Se avecina un San Froilán peculiar, que el Ayuntamiento dice que va a convertir en una semana cultural con seis conciertos desperdigados por toda la ciudad. Y ya. Bueno, me refiero al ala nacionalista del ayuntamiento porque la otra, la socialista, ve las fiestas con una proliferación de calderos de pulpo por las calles. Personalmente me suena mejor lo segundo que lo primero.
El pulpo es al San Froilán de Lugo lo que los toros son al San Fermín de Pamplona, su mayor característica, su nota distintiva, su seña de identidad. Que se instalen por las calles calderos cociendo pulpo me parece un acierto porque ayudará a que se mantenga un guiño a la tradición y además a que muchos locales de hostelería sobrevivan. Probablemente tendrán que atender en terraza porque entrar en los interiores es espinoso, pero al menos podrán trabajar algo.
Antes de que ayer se anunciara este permiso generalizado ya había esa inquietud. Se estaban planteando fórmulas que, en mi opinión, son muy inteligentes como la de contratar a profesionales del pulpo para instalar un puesto y atender a varios locales de determinadas zonas, una forma estupenda de dar visibilidad a la iniciativa y cooperar entre todos a trabajar conjuntamente.
El tema de los conciertos, que ya hemos tratado en otra ocasión, me chirría un poco la verdad. Mientras el Caudal Fest se aplazó, sin dar la menor información a los que tenemos entradas (ni, por cierto, darnos la opción de elegir entre la devolución del dinero o el mantenimiento del compromiso sin siquiera saber cuándo se programarán las actuaciones) es un poco llamativo que se planteen actuaciones musicales, que se entienden como concentraciones de público. También es verdad que las últimas actividades hechas en la placita de Santo Domingo (la que ahora conoce más gente por el desvío obligatorio a determinadas horas desde Quiroga Ballesteros) no había ni el gato, no sé si porque la gente tiene miedo (que también) o porque no eran lo bastante atractivas.
Aquí la lógica indica que convocar una concentración de público simultáneamente en un único lugar sólo tiene dos posibilidades: o es un fracaso o es un riesgo. Si no juntas gente has hecho el indio y si la juntas es un posible foco de contagios.
Entiendo que hay mucha gente que vive de esto, pero también hay muchos pubs que viven de abrir sus puertas y se les mantiene cerrados cuando hablamos de locales que pueden llevar un control razonable de sus actividades. No es lógico que el Dvorak o el Clavicémbalo (por poner dos ejemplos) estén cerrados cuando podrían, con aforos determinados y medidas preventivas, trabajar. A medio gas, sí, pero trabajar. Pues ahí está la contradicción. Podemos reunir desde la administración a quien nos salga de las narices pero los particulares, preventivamente culpables, no.
Si se quiere ayudar al mundo de la cultura y el espectáculo, cosa más que razonable, se pueden habilitar desde ayudas hasta otro tipo de acciones como se hace con las demás empresas. Pero también se les puede dejar trabajar al menos un poquito.
Esta pandemia nos está revelando que la administración, y no me refiero al Ayuntamiento sino a toda ella, es caprichosa. Ya lo intuíamos o incluso lo sabíamos, pero no se habían manifestado con tal claridad hasta ahora.
EDICIÓN:
No suelo editar artículos pero veo que éste se ha malinterpretado por los afectados. Verán, creo que este tema trata de dos cuestiones: la pandemia y sus medidas de seguridad por un lado y la supervivencia del mundo de la cultura por otro. Mi enfoque es que es ilógico plantear conciertos cuando se están suspendiendo y aplazando citas que, se supone, ya tenían todas las garantías (por ejemplo el Caudal Fest).
Comprendo la situación de los profesionales del espectáculo, en serio, similar a la de muchos otros negocios que siguen cerrados desde marzo y que no saben cómo van a sobrevivir (de ahí el ejemplo de los pubs que se pone en el artículo), pero la solución no necesariamente es abrirlos, sino dar ayudas a quienes no pueden trabajar. No es la panacea, claro que no, y entiendo que lo que la gente quiere es trabajar y ganarse dignamente su sustento, es lo lógico y además lo mejor en un mundo tan transversal como el de la cultura, pero "desde fuera" no parece razonable hacer cosas contradictorias.
Puede que en el "fragor" de la batalla mis palabras suenen mal, pero no están escritas con maldad ni por enfrentarme a ningún sector (ya me dirán qué gano yo con eso) sino porque me preocupa cómo se están haciendo las cosas.
En el casco histórico estamos promoviendo pequeños conciertos, actuaciones de grupos locales para animar zonas con enfoques de mínimos, sin aglomeraciones, lo que creo que es la meojr prueba de que no tengo el menor interés en fastidiar a nadie.
Un saludo.