López Aguilar, el ministro de justicia que impulsó la ley de violencia de género, un bodrio legal que es inconcebible que haya pasado el filtro del tribunal constitucional, está ahora pasando el calvario al que condenó a muchos hombres inocentes: el de ser culpabilizado sin más pruebas que la de la palabra de otra persona.
Habrá quien piense que esto puede ser leído como un alegato contra las campañas que pretenden erradicar la violencia de género. Nada más lejos de la realidad, y creo que ya he escrito alguna vez que al cabrón que pretende matar a su mujer lo mínimo que se le puede hacer es encerrarlo y tirar la llave. Pero ese no es el tema, porque la cuestión es que los casos de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas no se han frenado con esta ley. Sí se han creado nuevos problemas como el de obligar a alguien a demostrar su inocencia, cosa harto complicada.
López Aguilar en una foto de ABC |
Decía López Aguilar que "las denuncias falsas por malos tratos son un coste soportable". No sé si pensará lo mismo a día de hoy, en que proclama su inocencia pero se ve detenido, vapuleado legalmente y vilipendiado por la ley que él mismo impulsó, una norma injusta, desigual y cruel que culpabiliza a un hombre por el mero hecho de serlo, lo cual es una barbaridad que atenta contra cualquier mínimo principio, ya no del derecho, sino del sentido común.
He conocido a hombres que han visto sus vidas destrozadas por lo que se demostró que eran denuncias falsas, interpuestas en momentos difíciles como un divorcio. Dar un arma tan tremenda a una de las partes en el instante en que la pareja acumula un rencor difícil de superar es buscarse problemas de la forma más obvia.
"Tuvimos que elegir entre salvar vidas y la presunción de inocencia. Y elegimos salvar vidas", decían entonces desde el gobierno. El problema es que no han salvado vidas, pero sí se han llevado por delante la presunción de inocencia. Y no hay nada, absolutamente nada, más importante en un Estado de Derecho que la presunción de inocencia.
Denme leyes duras, aprueben legislación que persiga hasta las últimas consecuencias el delito, y yo las apoyaré siempre que respeten que todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Y ser acusado, les recuerdo, es ser inocente porque esto es un estado binario: o estás condenado o no lo estás, sea cual sea el momento procesal en que te encuentres.
Los conversos del PSOE y otros grupos aumentan a medida que ven que las cosas no son tan ideales como ellos planteaban. El exministro José Blanco cayó del caballo cuando Dorribo lo señaló con el dedo y eso fue suficiente para que se le imputara, y así quien fue perseguidor y hostigador de los “presuntos” se vio iluminado porque el foco le apuntó a los ojos, cambiando de opinión porque le tocaba a él. Ahora le pasa lo mismo a López Aguilar.
El problema, señores míos, es que no sabemos cuántas denuncias falsas han prosperado porque ustedes se cargaron la presunción de inocencia. Porque partieron de la base equivocada de que nadie iba a acusar en falso, o porque pensaron que era mejor condenar un inocente que soltar a un culpable, y uno de los principios de cualquier sistema legal que se presuma válido es justo lo contrario.
¿Y ahora? Mis tripas me dicen que lo suyo es que ahora apande con la ley que impulsó y que en el pecado lleva la penitencia. Yo le reconocería a López Aguilar la presunción de inocencia que él negó a mucha gente, pero no puedo hacerlo por su propia legislación. En cualquier caso, si es culpable que se pudra en la cárcel y si inocente le deseo lo mejor.
que pague, se joda, que coma su propia medicina, y esperemos que en la carcel tampoco tenga TODOS LOS PRIVILEGIOS DE FAMILIA REAL sociata masona que ha tenido con la denuncia de su ex-familia, LOS SUICIDADOS CLAMAN JUSTICIA.
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