Aunque decir a 9 de julio, con el veranito que estamos teniendo, que el agua es importante y que su conservación es fundamental pueda parecer cachondeo, les juro que no lo es. La existencia del agua es la piedra angular sobre la que se basa la supervivencia de cualquier forma de vida conocida, incluyéndonos a nosotros mismos. La civilización se fundamentó siempre en dar cobijo, alimento y agua a los seres humanos para garantizar la continuidad de la especie, y aunque hoy con girar un pequeño mando tengamos toda el agua que necesitamos, no podemos olvidar que es un recurso limitado y cada vez más caro. Hace pocos meses mirábamos aterrorizados los embalses, que estaban con una capacidad ridícula, pero como ahora hace mal tiempo parece que nos podemos relajar, y no.
Las campañas que se hacen todos los años para intentar que el despilfarro del preciado bien sea menor se ven contrarrestadas por las actuaciones que la propias administraciones llevan a cabo de la forma más pública y notoria que pueden. Una fuente, por ejemplo, que está tirando agua a manos llenas no es un buen ejemplo para que el vecino de al lado no vacíe la piscina todos los años para limpiarla bien con un cepillo y detergente.
Se supone que las fuentes tienen un circuito que aprovecha el agua, de forma que el consumo sea el menor posible. La idea es que el vaso que recoge el agua de los chorros sirva de alimentación, y que se tome de la red de abastecimiento el menor número de litros para compensar las pérdidas que, por evaporación o por otras circunstancias, puedan desaparecer. Insisto en el “se supone”.
Obviamente, cuando más moderna es la fuente menos pérdidas debería tener, y por lo tanto, menos agua de la red debería consumir, pero ya sabemos que en este Lugo nuestro lo obvio no siempre lo es tanto, y para ejemplo tenemos las dos últimas fuentes instaladas en nuestra ciudad (sin contar la de la plaza de Avilés porque es reconstruir una antigua, con el diseño original). Una es la de Fonte dos Ranchos, esa con luces y música que vuelve locos a los vecinos y que ducha a los incautos que se sitúan en el lado incorrecto (que puede ser cualquiera, dependiendo del viento) para regocijo de los viandantes y conductores que, al pasar, ven cómo se ducha al tontaina de turno.
La otra, o mejor dicho, la otras, ya que son dos, son los últimos adefesios instalados en nuestra flamante, novedosa, moderna, ecléctica y espantosa plaza de San Marcos. Los pedrolos esos que pusieron para completar el horror de farolas torcidas, sillas pesadas y bancos incómodos resulta que son dos fuentes. Cada cual más horrenda que la anterior, y por si fuera poco, un ejemplo de lo que no se debe de hacer respecto a la conservación del agua. Cuando están encendidas, además de poner la piedra más oscura, su única función es despilfarrar litros y litros de agua, que se van alegremente por los discretos sumideros que han puesto por la plaza. Así canta menos.
Parece ser que para que la cosa quede moderna tiene que ser inútil y un peligro público como a algún lumbrera, que los habrá, se le ocurra la feliz idea de encender el chisme ese en una mañana de helada. La pista de patinaje está asegurada, y espero que la responsabilidad civil de la Diputación también, porque las caderas están carísimas en esta época del año, y habrá que pagar unas cuantas como alguien pulse el botón a destiempo.
Les decía antes que no contaba la fuente de los leones de la Plaza de Avilés, y no por reducir el mérito de volver a recuperar esa pieza (aunque sea con estatuas de imitación, que las originales andan por ahí perdidas y sin pagar) sino porque los errores de diseño que hacen que se pierda el agua aquí no se dan, precisamente porque el diseño es antiguo y no supermoderno que te mueres.
Ser original es fácil. Lo peliagudo es ser original y que encima la cosa quede bien. Señores míos, ya está casi todo inventado, y las fuentes son como son por algún motivo, no porque los diseñadores sean perezosos y prefieran copiarse unos a otros. Fuente = chorrito + vaso de recogida. Lo demás son imbecilidades que, además de quedar antiestéticas, son peligrosas y un despilfarro. Eso sí, lo bueno que tiene esto es que podrán pagar a otro colega para rehacer la obra cuando les ilumine el sentido común.
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