No soy partidario de la censura periodística, literaria o artística. Creo que una forma absurda de promocionar algo es prohibirlo para, de esta forma, aumentar el morbo de su disfrute. Ahora es cuando debería venir un “pero” o un “sin embargo” y no lo habrá. Es una cuestión que no suele admitir claroscuros y con excepción de las ilegalidades más salvajes (no me vale el uso de esa libertad para, por ejemplo, publicar fotos de pederastía) el resto creo que no debe ponerse en tela de juicio.
Estamos en una sociedad en que uno puede comprar casi lo que quiera, desde cuadros con un raya y un punto por varios cientos de miles de euros hasta impresionantes paisajes por una fracción ridícula de ese precio, ya que lo que importa hoy día no es saber pintar sino ser “original” y “diferente”, que es lo que priva.
Sin embargo (ahora sí) a veces se plantean dudas sobre esta libertad total. ¿Qué pasa con un libro que incita al odio, al racismo o a la violencia? ¿Debería prohibirse o simplemente dejarlo pasar desapercibido para no darle más publicidad? Y, si ustedes son partidarios de lo primero, ¿quién traza la línea?
Vamos a los ejemplos, que siempre ayudan y son más gráficos. ¿Debería prohibirse un libro que llamara a la lucha armada para lograr la independencia de un territorio de nuestro país? No me nieguen que se les ha ido la cabeza a todos a un libro de ETA, pero fíjense que no he dicho eso, no he hablado de terrorismo, sino de lucha armada, que no es exactamente lo mismo. ¿Llamar a la revolución debe estar prohibido?
Aunque me considero una persona de orden, creo que la respuesta a esas preguntas ha de ser “no”, principalmente porque los humanos tenemos una tendencia a la exageración que nos haría pasar de eso a reinstaurar la Inquisición en un plazo de tiempo más breve de lo que se imaginan. Que nos conocemos.
Volviendo a los ejemplos, hay dos libros, exceptuando los religiosos, que han causado el mayor número de muertos en el siglo XX. Uno es “Mi lucha”, de Hitler, y otro “El Capital”, de Marx. Sin embargo imagino habrá más partidarios de prohibir el primero que el segundo… lo cual es ciertamente discutible. La solución creo que es permitir ambos y que el tiempo los coloque donde deben estar.
El otro día en un centro comercial vi el libro de Hitler entre los de cocina, “Las mejores frases y citas célebres”, y “El evangelio de la república”, en uno de esos puestos que siempre me recuerdan a la venta de toallas al quilo. No se me ocurre mayor humillación para Hitler, aunque hay que decir que el libro estaba entre los más caros del puesto. ¿Quizás porque se vende?
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