lugar, sino el primero. Hoy un periódico con cierta influencia puede decidir unas elecciones con bastante facilidad, y si hablamos de una postura común en que los periodistas se defiendan unos a otros ya ni les cuento. 

El corporativismo es frecuente en todas las profesiones, quizás con la excepción de la medicina y la hostelería, ya que en general en estos sectores sólo están interesados en sacar su negocio adelante y hablar mal de los compañeros, por eso me sorprende tanto cuando se habla de la “clase política” metiendo en el mismo saco al corrupto concejal, alcalde, diputado, ministro o lo que sea, y al honrado concejal, alcalde, diputado, ministro o lo que sea, que también los hay, y en mucha mayor cantidad aunque la ciudadanía no lo vea muy claro. 

Si no sales en el periódico no existes. En niveles altos ya hablamos de la tele. Pero tampoco entiendan esto como una crítica a la prensa, ya que los medios de comunicación son iguales que los dirigentes políticos, reflejan la sociedad en que vivimos y que entre todos construimos, o lo que sea que hacemos. 

Obviamente un editor tiene la libertad de destacar una notica o la otra, pero su fin último no suele ser tapar un escándalo o dar publicidad a una tontería, sino vender periódicos o subir audiencia. Somos los consumidores, los ciudadanos, los que con nuestros cuartos o nuestros mandos a distancia decidimos el futuro de la comunicación. Nos rasgamos las vestiduras cuando vemos que van por la 15ª edición de Gran Hermano (lo he puesto a ojo, la verdad es que no sé cuántas van y me da pereza buscarlo en Google) y que Informe Semanal lucha a duras penas por sobrevivir, pero es que oigan, somos nosotros los que damos esos picos de audiencia a una casa de gente ociosa en lugar de ver documentales, que son muy útiles para echar la siesta. Quizás el tono de voz influya. 

Lo mismo pasa con casi cualquier cosa. Nos parece fatal que McDonalds invada España con sus ¿restaurantes?, que las tiendas de los chinos vendan destornilladores que se tuercen al apretar el tercer tornillo, que las grandes empresas textiles tengan a niños cosiendo en la India… pero si tan mal nos parece, ¿quién llena los comedores, compra la ferretería de baratillo o busca trapitos de ocasión? Nosotros, la sociedad, que ahora no somos ciudadanos sino consumidores. 

En fin, que es lo que hay. Irak ya no es portada aunque mueran 42 personas. Antes con un atentado de tres salía a toda plana abriendo “Internacional”. Pero los americanos ya no están en Bagdad.



miércoles, 23 de enero de 2013

Tráfico relajado

Hablar de tráfico relajado parece un contrasentido, ya que en demasiadas ocasiones cuando una persona normal se sube al coche se convierte automáticamente en un energúmeno. No seré yo quien se autoexcluya de esa categoría (¿este blog se está convirtiendo en mi confesionario particular o me lo parece?).

Por lo visto el Ministerio está preparando un nuevo código de circulación, en que se establecerá como limitación máxima en carreteras secundarias los 90 kilómetros por hora. La verdad es que ahora es un poco confuso el tema, porque se supone que hay que parar el coche, bajarse a medir el arcén y, si tiene más de 1,5 metros, sabemos que podemos ir a 100, y si no a 90. 

Partiendo de la base de que me parece bien esa medida, teniendo en cuenta que más de tres de cada cuatro fallecidos en carretera lo son en esas carreteras secundarias, les diré que creo que tráfico debería dar un repasito un poco más a lo bestia del sistema de tráfico de nuestro país. 

El problema fundamental que le veo es que a esto le pasa como a todo lo que lleva funcionando varias décadas, que te encuentras con sinsentidos y señalizaciones que no tienen la más mínima lógica. 

Por ejemplo, por venirnos a Lugo, ¿alguien se explica por qué en ciertos tramos de carretera nacional, de cuatro carriles, se limita la velocidad a 50 kilómetros por hora? Para eso no pongan ustedes una semiautovía, hombre, que uno se siente imbécil a ese paso de tortuga donde no procede. 

Sucede lo mismo con las rotondas. No sé para qué demonios las construyen si resulta que no hay nadie que las use correctamente. La de golpes que se ven porque el del carril interior se cruza para salirse por la tangente (literalmente) mientras el del carril exterior pretende seguir girando alegremente hasta el fin de los tiempos. Claro, así el topetazo es seguro. Pero ese problema no es de señalización, sino de falta de conocimiento sobre las rotondas. Quizás deberían pintar las líneas del suelo de otra manera para aclarar a la gente cómo se circula en ellas. 

Lo que sí es cosa de tráfico es la enorme cantidad de señales de STOP mal puestas. Parece ser que poca gente diferencia un “ceda” de un “stop”, pero se supone que los que colocan las señales deberían apreciar lo que significa una y otra. Les puedo citar de carrerilla varios cruces donde hay señales de STOP con una visibilidad fantástica que permite que con un “ceda” se solucionara el tema de forma bastante más efectiva. 

En Lugo sabemos mucho de incidentes de tráfico, incluso de gente que fue apuñalada por llamar la atención a un conductor que casi lo atropella en un paso de peatones (nota al margen, ¿alguien se acuerda de cuando se diferenciaban “pasos de peatones” de “pasos de cebra? Porque yo de los primeros ya no veo ni la muestra). También sabemos que las normas son peligrosas si se aprueban a lo loco, baste recordar la que se puede liar si el Ayuntamiento no se aviene a modificar la nueva ordenanza de tráfico que permite que te sancionen por caminar por la acera izquierda de Lugo (es en serio). 

El gran problema de las normas de tráfico, como en todos los sectores de la vida cotidiana del españolito medio, es que hay tal cantidad de normas, regulaciones, ordenanzas, indicaciones, directrices y sugerencias de obligado cumplimiento que uno cuando va en el coche está totalmente seguro de que si un guardia civil está con un mal día y le quiere sancionar va a tener motivos sí o sí. Puedes ir a la velocidad correcta, con el coche en orden, los papeles encuadernados en piel de cabra montesa y con los sellitos de colores en su sitio, que a lo mejor te paran y te dicen que ibas demasiado cerca de la línea central de la vía o algo así y te cascan 200 euros y dos puntos, que lo del carnet ahora parece un concurso de mises. 

En fin, veremos en qué queda esto, pero les puedo ir diciendo que si la norma sirve para relajar el tráfico en carreteras secundarias y evitar muertes, bienvenido sea. Además, se ahorra gasolina.

martes, 22 de enero de 2013

Leiraparking


Hace unos días me acerqué al HULA a ver a un pariente mío al que tuvieron que intervenir por un problemilla de salud. Está bien, gracias por la preocupación. 

Al salir del hospital me encontré frente a frente con un hermoso cartel del Ayuntamiento de Lugo metido en un zarzal que reza “Acondicionamento de espazo público. Estamos traballando para vostede. Desculpe as molestias”. 

La primera pregunta que me asalta es, ¿se trata de un cartel de obra? Porque no se ve máquina alguna por ningún sitio, ni se sabe a qué se refiere el cartel con lo de acondicionar un espacio público, no se ve en qué se supone que están trabajando para nosotros. Por no haber ni siquiera hay las molestias por las que se disculpan. La única actividad que se detecta es el cartelón y el crecimiento de la naturaleza en toda su gloriosa magnificencia. 

Tal vez, intuyo, se trate de un nuevo parque natural que están “acondicionando” en ese espacio. Si es así echo en falta un cartel explicativo de las especies forestales del entorno, para nuestra información de si es toxo o xesta lo que nos araña la cara, sobre todo los que somos legos en materia biológica. 

Ahora que se ha puesto de actualidad el tema de las reivindicaciones hospitalarias me viene a la memoria cuando el señor Orozco se rasgaba las vestiduras porque no había donde aparcar – gratis, se entiende - cerca del HULA. El nuevo hospital tiene un generoso aparcamiento, pero ese término se refiere al espacio, no a la tarifa, que sólo sale razonable de precio si se contratan bonos de larga estancia (si uno tiene un pariente ingresado le sale más que rentable y además es más cómodo). Es lo mismo que pasa, por ejemplo, en el CHUAC (más conocido como el “antiguo Juan Canalejo”), donde para aparcar hay que abrir la cartera sin que nadie monte un berenjenal por ello. 

Este problema se solucionó sobre el papel con la intervención de Diputación y Ayuntamiento, que en febrero de 2011, es decir, hace casi dos años, anunciaron que la semana siguiente a la de la noticia empezarían los trabajos de desbroce para habilitar un gran espacio de mil plazas de aparcamiento gratuito. Seguimos esperando por ellas, pero el cartel está allí, sin fechas, a mayor gloria de la demagogia. 

Qué quieren que les diga, yo tampoco veo ninguna lógica a construir un complejo hospitalario gigantesco en medio de la nada sin prever una explanada cerca de la puerta donde poder aparcar. Hoy día casi todo el mundo se mueve en coche (ahora menos por la crisis) y lo del bus urbano, si bien es una opción muy recomendable, es incómodo porque primero exige sacarse una licenciatura en matemáticas para entender los horarios que hay en las paradas. 

Pero una cosa es que vea lógica esa explanada, y otra muy diferente que comparta la táctica cotrosa de salir en los periódicos cargando tintas contra la administración autonómica (cuando es azul, porque cuando era de otro color callábamos los mismos fallos), anunciar la “pronta” solución y luego dejar dormir las máquinas, quizás porque no era tan sencillo como decíamos. 

Que en Lugo se permita el chantaje indisimulado de los “gorrillas”, por el que les das unas monedas a cambio de no rayarte el coche, es una tomadura de pelo. Que se compare esa delictiva actitud a la del pobre hombre que se busca la vida vendiendo pañuelos en un semáforo (tiene la misma calificación en la nueva Ordenanza de Tráfico de Lugo) es aún más indignante. Que se juegue a la política de barrizal con estos temas no colabora para nada con dignificar una política que cada vez está más en la picota. 

Se supone que los accesos al hospital y la urbanización del entorno son competencia municipal. Vale que la Xunta podía haber hecho una explanada frente al hospital, no se lo discuto, pero creo que bastante esfuerzo se hizo construyendo el edificio como para ahora ponerse picajosos, y parece que es más importante que destinen los cuartos a, por ejemplo, dotarlo de los servicios que le faltan como la anunciada hemodinámica. 

No es un tema crítico, nadie se juega el tipo por aparcar en el “leiraparking” (hasta que atropellen a alguien al menos), pero quien denunció su “gravedad” fue quien puso el cartel en el zarzal. Hay una máxima cutre que dice que la política es el arte de crear necesidades y luego satisfacerlas para lograr votos. En Lugo le damos una vuelta de tuerca más, y ni siquiera hay que cumplir el segundo requisito, con montar el cirio y esperar a que la gente se olvide de que uno asumió solucionar el problema es suficiente.

lunes, 21 de enero de 2013

Corrupción social

La semana pasada la terminamos con el escándalo de Bárcenas, que amenaza con convertirse en uno de los más graves de la historia política de este país, que es decir bastante en lo que parece ser esta cueva de ladrones llamada España. 

Tengo que reconocer que estoy gratamente sorprendido por las declaraciones de Esperanza Aguirre, paladín una vez más del sentido común que pide que se investigue “caiga quien caiga” y que se extraña de que nadie en el PP supiera nada (supongo que ella misma se incluye, que se entiende que es una persona informada), y de la reacción de algunos líderes del partido afectado (le ha tocado al PP) que de cara a la galería, por ahora al menos, aseguran lo de que “cada palo que aguante su vela”, pero es algo realmente excepcional. 

Me ha descolocado un poco que salga el PSOE como una hidra a decir que es “insoportable”, o que se lea por ahí que el PP es el “partido de la corrupción”. No voy a hacer recuento de las corruptelas de otras formaciones, empezando por ésta, porque creo que precisamente ese es el problema: que se trata de una batalla mediática, electoral y cortoplacista. 


Los partidos políticos tienen, en este tema, unas miras muy cortas, ya que simplemente confían en que con taparse la nariz cuando les toca la china y dejar pasar la tormenta el chaparrón escampará y que en breve ya saldrá otro escándalo que deje el propio en segundo plano de la actualidad. Cada vez que hay un escándalo en un partido, los del otro lado se frotan las manos con muy poco disimulo y dicen que es lógico, que “esa gente es así” y que ellos son los honrados. ¿De veras? Creo que ya no queda ningún partido que no se haya visto implicado en un tema de este tipo, y si lo hay es porque probablemente no ha pisado una moqueta oficial en su vida. 

Aquí se producen dos tentaciones diferentes: una la que ya hemos dicho de decir, de una manera menos clara “ya sé que en mi casa hay chorizos, pero anda que en la de los otros…”. La otra es más del pueblo llano que es reducir todo a un “todos son iguales” y, por lo tanto, identificar política con corrupción y asumir que quienes deberían ser servidores públicos lo son de lo propio. Grave error aunque comprensible visto lo visto. 

La corrupción no es inherente a un partido o a otro, sino a la sociedad. No culpo al español medio de que Bárcenas se llevara la pasta, no me entiendan mal, pero sabemos que España es un caldo de cultivo fantástico para estas cosas. Somos el país de Rinconete y Cortadillo, del Lazarillo de Tormes… tanto es así que en lugar de hablar de ladrones o delincuentes hemos inventado la palabra “picaresca” para que no suene tan mal. Luego dicen que es la envidia, pero les garantizo que el pecado nacional es, sin duda, la “picaresca” (lo digo así para que nadie se me ofenda). 

España es un lugar donde cuando a uno lo multan no sólo no se molesta en leer la denuncia, sino que ni se le pasa por la cabeza la idea de recurrirla; mejor nos buscamos un amigo, cuñado, padrino, colega o lo que sea que “nos la quite”. Es donde cuando hay un camino legal y sencillo para hacer una cosa se oye lo de “ah, espera que llamo yo a un amigo mío que te lo arregla”, cuando para “arreglarlo” sólo hay que hacer la correspondiente instancia porque son cosas administrativas y automáticas. Es el paraíso del amiguismo en todos los niveles, que en los más bajos supone saltarse la cola porque conoces al de la mesa y en los altos meter varios millones en Suiza. 

Pero lo grande es que se defiende esto pública y descaradamente. No lo de los 22 millones, porque no todo el mundo puede acceder a ellos, pero lo otro sí. “Hombre, es que si conoces al tío para qué hacer cola”. Pues para demostrar respeto por las personas que llegaron antes que tú y que a lo mejor tienen tanta prisa o más. Ahí es donde nos llevan ventaja los nórdicos, los europeos, las personas civilizadas de verdad, los que asumen que la sociedad no puede funcionar a base de “cuñados” o “amiguetes”. 

Nuestro país se indigna con los políticos corruptos, pero acepta con normalidad que los demás sectores de la sociedad estén podridos. Pues tengo dos noticias, una buena y una mala: la mala es que este tema no es propio de unas siglas, ni siquiera de un sector de población, aunque sea el que más sale en la prensa. La buena es que hay políticos honrados, al igual que funcionarios, taxistas, panaderos, notarios, médicos, electricistas, comerciantes, empresarios, sindicalistas, barrenderos y maestros honrados aunque salgan manzanas podridas en el cesto. 

Antes de decir que “todos son iguales” piénsenlo bien. Piensen que no condenan a una mal llamada “clase política”, sino que están hablando del reflejo de nuestra sociedad. La política es, para bien y para mal, el espejo de la población a la que representan. 

Eso no les disculpa, sino todo lo contrario. Que nadie entienda que estoy defendiendo o minimizando la corrupción, es justo al revés, estoy denunciando que en mi opinión llega mucho más allá del concejal de urbanismo o el tesorero de un partido. 

El gran problema de todo esto es que la gente no está perdiendo la fe en los políticos, sino en todo, en las instituciones, en el sistema. Y el sistema no es malo, ni bueno, es normal como todos, pero no existe ninguna forma de organizar un Estado que pueda funcionar bien con engranajes podridos. Con cambiar de funcionamiento no vamos a lograr nada si primero no se sustituyen las piezas deterioradas, y corremos el riesgo de que nos venga un “salvapatrias” a vender honradez a un euro el kilo y nos salga rana. Así ganó las elecciones Adolf Hitler.

viernes, 18 de enero de 2013

El método científico no funciona en Facebook

Que las discusiones en Facebook son eso, discusiones y no debates, es difícilmente rebatible. Hay dos palabras mágicas que me parecen particularmente irritantes que son “Sí, pero…”. Se utilizan principalmente cuando alguien argumenta una barbaridad y se la rebates demostrándole que se equivoca. En ese momento retuercen lo que ellos mismos habían dicho y buscan otro apoyo distinto para poder mantener su frase inicial. 

Esto se acentúa, particularmente, cuando se habla de personas que, por lo que sea, levantan pasiones para bien y para mal, como es el caso de, por ejemplo, Esperanza Aguirre. Sólo mencionarla y una parte de la población se encabrona, mientras otra siente un irrefrenable impulso de aplaudir. Hay gente así, que no resulta indiferente a nadie. 

Pongamos pues de ejemplo a la señora Aguirre. Te sueltan una de esas cosas que dice la gente sin pensar en plan “es que es una fascista que lucha contra mi derecho a casarme con mi pareja”. Si algún mérito tiene Esperanza Aguirre es que no titubea: nadie puede tener un asomo de duda sobre sus opiniones en casi cualquier tema que se le plantee. En este tema ha tenido el cuajo de ser de los pocos altos cargos del PP que dijo pública y privadamente que el recurso contra el matrimonio gay era un error, y lo dijo porque sin duda es una de las figuras liberales que hay en el PP. Si le mencionas esto al que aseguró la tontería es cuando usa la fórmula “Sí, pero…”. 

A continuación puede venir un “pero lo dijo por intereses electorales”, “pero lo dijo mintiendo”, “pero no cree en ello”, “pero…”. No veo que nadie diga “ah, pues eso no lo sabía, mira, pues me equivocaba”. Aunque sea algo palmario, evidente, demostrable, medible y cuantificable. Eso es lo de menos. El método científico no funciona en Facebook y la experimentación y la comprobación no convierten las hipótesis en teorías o leyes, ni los hechos se pueden usar para derribar falsos postulados.

Lo mismo ocurre con los bulos, que se publican con una alegría desmesurada pero que, una vez se demuestra que son falsos, nadie corrige, matiza o anula. Cuando se publicaron las memorias de Aznar andaban por internet una serie de párrafos supuestamente suyos en que decía que se le había aparecido Dios para anunciarle que guiaría al mundo. Era mentira, un bulo, pero quienes lo publicaron no han corregido ni han puesto nada al respecto. Y siempre habrá algún lector que sólo recuerde la mentira.

Si exceptuamos unos poderes telepáticos envidiables, ya que la mayoría de esta gente asegura saber lo que piensan no sólo quienes creen conocer, sino terceras personas a las que no han visto más que en el telediario, por lo demás no parece que adornen otras grandes virtudes a quien sostiene eso, ni que pueda presumir de una excesiva inteligencia quien niega una evidencia. 

Si no estás dispuesto a aceptar una crítica o que alguien te corrija un error, no postees. “Manolete, si no sabes torear, ¿”pa’qué” te metes?” En este blog algún lector me ha corregido cosas en que yo estaba equivocado, y lo reconocí sin mayores problemas. Otra cosa es un tema de opiniones subjetivas o valoraciones, pero si dices que la Muralla es del siglo XIX y alguien te menciona que no, que tiene 1800 años, te toca bajar las orejas y decir, “ah, pues me equivoqué”, y no ponerte en plan “Sí, pero hubo grandes reformas en el siglo XIX y en realidad se podría considerar que es de esa época”. Nadie está libre de error, pero sí de insistir tozudamente en el mismo. 

Leeremos muchos “Sí, pero…”. Mi recomendación es no entrar mucho al trapo, aunque cuesta trabajo por aquello de que “el que calla, otorga”… y aunque yo mismo no aplique demasiado ese consejo. No se lo digo porque yo lo haga, sino porque sé perfectamente que es lo que debería hacer. Errare humanum est, sed diabolicum perserverare (mucho me gustan a mí los latinajos éstos…)

jueves, 17 de enero de 2013

La farola

Hoy no les voy a hablar de Lugo ciudad, aunque les garantizo que hay miles de ejemplos de lo que les voy a contar, quizás no tan exagerados, o sí… 

Ésta es la historia de una farola que no se quería mojar, así que buscó acomodo en medio de un edificio particular. El lugar, Foz, más concretamente una de sus dos principales avenidas, las que antes conformaban la “carretera general” que ahora ya no pasa por el centro del pueblo pero que siguen siendo su principal arteria, además de la que baja a la playa. 

Lo que me sorprende es que alguien, quien fuera, no viera anormal o no diera aviso a quien correspondiera a la hora de hacer lo que fuera de segundo, que no sé si es la farola o el edificio. Tan absurdo es instalar una luminaria taladrando una casa en obras, como poner ladrillos rodeando un farol. A mi, personalmente, no me resulta normal. 

En ocasiones las obras se hacen mal porque están mal pensadas, mal diseñadas o mal ejecutadas, pero no acaba de entrarme en la cabeza que quien pone físicamente el hierrajo en mal sitio o el ladrillo donde no es no se pare a decir a su jefe, “oiga, que esto es una estupidez”, quizás porque el jefe le va a contestar “¿y usted quién se cree que es para decirme a mí lo que es o no una estupidez?” o quizás, la opción más triste, porque le importa un carajo. 

Es como lo de las rampas para sillas de ruedas que ponen en algún sitio. No tienes muy claro si es para permitir a la gente en silla que vaya por esa zona o para crear más usuarios de sillas, porque eso es para matarse. Pendientes imposibles, maniobras ridículas, obstáculos insalvables… cosas que se hacen para cumplir una normativa esperpéntica que obliga a ejecutar accesos que nadie puede utilizar sin riesgo de romperse la crisma. 

Y, por supuesto, tenemos también el apartado de “obras que no sirven para nada”, que en España somos expertos, como las carreteras que no van a ninguna parte, los puentes de cuatro carriles que comunican vías de dos, los aeropuertos sin vuelos y los museos con peceras y mesas llenas de unto. 

Si en España se dejara de tirar el dinero a manos llenas lo de la crisis no digo que se solucionara, pero que se aliviaba notablemente casi seguro que sí. En conexión con lo que les decía ayer, si aquí viene un alemán a ver lo que se ha hecho con el dinero “que viene de Europa” ya no es que nos cierren el grifo, es que nos echan de la Unión Europea a patadas, y no sin cierta razón. 

La cuestión, además de gastar menos, es gastar bien. Explíquenle a un vienés, cuando vea la nueva terminal del Aeropuerto de Santiago, que ha costado más de 200 millones de euros, junto a la vieja que aunque no era ninguna maravilla de la arquitectura valía perfectamente con algunas reformas, que nos están pagando esa obra mientras en su casa ellos siguen tirando con estructuras de los años 40 o 50 parcheándolas para no despilfarrar (si ven ustedes la estación de autobuses de Viena se sorprenderían). 

No se trata de no querer obras, se trata de no quemar el dinero. Anda que no hay necesidades más que suficientes donde gastar los cuartos. Pero claro, a lo mejor en otro tipo de cosas no ponemos placa con nuestro nombre para que perdure hasta el fin de los tiempos, que a este paso será antes de lo que imaginábamos.

miércoles, 16 de enero de 2013

Una fuente de problemas

Un amigo mío que lleva muchos años en política con importantes responsabilidades me enseñó una lección de la gestión pública: lo importante no es hacer obras, es mantenerlas. Es una verdad fundamental que va desde la farola al gran edificio de servicios, porque conseguir financiación para edificar un mamotreto es relativamente sencillo si uno tiene algo de labia y alguna influencia política. Lo complicado es mantener el chiringuito. 

Los presupuestos tienen la tozuda manía de irse hacia los números negativos, que las administraciones suelen intentar reconvertir del rojo al verde mediante operaciones de contabilidad-ficción como el incremento de los ingresos previstos, o el recurso al crédito, que viene a ser el pedir pasta al tipo de interés que marquen “los mercados” para fiarse del gobierno de turno. 

¿Dónde está el problema de esta creatividad numérica? En que eso hay que mantenerlo año tras año. Uno puede colar, incluso dos, pero después lo único que haces es generar una deuda brutal que tarde o temprano o se paga o genera un colapso del sistema. Eso es lo que hace que tengan tanta importancia cosas como la prima de riesgo o la colocación de deuda en mercados extranjeros. 

Pues con las pequeñas obras pasa lo mismo. No sólo se trata de abrir una ventana arqueológica o hacer una fuente, además del presupuesto para hacerlo, que suele ser achacado a “Europa” (siempre me pone de mala uva lo de “esto viene de Europa”, “esto lo paga Europa”, como si nosotros formáramos parte de África, Asia u Oceanía), hay que contar con el dinero anual que cuesta mantener las cosas. Si no te arriesgas a que te pase lo que pasa, que tienes los edificios cerrados a cal y canto cayéndose a pedazos o que se te ponen las obras hechas un asco. 

La actual fuente, en todo su esplendor
La reforma de la calle San Marcos, que tanto critiqué en su momento porque me parece un auténtico espanto, entra dentro de este capítulo de “planificación sin planificar”. Las nuevas y horrorosas fuentes que sustituyen a las viejas y elegantes que había en el jardín frente a la Diputación están verdes. Pero verdes, verdes de verdad, no es una metáfora. 

Se me podrá decir que las viejas daba pena verlas, pero ahí vamos a lo mismo, es cuestión de mantenimiento. Si nos ponemos en ese plan las que hay ahora también habría que tirarlas a la basura y hacer una nueva contratación, lo que tal vez sería divertido sólo por ver si se puede estropear aún más un espacio público ubicado en un lugar tan privilegiado. 

Los antiguos jardines, hoy desaparecidos
Las obras hay que pensarlas un poquito más. Esas fuentes, además de verdes, pierden agua a raudales siempre que están encendidas (que no es siempre, es a ratos). Lo de ahorrar agua, aprovechar la de la red pluvial para elementos ornamentales y todas esas cosas tan bonitas resbalan (será por el frío) por la dura realidad en que vemos que aquí se dice una cosa y se hace la contraria. 

Para este viaje no hacían falta tantas alforjas, y si bien vemos día sí y día también que se tira dinero a manos llenas, al menos podían hacer un mínimo mantenimiento de los horrores que construyen para que sea una mera cuestión de (malos) gustos. Lo único que han conseguido es gastar una pila de dinero para crear una fuente de problemas. Menos mal que no es nuestro, que “viene de Europa”.

martes, 15 de enero de 2013

Chiringuitos

A ver lo que tarda en salir en titulares un nuevo escándalo, porque en esta ciudad cada vez que uno levanta una tapa de alcantarilla no sé qué pasa que aparecen cadáveres por todas partes, y aquí ya se van viendo cosas que huelen a rancio. Les hablo de la sala de control del tráfico de Lugo y del mantenimiento de los semáforos, ese tipo de contratos en los que casi nadie se fija mucho (principalmente porque la mayor parte de la gente no sabe de qué va eso). 

De la sala de control del tráfico ya les había hablado en otra ocasión, sólo que ahora me llama poderosamente la atención que tenemos al gobierno socialista defendiendo la privatización porque sale “más barato” y se gestiona “mejor” y a la oposición del PP clamando por el mantenimiento en manos públicas del chiringuito. El mundo al revés, obviamente. 

Desde un punto de vista liberal les diré que tengo mis serias dudas de que se pueda privatizar todo. Sí, sí, no se me alarmen. Ser liberal no es ser anarquista, yo no defiendo la desaparición del Estado sino la minimización de la actividad administrativa allí donde no es necesaria, dejando florecer la iniciativa privada que es la que tira de la economía y, en definitiva, del país. 

En este caso he de decir que yo tampoco privatizaría la sala de tráfico, pero no porque crea que todo ha de estar en manos del Estado, sino porque los tres únicos sectores que considero que han de ser públicos son la administración pura y dura, la justicia y la vigilancia, esto es, la policía y los demás cuerpos de seguridad. 

Tener la red de cámaras que hay en las calles de Lugo (probablemente muchas más de las que ustedes se imaginan) en manos de una empresa no acaba de gustarme demasiado. Teóricamente el uso de esas cámaras es para evitar atascos, y hacer que cuando hay una calle con más densidad de tráfico se abran más tiempo los semáforos para solucionar el problema. No veo yo que funcione demasiado el tema, pero imagino que es más complejo de lo que parece. Les decía que ese es el uso teórico, pero nos conocemos. 

La situación actual es aún más ridícula. Desde el año 2008 no hay contrato para la empresa que está llevando el chiringuito, con lo que están en una situación como mínimo irregular. Vale que puedan pasar unos meses en caso de imprevisión por no haber un nuevo contrato, o porque surjan “imponderables” como que otra empresa recurra el concurso… pero oiga, que va la cosa para cinco años… 

Quédense con este nombre: Telvent. Es la empresa concesionaria. Habrá que estar al quite para ver si tiene otros contratos con el Ayuntamiento de forma irregular, tal y como tiene esos dos de la sala de tráfico y el mantenimiento de semáforos. Quién sabe si nos encontraremos con otro Vendex. Parece que abundan y sólo hay que fijarse en quién sale en la foto de la inauguración.

lunes, 14 de enero de 2013

La caída del caballo de Bao

Aunque ya no debería quedarme capacidad de asombro, y así lo he manifestado en varias ocasiones, les juro que hay veces que no sólo se me van las cejas hacia la parte más alta de mi frente, sino que incluso leyendo el periódico hay días en que se me escapa alguna exclamación que, imagino, hará pensar a los de alrededor que estoy como una cabra (lo cual tampoco me creo en situación de discutir, ya que dicen que todos los locos se ven como cuerdos a sí mismos). 

Pues el sábado me pasó esto. Leo lo siguiente: “El BNG propone que la ordenanza municipal potencie el uso de la bici”. Nada como para asustarse… si no recuerdas que el 5 de noviembre votaron a favor de la ordenanza que ahora pretenden modificar. 

Vale que la política, tal y como se entiende desde el fango, es el arte de decir lo que te conviene y no lo que crees que has de decir, pero hombre… esto es reconocer pública y notoriamente que en los plenos votaban lo que les mandaban, y no lo que creían que era bueno para la ciudad. Si alguien ve alguna grieta en el razonamiento les ruego que me lo indiquen. 

El 20 de noviembre, quince días después de votar a favor de la ordenanza, el BNG dejó el gobierno porque su socio no dimitía como alcalde (recuerden que fueron ellos los que le dieron el sillón), y ahora nos vienen a decir que no, que la ordenanza no está bien y que hay que cambiarla. ¿Alguien más ve una correlación entre ambos hechos, o es cosa mía? 

También puede ser que como Paulo de Tarso, más conocido como San Pablo tras su famoso encuentro con la voz de Jesucristo que le hizo caerse del caballo (hoy tráfico multaría las revelaciones igual que hablar por el móvil, que por lo que se ve son peligrosas), Antón Bao haya visto la luz gracias a las dioptrías que corrige el no estar en el gobierno. Ya veo a Miguel Indurain  rodeado de un halo de luz y diciéndole a Bao: "Antón, Antón, ¿por qué me persigues?"

En cualquier caso, bienvenidos al sentido común. Aunque la noticia sólo hablaba de que ahora defienden un uso más razonable de la bicicleta del que contempla la normativa que ustedes mismos aprobaron junto a su exsocio el señor Orozco, confío en que una de sus 12 alegaciones a la ordenanza vaya también dirigida a evitar que nos puedan cascar una multa por andar por la acera izquierda de una calle. Se lo digo porque a lo mejor la revelación sólo les hizo caer de la bici y no se fijaron en ese detalle.

Es lógico que cuando uno hace un pacto de gobierno sacrifique ciertas cosas. Lo suyo sería charlar amigablemente con los otros concejales sobre los asuntos que están sobre la mesa y, en caso de desacuerdo, tirar como buenamente se pueda pero sin permitir que se usen los votos propios para aprobar barbaridades. Sin embargo, por lo que se ve, lo que se reducen a hacer es dejar parcelas de gobierno al socio y no meterse en donde no les llaman, comulgando con ruedas de molino en forma de multas a peatones o ciclistas por hacer cosas que nadie podría ver ilógicas. 

Eso es, queridos amigos, lo que realmente supone un pacto de gobierno. Es un mero reparto de la tarta de gobierno en que cada cual se mira el ombligo y no osa poner en duda el criterio del copropietario de la institución de que se trata. 

Y luego pretenderán que un servidor no tenga en baja estima los bipartitos. Bueno, en mi caso les importará un cuerno, era un decir.

viernes, 11 de enero de 2013

Un mundo de honor

A ver si nos vamos de fin de semana con buen sabor de boca. Les voy a contar la historia de un gesto que se dio el pasado 2 de diciembre en una prueba de atletismo y de la que no he oído hablar demasiado, la verdad. 

Lo que pasó fue lo siguiente: en una carrera de atletismo había dos corredores finalistas. El primero un keniano, Abel Mutai, que estaba ganando con mucha claridad la carrera (el bueno del chico es medalla de bronce de los últimos Juegos Olímpicos); el segundo el español Iván Fernández Anaya, que ve con sorpresa que su rival se para unos metros antes de la meta… porque se ha confundido y cree que ya ha llegado. ¿Qué hace Iván? ¿Aprovecha la ocasión para rebasar al oponente y hacerse con la carrera? No. Al llegar a su altura se detiene, empuja al otro, le explica por señas que se ha colado y lo lleva casi en volandas a la meta, regalándole la prueba. 
Deportivamente hablando fue una barbaridad, aunque la palabra deportividad también se refiere a lo que hizo ese chico. Su entrenador, el maratoniano Martín Fiz, reconoció que él no lo habría hecho. Si nos miramos todos el ombligo reconoceremos que la mayoría de nosotros tampoco. Nos han metido en la cabeza el rollito americano de que lo importante es ser el “number one” y que la generosidad, la entrega, la honradez y la caballerosidad palidecen frente a una medalla de oro. Iván no lo pensó así. 

Este chico, estudiante de FP porque el atletismo no le da para comer, se ha convertido para mí en un ejemplo. No siempre se trata de ganar, ni de ser el primero. A veces hay que ser más honrado que eso y llevar las cosas como uno piensa que se han de llevar, y no aprovechar un error ajeno cometido sin mala voluntad para torcer el resultado y convertir la derrota en victoria a cualquier precio. 

Habrá perdido esta carrera pero ha ganado mucho, muchísimo más. Ha ganado una medalla de oro al honor, a la coherencia, a la deportividad y a la humanidad de un gesto que le honra. Si hubiera más gente así, viviríamos en otro mundo, y les puedo asegurar que no sería peor que el que tenemos. Sin duda sería un mundo de honor.

jueves, 10 de enero de 2013

La percepción de la justicia

Si vale para un presunto mafioso chino vale para un (autodeclarado) corrupto local. Me refiero a las razones que lograron la excarcelación de nuestro ex edil Liñares, que anda libremente por la calle gracias a que el juzgado metió la pata y prorrogó su detención de forma irregular más allá de las 72 horas marcadas por la Constitución. 

Dice el artículo 17.2 de la Constitución que “La detención preventiva no podrá durar más del tiempo estrictamente necesario para la realización de las averiguaciones tendentes al esclarecimiento de los hechos, y, en todo caso, en el plazo máximo de setenta y dos horas, el detenido deberá ser puesto en libertad o a disposición de la autoridad judicial”. En este artículo se basaron tanto los abogados de la presunta red mafiosa china de Gao Ping como los del ex concejal lucense, y ante la Constitución no hay más que decir que “sí, padre”. 

Lógicamente la ciudadanía está preocupada. Ese rollo de que cuanto más trinques más fácil es que evites la cárcel porque te puedes pagar mejores abogados al final va a ser verdad y todo. Si un desgraciado roba un trozo de pan para alimentar a su sobrino moribundo (el domingo fui a ver “Los Miserables”, ¿se nota?) probablemente lo condenen a 5 años de trabajos forzados (nadie se asuste, esto también es de la novela/musical/película), pero si echa el guante a unos cuantos milloncejos de euros de los fondos públicos como mucho le caerán unos pocos años y con la gran ventaja de no tener que devolver ni un céntimo. 

Lo más triste es que si crees en la justicia no tienes más remedio que apoyar estas cosas. No lo de que suelten al que trinca los millones, sino que los tecnicismos se respeten. Hay dos principios básicos en derecho que son la presunción de inocencia (eso de que todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, válido en un juzgado pero muy poco habitual en tertulias y comentarios de bar) y otro menos conocido que se denomina “in dubio pro reo”, que quiere decir que ante la duda hay que utilizar la opción más beneficiosa para el acusado. 

Esto, que parece diseñado para que “los políticos” no paguen sus delitos (es lo que se suele oír) es válido para todo el mundo, no sólo para ellos, y es básico para garantizar que la justicia no condene inocentes. En teoría cuanto más garantista sea el sistema más difícil es que una persona no culpable acabe condenada por un delito aunque “tenga pinta de culpable”. Incluso así se dan casos de errores judiciales (que le pregunten a Dolores Wanninkhof) que son lo más grave que puede pasar en un Estado de Derecho. 

Evidentemente esas garantías no son incompatibles con la dureza de las normas, cosa que aqúi no pasa. Que a una persona no se le meta en la cárcel por un robo de poca entidad tiene lógica, pero si repite ese robo 50 veces parece de sentido común que se vayan acumulando unos con otros. No es lo mismo robar 20 euros de una vez que 10.000 en 500 pequeños robos. 

Hay una sensación de cachondeo generalizado, de falta de lógica en nuestro sistema judicial, de maraña legal que sólo se puede desenredar tras el pago de generosas minutas a quienes la conocen en profundidad que lo que dan es un resultado muy poco apetecible en una democracia: que la justicia no es tal. 

Desde Montesquieu la división de poderes se asienta en tres patas: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Teóricamente cada uno de los poderes puede “controlar” hasta cierto punto a los otros dos, y se entiende que hay independencia entre ellos. En España hay muy poca gente que distinga entre el poder ejecutivo y el legislativo (empezando por quienes ocupan los cargos, que no acaban de pillarle el tranquillo a esa diferencia), y el único que parece un poco diferenciado es el judicial, y eso con matices. 

Si desconfiamos del poder judicial, si perdemos la fe en la justicia, estamos aviados, y por ahí parece que van los tiros. Tal vez habría que darle una vuelta a todo el procedimiento que actualmente está en vigor, pero jamás se podrán eliminar ciertas garantías como las que han soltado a Gao Ping o a Liñares. El principio básico de que es mejor soltar a 100 culpables que condenar a un inocente sigue siendo válido, porque el Estado puede ser generoso hasta la estupidez con el que se equivoca, pero no puede ser verdugo de un inocente bajo ningún concepto.

miércoles, 9 de enero de 2013

Sobre los debates

Hoy toca confesión. Les voy a abrir mi alma y confesarles que conozco mucho menos a las personas de lo que pensaba, porque siempre tiendo a fiarme y a creer que la gente es mucho más razonable de lo que es. 

He llegado a la conclusión de que a la gente no la conoces bien hasta que no estás en desacuerdo con ella en algo, entonces es cuando sale a relucir la auténtica personalidad de cada cual. Por las buenas, cuando todos vamos de la mano hacia el mismo sitio y por la misma senda, todo son buenas caras, besos y abrazos. Pero ¡hay de ti si discrepas! En el momento en que haces notar que en un único punto o en algo estás en desacuerdo con cierto tipo de personas se les escapan los gases por todos los poros de su piel y se lía parda. 

Es curioso, porque además todos tendemos a catalogar, clasificar, encasillar, etiquetar y categorizar. Nos encanta decir de alguien que “es de tal partido” y con eso dar por supuestas una larga serie de características, opiniones y hasta inclinaciones que le adornan. Tanto para bien (las menos) como para mal (casi todas). Eso funciona igual si dices que alguien es de tal ciudad, de una determinada clase social, descendiente de nosequién o que se dedica a una tarea u oficio. 

Esto permite sentirnos muy contentos de nosotros mismos, ya que permite establecer un “ellos” y un “nosotros” en que achacamos los defectos, al menos los más graves, a aquellos grupos a los que no pertenecemos y nos quedamos tan anchos. Por supuesto aceptamos algún defecto propio, no sea que se ponga en duda nuestra objetividad, pero siempre son pecados veniales, de los que se pueden curar con un padrenuestro y tres avemarías. 

Para salir de un grupo y ser clasificado en otro sólo tienes que discrepar. No escucharás argumentos, que eso es algo muy sesudo y para lo que hay que pensar, sino generalizaciones, banalidades, incluso cosas que no tienen nada que ver “es que los de Lugo…” o “es que los funcionarios…” o “es que los altos…”. Francamente es alarmante la poca predisposición que hay, entre gente presuntamente leída, para debatir abiertamente sin prejuicios sobre casi cualquier tema. 

Los debates no son tales, normalmente son cruces de monólogos en que se intenta dar más una respuesta ingeniosa que coherente. Importa más "ser listo" que contestar inteligentemente a lo que se está planteando y ante la duda siempre queda el recurso Fernán Gómez y soltar un "¡a la mierda!".

Que la Democracia en España no ha arraigado lo tengo más claro que el agua. Llegó con muy buenas intenciones pero se ha convertido en una especie de circo de tres pistas en que sólo hay dos grupos: los que mandan y los que quieren mandar. Entre los primeros tiende a abundar el deseo, por otra parte lógico, de querer perpetuar su mandato, mientras los segundos intentan dar el cambiazo a los sillones o, en el peor de los casos, arrimarse todo lo posible a los mandamases para coger aunque sea las migajas del mantel. Curiosamente también en eso categorizamos, pero ahí no voy a entrar porque se me puede interpretar muy malamente y no tengo el día para muchas tonterías. 

En fin, lo que siempre digo: intenten pensar por sí mismos. Escuchen argumentos de todas las partes y después decidan. Pero no decidan pensando en quién dice el argumento, sino en la validez del mismo, porque al final una persona por muy mala que sea puede tener razón en un punto o en dos o en diez.