Cabecera de la sentencia |
La mayor estafa piramidal de la democracia española se llama “Procés”. Fue inventado por el clan Pujol (el de los supuestos 3.300 millones de euros) para tapar, con mucho éxito, sus presuntos saqueos a las arcas públicas, estuvo apoyado por un caldo de cultivo tan absurdo como iletrado, hundió sus fundamentos en una historia-ficción alentada desde los más extremistas de los extremos, y contó con la inestimable complicidad de quienes tenían que haber defendido a España desde el Gobierno de la Nación pero que prefirieron mercadear con unos cuantos votos para blindar su poder a costa del futuro. Pocos salvan aquí la cara.
No he leído la sentencia del Tribunal Supremo, pero debe ser muy buena porque está todo el mundo descontento. Los separatistas la consideran “represión de Estado” olvidando que se ha descartado el delito de rebelión (que yo tampoco veía, pero que bastantes juristas apoyaban decididamente), y los ultras de Vox y similares la tienen por “blanda”, obviando que se ha dejado más de una década a gente entre rejas por todo este asunto. Tejero recibió una sentencia de 30 años (de los que cumplió 13 únicamente) por entrar en el Congreso pistola en mano y pegar cuatro tiros en el que tendría que ser el más sagrado de los recintos de una Democracia, así que parece que hay cierta proporcionalidad.
España es un país extravagante en ciertos aspectos. Tenemos a un señor fugado en Bélgica al que estamos pagando un sueldo público, y a una familia que anda por la calle a pesar de que se tienen evidencias más que serias de que ha saqueado las instituciones durante décadas dejando a Capone y sus secuaces como meros aprendices, y ahí estamos, hablando del sexo de los ángeles por enésima vez. La cuestión no es ni la sentencia ni las protestas callejeras, que durarán unos días y se olvidarán como todo. Hay que ser más global.
El “problema” de Cataluña es una creación victimista e interesada que se les ha ido de las manos. Una broma de mal gusto nacida para presionar a Madrid y que está siendo devorada por sus propios herederos. Ha elevado a la primera línea de la política a gente cuyo mayor mérito es saber dar una respuesta más o menos ingeniosa a tiempo o dar carnaza mediática a una prensa entregada al circo político, con una falta de altura de miras, de seriedad y de visión de futuro que es más preocupante que todo lo demás.
Las cosas no van bien desde el momento en que se falsean los libros de texto para hablar de la “corona catalanoaragonesa”, un artificio que no tiene nada de inocente, y que inculca en los niños una serie de ideas que solo fabrica supuestos “oprimidos”. Si uno se inventa los argumentos, la historia y la realidad puede llegar a la conclusión que considere conveniente, y aquí está pasando eso.
Nos hemos olvidado de que mucha gente come de estos circos, y lo que comenzó siendo un negocio se ha convertido en un problema real. En Galicia vamos por el mismo camino, aunque menos cargado de bombo porque aquí somos más tranquilos y nos alteramos con menos facilidad gracias a que contamos con el “sentidiño”, pero dejen pasar tiempo y verán cómo la cosa se nos va de las manos.
No escarmentamos en cabeza ajena.
Menos mal que a veces el "sentidiño" no es solo nuestro. |
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