martes, 30 de diciembre de 2025

Guillermo es inocente (y siempre lo fue)

He aquí una persona inocente. Sí, inocente. Igual que publicaron su cara cuando se le acusó, hoy deberían hacerle entrevistas para pedirle disculpas por el calvario sufrido sin el menor indicio acusatorio según el propio juzgado. Foto de El Español

Normalmente en fiestas me tomo algunos descansos, unas pequeñas vacaciones del blog que son intermitentes ya que se cortan si hay algún tema que considero que debo tratar sin espera alguna, y hoy es uno de esos días.

Ayer recibí la buenísima noticia de que Guillermo, el lotero que sufrió un robo hace ya casi dos años en su administración, fue exonerado de toda culpa por todas y cada una de las partes que investigaron el suceso. Ninguno de los personados en la causa consideran que hay pruebas o siquiera indicios de la culpabilidad de Guillermo, que ve así por fin cómo se cierra el calvario al que fue sometido con esa puñetera manía que tiene “el pueblo” de declarar culpable a todo cristo sin tener la menor prueba.

Ya una jueza archivó el tema hace más de un año y medio, pero la Policía insistió y detuvo al lotero y dos presuntos cómplices, a pesar de que el auto judicial hablaba de que sólo había “sospechas”, y no “indicios”, mucho menos “evidencias” o “pruebas”. Son cuatro conceptos diferentes.

Una sospecha es una mera conjetura, un pálpito, una corazonada. Vamos, un “me lo dijo Dios” en toda regla (yo creo que el asesino es el mayordomo, me tiene pinta, pero no por un razonamiento lógico). Un indicio fundamenta una sospecha, pero no llega para confirmar un acto (hay varios candelabros en la sala donde mataron al marqués con huellas del mayordomo, aunque puede tenerlas de limpiarlo habitualmente y no está claro que fuera el arma del crimen). Una evidencia es cuando se ha contrastado científicamente la relación con el hecho (se encuentra un candelabro con manchas de sangre y huellas del mayordomo y se confirma que fue el arma del crimen).

Lo más confuso de todo es el concepto de “prueba”. Realmente no es lo que todos pensamos, una demostración incontestable de lo que se afirma. Es, simplemente, una evidencia o un conjunto de evidencias que, valoradas durante un proceso, se aceptan judicialmente como demostración de que algo es o no es cierto. No tiene que ser como en las novelas de Agatha Christie, en que hay un testigo directo o una imagen (aunque el primero podría mentir y la segunda, hoy día con la IA, como para fiarse), sino simplemente un conjunto de evidencias que permite llegar a una conclusión lógica.

Les escandalizará, pero es lo que hay. Llamativamente es en lo que se basa el Gobierno para decir que el Fiscal General del Estado fue condenado sin pruebas, en no entender qué es una prueba, y si nos ponemos estupendos deberían recordar que con lo mismo se condenó a José Bretón por el asesinato de sus hijos. No hay ninguna “prueba” como la entiende el común de los mortales, sino un conjunto de evidencias que descartan cualquier otra explicación y que, judicialmente, se ha considerado que demuestran la veracidad de las acusaciones. 

Pues si les parece que el concepto judicial de “prueba” flojea, imagínense si ni siquiera se llega hasta ahí. Si no hay ningún tipo de “indicios”, según todas las partes que han investigado el robo en la administración de loterías de Lugo. Ni la Fiscalía, ni la aseguradora (que, como comprenderán, se agarraría a un clavo ardiendo para no pagar los daños), ni el abogado del Estado… nadie ha acusado siquiera a Guillermo de nada. Nada de nada.

Pero no se preocupen, porque habrá imbéciles que sigan diciendo “pues para mí que fue él”. Porque “lo saben”. Porque sus poderes de deducción superan con mucho a los de todos los investigadores que llevan casi dos años con el tema, e incluso a los del mismísimo Sherlock Holmes, que era capaz de resolver rompecabezas imposibles e incluso aclaraba algunos crímenes desde el salón de su casa. Igual que estos sabios que, a pesar de que todo apunta a la inocencia de Guillermo, seguirán diciendo que “cuando el río suena…” sin acabar la frase diciendo que puede estar lleno de idiotas refugiados detrás del pasamontañas virtual que es su perfil falso de Facebook, donde no dan la cara porque saben que se les caería de vergüenza.

Guillermo siempre ha sido inocente. Todos lo somos mientras no haya una condena en contra. Igual principio se ha de aplicar a quienes la prensa, ávida de sangre porque es lo que vende (lo cual dice muy poco de nosotros como sociedad), ya ha sentenciado. Aquellos que sufren que se detallen con todo el morbo las acusaciones en portada y se vuelvan a resumir (en páginas interiores, eso sí) lo que se no ha demostrado por si alguien quiere seguir pensando mal.

La actualidad nos trae a la cabeza a Tomé, a quien han obligado a dimitir de la Presidencia de la Diputación por unas supuestas acusaciones. También se le ha reprobado en el pleno de Lugo con los votos de PP y BNG. Incomprensible. No conozco de nada a Tomé, creo no he hablado con él jamás y, si les soy sincero, no me resulta simpático por algún desplante suyo que sufrí, pero precisamente eso es lo que da valor a no dar por sentado nada antes de tiempo. No hay nada, sólo unas sospechas, ya que no tenemos claro si las denuncias que se dice que se presentaron tienen base alguna. Pero el mal está hecho. ¿Qué pasa si mañana se ve que no tenían fundamento? ¿Quién restaura a Tomé su honorabilidad y el tiempo perdido?

La única forma de evitar estos males es aplicar siempre la presunción de inocencia. Incluso cuando nuestras “sospechas” dicen lo contrario o cuando, por simpatías o antipatías, queremos pensar mal. De hecho, sobre todo en esos casos, porque hay que ser mucho más cuidadosos. Recuerden que la presunción de inocencia no es creer que alguien no hizo algo, es asumir que no lo sabemos y que hasta que una persona imparcial (el juez) diga que lo hizo no podemos dar por sentado lo contrario.

La alternativa es que una simple acusación destruya a una persona. Totalmente intolerable.

Felicidades a Guillermo por haber finalizado esta pesadilla. Lo mal que lo habrán pasado tanto él como su familia no se lo compensará nadie, pero ahora toca mirar adelante e intentar olvidar el mal trago.

NOTA:

Me he pensado mucho si para ilustrar este artículo debía poner una foto de Guillermo o una más genérica, de su administración, pero finalmente me he decidido por la suya porque no tiene nada de qué avergonzarse, y puede ir por la calle con la cabeza muy alta.

No tienes que esconder nada, Guillermo, son otros, los que llevan dos años disfrutando de tu desgracia, quienes han de bajar la mirada cuando se crucen contigo. Y si no lo hacen porque no quieren aceptar la realidad, ¡que les den!

1 comentario:

  1. Estimado Luís;

    Estou de acordo en que todo o mundo é inocente mentres que non se lle declare culpable; pero eu, que non coñezo de nada ó tal Guillermo, tería preferido que fose culpable.
    Explícome, porque como digo non teño nada en contra dese home e se é inocente lamento o que terá pasado.

    Se é inocente a Policía Nacional trabucouse, a policía xudicial trabucouse, as pesquisas e investigacións foron erróneas, e empregaronse mal medios policiais e xudiciais.
    E o que é peor, o caso segue pendente de resolución, ó loteiro ninguén lle reparará o dano sufrido; e todos perdemos (salvo alguén que quedou con 400 000 euros que non eran seus).

    Eu preferiría poderme fiar da policía e do seu traballo; igual que me gustaría poderme fiar do traballo dos xuíces ou dos xestores do público (aínda que algúns se empeñen en poñelo complicado).

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