Hace un par de días asistí pasmado a un hilo de discusión que se produjo en el Facebook de un conocido mío. La cosa empezó con cierta inocencia, es un decir, con la polémica sobre el tema de la expropiación argentina a YPF. Por cierto, este tema no lo he tratado principalmente porque me pierdo un poco en aguas de la economía internacional y prefiero no meterme a nadar a esas alturas.
A lo que iba. El hilo comenzó con una crítica a Izquierda Unida por su postura en el tema, que a Kirchner le habrá encantado pero que no sé qué les parecerá a los españoles. De todas formas el tema es irrelevante. De ahí se empezaron a contestar algunas cosas también en clave política, y la cosa empezó a degenerar y se derivó hacia lo personal, con ataques de lo más gratuito al titular del comentario original, sobre su competencia laboral y cosas de ese estilo.
La política es muy bonita, o al menos debería serlo. Sé que es una afirmación peligrosa hoy día, en que “político” es casi un insulto. No puedo estar de acuerdo con eso, porque todas esas muletillas de que “los políticos son unos chorizos”, o que “la clase política es la culpable de todo” me parecen no sólo unas generalizaciones simplistas, sino un atentando contra el único sistema posible para organizar una sociedad. Si no que me expliquen una alternativa realista (las comunas quedan muy bien en las pelis de los 70, pero como que no). La política es servicio público, y se lo dice quien tiene como máxima aspiración en su vida formar parte de la política municipal de su ciudad, no por sacar tajada, sino por intentar mejorar la vida en un Lugo al que veo muy muy muy por debajo de sus posibilidades.
Pero la política tiene sus riesgos. El más evidente es ser el pim pam pum de todo indocumentado que recurre al insulto o la pedrada cuando se le agotan los argumentos. Este chico del que les hablaba lo ha sufrido en el Facebook, a mi, personalmente, me ha pasado en alguna ocasión con insultos por cobardes que se ocultan tras el anonimato relativo que da internet e incluso pedradas (es literal, conservo la piedra que casi me abre la cabeza) tiradas por manifestantes que no se conformaron con el insulto y el intento de humillación.
Por supuesto que todos condenamos públicamente este tipo de cosas, y la mayoría de la población se ampara en esa tonta frase de “respeto a la persona pero no a sus ideas”. En mi opinión eso es una chorrada. Yo sería incapaz de respetar a un nazi, únicamente por sus ideas, ya ven. Otra cosa es que haya ideas que respete y no comparta. Cuestiones semánticas de calado.
Claro que queda muy bonito condenar el ataque personal, pero últimamente hay una relajación que me está empezando a preocupar. Se puede insultar a todo el mundo amparándose en cualquier cosa: si es constructor, es un ladrón; si es sindicalista, es un vándalo; si es funcionario, es un vago; si es político ya no hay que dar explicaciones para el insulto. Incluso se traspasa una frontera que hasta ahora era territorio vedado, la del meterse con alguien por un defecto físico.
Todos hemos visto muchas bromitas sobre la forma que tiene Rajoy de pronunciar la “s”. Se hacen chistes, se le imita… olvidando que eso es una secuela de un gravísimo accidente de coche que tuvo con 24 años en Palas de Rey y que le destrozó completamente la cara. Por cierto, que quien se la reconstruyó fue el doctor Zaera, en el Hospital General de Lugo. Se dejó barba para tapar las cicatrices del accidente y le quedó, insisto, como secuela ese defecto de pronunciación. Lo que debería ser un ejemplo de superación personal de alguien que lleva toda su vida demostrando tener una voluntad de acero y una disciplina personal fuera de duda se ha convertido en un insulto facilón.
Deberíamos tener claros ciertos límites. No es lo mismo una persona que vive de vender exclusivas a las revistas del corazón, que están poniendo un precio a su privacidad, que otra que simplemente intenta ayudar a su ciudad, su región o su país quizás, que también los hay, por vocación. No aceptaríamos que se cachondearan de un famoso cantante por una cojera o un defecto en un brazo. No sé porqué se puede atacar a alguien vinculado a la política por un tema laboral personal o un defecto de pronunciación.
Y luego nos quejamos de que los mejores no quieren meterse en política. ¿Para que te den hasta en el carnet de identidad y se te cuelgue el sambenito de ladrón y delincuente? A veces tenemos lo que nos merecemos.
Ya no quedan políticos como Guerra o Felipe, que sabían meterse con alguien sin insultarlo directamente.
ResponderEliminarHombre, sin insultar, sin insultar... Felipe González, en la campaña del 2008 hablando de Rajoy dijo que “cuando se saque los fideos de la boca, podremos saber o que dice de verdad”.
EliminarNo es exactamente un insulto, es verdad, pero sí entra dentro de lo que critico en esta entrada del blog. De todas formas creo, amigo anónimo, que sé a qué te refieres. Es cierto que en esa época se recurría más a la ironía y el ingenio que a la coz verbal, pero has elegido un mal ejemplo.
Cierto; Yo achucho a mi niño a diario llamándole "tahúr del Misissippi" y acostumbro a ponerle vídeos con dobermans furiosos para tranqulizarlo. ¡Cómo añoro las respetuosas actitudes de Guerra y Gónzalez!
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