Siempre que hay elecciones desde una u otra bandada se viene con el soniquete de “que gobierne la lista más votada”, lo cual es una opción perfectamente razonable… pero no la que contempla la legislación actual, que por cierto ambos partidos mayoritarios tuvieron oportunidad de cambiar y no lo hicieron. La cuestión es que ese modelo presenta complicaciones mucho más profundas de lo que pueda parecer a primera vista.
Vamos a suponer que se aplica ese principio y en Lugo gobernase quien ha ganado las elecciones, es decir, Elena Candia. Bien, nos ponemos en el día de la conformación de la corporación y se elige alcaldesa a la que encabeza la lista más votada… y a los cinco minutos los otros dos partidos presentan una moción de censura y la sustituyen por quien estimen oportuno.
“Es que no se podría hacer esa moción de censura”, dirá el defensor del modelo “lista más votada”. Entonces, le responderé, ¿quién controla al alcalde? Si el Pleno, que es donde reside la representatividad de los vecinos, no tiene la capacidad de tumbar al gobierno, ¿para qué está ahí? ¿para debatir sobre el sexo de los ángeles? ¿Para aprobar los presupuestos y, si no lo hace, prorrogar eternamente los anteriores? No parece muy sostenible.
Por otro lado el propio PP propone pactos en el País Vasco para que no gobierne Bildu en ningún sitio, lo que supone una alteración de “la lista más votada”. ¿Cómo se explica esa bipolaridad? “Es una situación excepcional porque Bildu tiene terroristas”. Bueno, es un argumento, pero recuerden que para algunas personas esa excepcionalidad se aplica a los partidos que no comulgan con sus ideas y es difícil trazar la línea aunque ahora parezca sencillo. Si quieren anular a los terroristas, pueden cambiar la legislación para que no se puedan presentar, que sería totalmente lógico, pero una vez que les dejan entrar en el juego, pueden jugar.
Sin embargo, en mi opinión la ley necesita otra modificación, pero no es la que casi todo el mundo propone. Yo lo que no permitiría es el reparto de tartas post-electoral, porque no deja de ser un mercadeo cuya moneda de cambio son los votos de cada una de las formaciones. Se puede entender que es algo legítimo (bueno, de hecho es perfectamente legal) pero estamos hablando de modelos ideales, no de lo que dice la ley actual.
Las elecciones son una consulta a los ciudadanos, y como tales en ellas se les pregunta por su partido político y su programa electoral favorito para regir sus destinos. Todo lo que modifique esa propuesta al día siguiente de las elecciones es, en mi opinión, una distorsión y una interpretación torticera de la voluntad del votante.
La única forma moralmente razonable de respetar la voluntad del elector es, creo yo, que quien desee gobernar en coalición se presente con una candidatura y un programa electoral conjuntos el día de las elecciones, para que quien coge la papeleta sepa exactamente lo que está votando. Esto en Lugo afecta, como es evidente, a la coalición PSOE-BNG, pero también en otros lares a las que puedan alcanzar PP y VOX o cualquier otra combinación que se les ocurra. Aquí no hablamos de interés partidista sino de lo que es éticamente correcto.
Hoy nos desayunamos con la noticia de que el PSOE de Orense está planteándose el pacto con Democracia Ourensana para conseguir la Diputación. Tanto decir en campaña que Jácome es Satanás encarnado y ahora se van a la cama con él para lograr poder y puestos, lo mismito que hizo el PP hace cuatro años, si bien es cierto que de aquella no había los audios famosos en que el sorprendentemente votado alcalde de Orense se autoinculpa de presuntos delitos. ¿De verdad alguien piensa que los votantes el PSOE de Orense les apoyaron pensando en que harían eso? Yo quiero creer que no, que tienen más moral y más principios.
¿Cómo se equilibran ambos principios? Es decir, si no ponemos al frente a la lista más votada ni permitimos coaliciones post-electorales, ¿cómo se logra un gobierno que no sea el que más votos reúne? Pues sencillo: monocolor, pero con apoyos del Pleno. En el caso de Lugo, por ejemplo, habría dos opciones posibles, o dejar gobernar a la lista más votada o que gobernase uno de los otros partidos con el apoyo del tercero, pero sin que éste entrase en el gobierno.
Evidentemente en Lugo lo más seguro sería que el BNG se vería en la obligación de apoyar un gobierno de Lara Méndez sin entrar en él, y lo harían, pero sería totalmente distinto. No tendríamos dos facciones enfrentadas día sí y día también gobernando la ciudad, como ha pasado estos cuatro años, y como será previsible que pase en los próximos.
Ojalá me equivoque, vamos a dar un voto de confianza a la nueva etapa y esperemos que hayan aprendido de los errores a pesar de que los discursos por ahora son muy triunfalistas y bastante poco modestos…
Iremos viendo.