martes, 2 de septiembre de 2025

El invento de los romanos para separar el paso de los carros de las personas

El horrendo bolardo de Rúanova y las inapropiadas separaciones de Teatro.
Dios está en los detalles, pero Lugo no.

Roma es, de las que conozco, mi ciudad favorita. No es la más bonita que he visto, ni la más ordenada, ni la más espectacular, pero sí la que, en mi opinión, tiene más encanto. Pasear por sus calles sin rumbo es encontrarte maravillas a cada paso, y se nota ese cuidado y ese estilazo que tienen con todo que hace que incluso las casas en ruinas sean dignas de fotografiar.

Como uno tiene ciertas manías, soy muy de fijarme en cosas menores, como por ejemplo los suelos. Toda Roma, en su zona peatonal y donde conviven el tráfico rodado y los viandantes, está empedrado con adoquines, y en los lugares donde hay más coches hay asfalto (bueno, no soy técnico, no sé si es cemento, asfalto u hormigón, me refiero al aspecto).

La última vez que estuve, que fue hace un par de años, delante de la Fontana di Trevi había adoquines, igual que en todo el centro, y no me dirán que no es una ciudad cuidada. No les ha dado por ese rollo de nuevo rico de poner “piedra de la buena” y aunque desconozco los motivos veo probables dos principales: el coste y la durabilidad.

Pero además de esto, en Roma ves que se atiende a los detalles. Las farolas, las señales, las papeleras, las fuentes… todo está cuidado y, a pesar de ser una ciudad con un caos aparente, todo funciona. Los envidio.

En Lugo, por el contrario, es habitual que las fuentes no surtan agua (la de San Vicente y su “milagro” es la excepción) o que, si lo hacen, no paren de verterla porque los grifos o no abren o no cierran correctamente.

Un ejemplo de esta dejadez es la inconcebible situación de un contenedor de vidrio en pleno casco histórico, junto a la supuesta “piscina” romana, entre la Catedral y la Plaza de España. No había un sitio peor para ponerlo, ni más visible, ni más absurdo, ni más antiestético. Y ahí sigue.

Otro es el bolardo verde que han cascado donde estaba la ventana arqueológica de Rúanova (otro gran éxito municipal, en que se gastaron ingentes cantidades de dinero durante años hasta reconocer que no se podía mantener), un puñetazo en un ojo que, encima, no sólo no pega ni con cola, sino que han colocado sin molestarse en retirar los restos del anterior. Y todo así.

Lugo no es Roma, pero porque la segunda ciudad está gestionada con mimo y cariño a pesar de que el reto es muy superior al nuestro. La aparente dejadez de la Ciudad Eterna es más un estilo que una realidad y, por la contra, la tan vendida atención al detalle en la nuestra es una pose lejana a los hechos.

Las jardineras que han puesto en la calle Teatro son otro ejemplo de no pensar las cosas ni medio segundo. Por una parte, se ve que no tenían nada más ancho que poner ahí, con lo que han conseguido que, tras la supuesta peatonalización, haya menos espacio para pasar que antes de gastarse la millonada que se gastaron. En vez de poner unos bolardos que quitarían unos pocos centímetros, no tenían otra cosa que meter que esos mamotretos que, encima, supuran óxido y ponen el suelo que da asco verlo.

Hablando con un alto cargo municipal tratamos este asunto, y yo mismo le dije que era importante poner algo allí porque esa calle es un peligro. La plataforma única queda muy moderna y guay, pero ahí no tiene sentido por muchos motivos. Un coche que sale del aparcamiento y ve el semáforo verde va a pisarle (sí, no debería, pero ya sabemos lo que hay) y si a esa ecuación le sumamos que puede ser un coche eléctrico que un peatón puede salir de un portal o del España mirando el móvil, se masca la tragedia.

En ciertas zonas, las de mayor tráfico, echo de menos aquel invento de los romanos para separar el paso de los carros de las personas. ¿Cómo se llamaba? Ah sí… ¡aceras!

lunes, 1 de septiembre de 2025

Un aparcamiento en altura en Castelao

Simulación de un aparcamiento en altura en Castelao

Si usted tiene un coche y se lo da a alguien se queda sin el coche, pero si tiene una idea y la comparte, las dos personas tienen el mismo bien. Nadie ha perdido nada y alguien ha ganado un conocimiento, un pensamiento o una reflexión. Es probablemente una consideración muy simple, pero encierra una profundidad interesante.

Hay quienes viven de “tener ideas”. Filósofos, pensadores, científicos, novelistas, creadores en general... trabajan con su mente y producen grandes avances de la humanidad. A veces dan pequeños pasos y otros saltos de gigante, e incluso muchos no inventan nada, sino que aprenden a aplicar las ideas de otros, uniendo conceptos y planteamientos, y dando lugar a novedosa técnicas.

El mundo cada vez es más pequeño. La tecnología y la tan cacareada inteligencia artificial nos hacen ver que aparentemente está todo inventado, y que lo mejor que podemos hacer es limitarnos a copiar lo que funciona en otros sitios o lo que hemos visto en lugares diferentes y aplicarlo a nuestra esfera.

Hay una excepción clamorosa: los líderes políticos, sobre todo cuando no saben o no pueden gestionar correctamente sus competencias, han de vender su genialidad permanentemente y la originalidad de sus planteamientos, ya que eso les hace sentirse imprescindibles y justificar sus nóminas, habitualmente muy abultadas y casi siempre mucho mayores de lo que podrían generar fuera del mundo de la política. Parece que un político que no sea un genio que alumbra una idea fantástica a la semana no cree que deba estar ahí, y tener la humildad y la cortesía de decir “esto no es idea mía” es una rareza.

Curiosamente debería ser al revés. Si la idea no es propia lo suyo es reconocer la autoría y explicar que un gestor no está para inventar nada necesariamente, sino para reconocer y aplicar las buenas reflexiones y llevarlas a buen puerto.

Todo esto viene a cuento del famoso aparcamiento de la calle Castelao, que Elena Candia y Ramón Cabarcos, del grupo municipal del PP, presentaron el viernes pasado. Por si no lo han visto, la idea es sencilla: hacer un aparcamiento en altura en el solar que hay entre la Xunta, la calle Castelao y la calle Miguel de Cervantes, con una conexión peatonal a la Ronda (lo que es lo mismo que conectarlo con el centro a través de la Puerta Falsa) y crear así hasta 450 plazas de estacionamiento haciendo una pequeña modificación del planeamiento.

En la nota de prensa que difundieron explicaban que la idea salió de un encuentro con Lugo Monumental, la asociación que tengo el honor de presidir y desde la que propusimos ese proyecto hace algún tiempo. Bien es cierto que la propuesta del PP está muchísimo más desarrollada técnicamente, con infografías, cálculos serios hechos por Cabarcos, que es un gran técnico, y que es el paso siguiente a la idea difundida en su día.

El Gobierno Local ha salido inmediatamente a colgarse la medalla de “eso ya lo estamos trabajando”, porque están (según ellos) tramitando hacer ahí un aparcamiento en superficie.

La diferencia es notable. El aparcamiento en superficie en esa parcela te puede dar 50 o 60 plazas como mucho, y con la enorme desventaja de que estaría a ras de suelo a media cuesta de Castelao, con lo que la distancia al centro es considerable, no en metros, pero sí en diferencia de cota.

La idea del aparcamiento en altura tiene infinidad de ventajas: es mucho menos costoso que un subterráneo tanto en la construcción (no hay excavación en profundidad, ni tanto aislamiento más que para la planta baja) como para el mantenimiento (no se necesita ventilación forzada, ni una fuerte iluminación…), es más seguro, aprovecha muchísimo más la parcela y, en este caso, resolvería el problema de aparcamiento del centro por el tamaño y de la conexión con la Intermodal.

Sin embargo el gobierno local, lejos de plantearse trabajar con otras administraciones, en este caso la Xunta, se pone a la contra y niega la mayor. En vez de buscar acuerdos que puedan traer inversiones buscan la confrontación y colgarse la medalla de las ideas, quizá porque de gestión no tienen mucho de lo que presumir.