La única noticia de enjundia que tenemos hoy para desayunar es la reforma de la Constitución, que me parece que al ciudadano medio le importa lo mismo que a Rhett Butler las palabra de Escarlata (“francamente, querida, me importa un bledo” por si alguien no lo recuerda, que lo dudo). Así, los telediarios no tienen con qué rellenar su cada vez más larga duración, lo que explica que le dediquen 5 minutos o más de un espacio de ámbito nacional a tonterías más o menos relevantes que van desde la tomatina esa de Buñol donde despilfarran varias toneladas de comida tirándosela unos a otros, hasta el caso del “francotirador” de Zamora, que tiene en vilo a la fuerzas de seguridad del Estado porque dispara perdigones a la gente que pasa por la calle. Lo que en mi no tan lejana infancia se solucionaba con un bofetón al grito de “que le vas a sacar un ojo a alguien” ahora se eleva a la categoría de suceso nacional, comparable a la muerte de soldados en Afganistán o los efectos del huracán de moda, el Irene, en minutaje de noticiarios.
Pero hay un efecto colateral de las noticias de relleno de los telediarios: la publicidad que se da a algunas cosas. Hace unas semanas era el tema del “balconing“, estúpido nombre, imaginativo como el que más, con el que se denomina a la acción de saltar desde el balcón (¿pillan la sutileza del nombre?) del hotel a la piscina, con el correspondiente chapuzón adrenalínico o el descalabro si el tontaina calcula mal la distancia. Ahora toca el “Choking game”. Por Dios, ¿quién pone nombres a estas cosas? Esto va de que la gente se asfixia, voluntariamente al parecer, para lograr efectos alucinógenos que, si calculan como el bobo que se descalabra saltando del balcón, pueden acarrear daños cerebrales y la muerte.
Lo más divertido es la promoción que se hace de todo esto. Incluso en la noticia de hoy, la de la asfixia, alertaban sobre la “gran publicidad que se da a estas prácticas en Internet”… “y en este telediario” tendrían que añadir. Me imagino que hay millones de personas, entre las que me cuento, a quienes nunca se nos habría ocurrido pedir a alguien que nos asfixiara. Llámenlo instinto de conservación o que no nos aburrimos tanto como otros, no sé. Pero al ver en el telediario lo chupi lerendi que lo pasan los niños que se ahorcan a lo tonto, a lo mejor a alguno se le pasa por la cabeza probar. O saltar a la piscina desde un cuarto piso. Ahí, dando ideas.
La censura no es una buena cosa, pero cortarse un poco a la hora de dar las noticias tal vez sea buena idea. “Es que es noticia” es un argumento la mar de sonoro pero muy peligroso, porque hay cosas que es mejor que se conozcan lo menos posible. Sé que suena raro en un liberal decir esto, y admito cierta contradicción con mis principios, pero no pido tampoco que haya un señor del Gobierno cortando metraje de los telediarios, ni que pongan rombos en los telediarios, sino un poco de “sentidiño”, del de toda la vida.
Los medios de comunicación, a los que tanto les gusta pedir autocrítica a los políticos, banqueros, jubilados, funcionarios, padres, hijos, y espíritus santos, deberían empezar por barrer su propia casa y ver qué es lo que emiten o publican. Ya no se trata tanto de si es algo que les parezca interesante, sino del efecto que pueden causar. A mi me sigue pareciendo que no puede haber tantas personas a las que se les ocurra ponerse a dar tiros desde los tejados en el mundo si no ven que alguien alcanza una forma de gloria al hacerlo. Ahí les propongo una idea: dar la noticia pero no dar datos del bárbaro, con lo que le quitan su afán de protagonismo y la masacre pierde le encanto de la inmortalidad. Llamen a todos “Juan Nadie” y así no habrá más imitadores que quieran superar a su ídolo, sólo quedarán los locos “normales”.