| El robo al descuido, algo muy típico |
Últimamente están ocurriendo cosas que, aunque siempre han pasado, quizá no se daban en tal gloriosa abundancia. Los locales del casco histórico reciben visitas de ladrones, estafadores y personas que entran y se fijan insistentemente en las cámaras y otros sistemas de seguridad instalados en los establecimientos.
Hace unos meses era habitual una ladrona que robaba descaradamente y a la que captaron cámaras de varios locales cogiendo dinero de las cajas registradoras o productos. No se le podía hacer nada porque era "vulnerable", hasta que se lió a bofetadas con otra persona “vulnerable” y se ve que lo era más que ella, que está descansando una temporadita a la sombra.
Recientemente un señor se paseaba por los locales de la zona intentando timar a los comerciantes con una historia en que decía haber comprado un producto y que le habían dado mal el cambio. Cuando le pedían el ticket decía haberlo tirado, y si se le explicaba que se comprobarían las cámaras para ver si la cosa era como él contaba y así devolverle su supuesto dinero, se esfumaba como por arte de magia.
Son dos ejemplos de las muchas barreras que tienen que superar nuestros vecinos con negocio, esos que se levantan todos los días para pelear una jornada más para mantener a flote sus locales y que bastante tienen ya con la competencia de las grandes cadenas a las que el público acude (acudimos, sí, que todos vamos) como lemmings y los gigantes de Internet, que amenazan con convertir todos los restaurantes en Pizza Hut (los que tengan una edad entenderán la referencia).
Estos últimos días ha pasado otra cosa. Un señor ha ido a varios comercios explicando que su hija necesita un aparato de ortopedia (una grúa o una silla, no recuerdo ahora mismo) y que la seguridad social no se lo cubre. Incluso enseña una foto de la chica en cuestión. Es convincente y muchas personas se han conmovido y le han ayudado… y en cuanto ha salido por la puerta se han preguntado si no les habrán estafado.
Este es el mundo que estamos construyendo entre todos. Un mundo en que nadie se puede fiar de nadie porque todos somos cifras en una masa informe llena de egoísmo, mentira y aprovechados. Se supone que avanzamos, pero no tengo muy claro hacia dónde lo hacemos.
No pienso que los estafadores y ladrones sean algo de ahora, existen desde que el mundo es mundo, pero sí creo que no tenían las facilidades, por no decir la impunidad, de la que disfrutan ahora, ya que usan las normativas creadas para ayudar a los desgraciados para sumarse al carro y, a poder ser, no trabajar para ganarse un sustento.
Por cierto, los tres ejemplos que he puesto son “nacionales”, todos de la patria así que no me vengan con chorradas de xenofobia y esas tonterías. Les voy a confesar una barbaridad: ojalá el problema fueran los extranjeros porque sería más fácil de atajar, pero la degradación afecta a todo y a todos.
Será una impresión mía, no se lo niego, pero no puedo evitar pensar que esto no va bien, y si me apuran me asustan aún más las “soluciones” que proponen algunos. Los alemanes de los años 30 también buscaban “soluciones” y miren la que liaron.
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