Tomé, a la derecha, en el pleno en que hizo el ridículo más espantoso Foto: El Progreso |
Cuando una persona preside una institución sin tener mayoría absoluta, lo hace en virtud de un pacto para que los que no ganaron sumen más que los otros para, así, fabricar lo que las urnas no les dieron. Es perfectamente legal, e incluso legítimo, y así se gobierna desde hace años en Lugo, tanto en el Ayuntamiento como en la Diputación.
El problema de este sistema es que no estamos bajo un gobierno, sino bajo dos, que en ocasiones no sólo no están bien coordinados, sino que se contradicen abiertamente, creando duplicidades y enfrentamientos que son poco adecuados y que incluso van contra los intereses de la ciudadanía, que paga dos veces el pato de ese reparto de tartas. Ambas partes intentan esconder como pueden sus diferencias, como es natural, ya que la imagen que hay que proyectar es la de colegueo y buen rollo para que no se acabe el chollo, ya que hay mucha gente que depende de esta situación… pero a veces las cosas no salen como están previstas.
El PSOE provincial, dirigido por el señor Tomé, tuvo la ocurrencia de llevar a pleno una iniciativa para “exigir” a Elena Candia que dejara todos sus cargos por el archivo de una causa penal que, aseguran, ella inició con un “anónimo”. Ya traté en su día lo falso de que un escrito, con nombres y DNIs, se pueda considerar un anónimo. Otra cosa es que llegase anónimamente al grupo del PP, pero una vez en sus manos Candia tenía no sólo la obligación moral sino la legal de trasladarlo a fiscalía.
De hecho, la propuesta del PSOE ignora completamente que el Fiscal sí apreció indicios de delito, por lo que abrió una investigación y lo presentó en el juzgado, y Su Señoría también coincidió con ese criterio, por lo que hubo un juicio. Pero no se pide la dimisión del Fiscal (que, como dijo Pedro Sánchez, todos sabemos de quién depende) ni la renuncia de quien abrió la causa penal, sino la de Elena Candia. ¿Por qué? La respuesta es obvia: le tienen pánico.
Pero lo más ridículo de todo esto es que Tomé cometió un error de cálculo fatal: o no consultó previamente con el BNG la iniciativa o no la ató lo suficiente, porque los nacionalistas se abstuvieron y dejaron solo a un PSOE que tiene menos diputados que el PP, por lo que la iniciativa no salió adelante, haciendo el Presidente el ridículo más espantoso posible.
Ha logrado, con este pequeño teatrillo, que se vea que está más solo que la una, e incluso tuvo suerte porque si hubiera sido en la sesión anterior ni siquiera tendría mayoría con el BNG porque tres de sus diputados le dejaron plantado, aunque ya arreglaron eso tal y como refleja el BOP, dándoles más pasta a los “ausentados” para tapar la vía de agua interna que tienen montada. Lo de pagar con fondos públicos las adhesiones dentro del partido es de coña, pero, al igual que los pactos de fuerzas minoritarias, perfectamente legal.
De hecho, ha reforzado a Candia, quien daba por sentado (como todos) que la propuesta saldría adelante y, aunque no tiene el menor valor legal, sería un titular no muy agradable. Pero las circunstancias han dado la vuelta a la tortilla y ahora quien se debería poner colorado (si es que tiene capacidad para ello) es el Presidente de la Diputación, que ha conseguido el dudoso logro de perder una votación contra alguien que ni siquiera estaba presente.
Utilizar a las instituciones para hacer guerra política está feo, pero hay algo todavía peor: intentarlo y no lograrlo, porque no sólo es feo, es ridículo.
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