El miércoles a última hora tuve que ir a SEUR a recoger un paquete. Al salir me llamó mucho la atención un grupo de tres perros que paseaban por allí, y si conocen la zona les extrañaría como a mí. Eran uno pequeño, otro bastante grande y un golden retriever, que son mi debilidad.
No supe cómo reaccionar. Me gustan mucho los perros y no se me pasaba por la cabeza marcharme y dejarlos allí, a su suerte, en una zona donde pasan cientos de coches. Lo más lógico es que esa situación acabe en un atropello.

Un amable operador toma nota de mis datos, ubicación y situación. Ninguno de los dos sabía el nombre la calle (no me salía Benigno Rivera, qué quieren que le haga) y como sabe Dios dónde estaba la persona con la que hablaba no sabía cómo explicarle. Le decía nombres de empresas (Torres y Sáez no le sonaba) pero no había forma. Por fin se me ilumina la bombilla y me acuerdo del nombre de la avenida así que todos contentos y toma nota para pasar aviso.
“Vale, ¿y ahora qué hago?”, le pregunto. ¿Espero a que me llamen los laceros para decirles dónde están los perros exactamente cuando vengan? ¿Los voy siguiendo? ¿Me marcho a riesgo de que cuando vengan a buscarlos ya no estén? Me ofrezco a esperar un rato, siguiendo a la peculiar manada, porque no paraban quietos y para cuando llegaran a buscarlos podían estar comprando algo en el Media Markt, pero la respuesta desanima “uff, no sé. No sé lo que van a tardar y a lo mejor pasa una hora o más hasta que le llamen”. Tenía razón. Escribo esto 25 horas más tarde y aún no me han llamado.
Por si acaso, me fui en pos de los perros, guardando una distancia prudente porque el grandote no me parecía demasiado amistoso. En un momento dado el golden se apartó del resto y allá me fui, que soy incapaz de resistirme a esa raza. Ni puñetero caso. Dos mimos me los aceptó pero al momento salió corriendo a buscar a sus compañeros. Vuelta al coche para seguirlos a ver por dónde se metían por si me llamaban para recogerlos… hasta que se perdieron por el medio de unos arbustos en una zona sin edificar detrás de Sykes y les perdí la pista.
Me fui con un mal cuerpo para casa que ni les cuento. Ya sé que la cosa no es para tanto. Aquí hablamos de algo totalmente secundario y reconozco que se me hace difícil asumir que nos desvivamos tanto por los perros cuando tenemos a nuestros congéneres como los tenemos. Lo entiendo y lo acepto, pero qué quieren que les diga, cuando has tenido una niñez con perro como tuve la suerte de tener yo, empatizas enormemente.
Puse la foto de los perros en Facebook a ver si aparecía algún dueño. Sin respuesta hasta hoy, salvo alguna indicación de que a lo mejor viven por la zona medio asilvestrados. Me sorprende porque el golden llevaba collar pero no fui capaz de ver nombre ni teléfono alguno.
Ahora que estamos en la época de abandonos, ¿es tan complicado tener un protocolo de actuación razonable? Unas indicaciones para dar a quien llama, una reacción más o menos rápida… Pues no, búscate la vida.
A la gente hay que facilitarle la colaboración ciudadana, principalmente porque cada vez somos más vagos y pasotas, así que si nos complican mucho las cosas vamos a pasar de largo.
Y los perros siguen por ahí, supongo. En fin…