Una vez más el tema de los toros está de actualidad por la tradicional barbaridad que hacen año tras año en Tordesillas. Su “hermosa” tradición consiste en que los mozos del pueblo (¿las mozas no pueden participar?) se lanzan en tropel a darle picotazos a un toro hasta que uno se lo carga y gana la prueba. Precioso.
En ocasiones anteriores ya habíamos hablado de los toros, comparando su vida de privilegio con la asquerosa supervivencia que se reserva a vacas y pollos por poner un ejemplo. Hace un par de años de ese artículo (cómo pasa el tiempo) y sigo estando de acuerdo conmigo mismo, y también parto de la misma base porque todavía no he ido a una corrida de toros. Sigo sin entenderlas y aunque reconozco el mérito de ponerse ante un bicho de esas dimensiones armado con algo que no es un tanque acorazado, me cuesta más comprender que a alguien le guste verlo.
Esa creo que es precisamente la cuestión. No discuto el valor de los toreros, ni su pericia, ni su riesgo ni nada de eso. Lo que me sorprende es que a alguien le parezca un espectáculo digno de pagar una entrada y echar la tarde viendo cómo matan a un pobre bicho. Si el Rey en vez de cazar elefantes se hubiera puesto un traje de luces, en vez de pedir perdón habría vuelto a ver su cara en los billetes (además en los de 500 euros) por petición popular. España es así.
Es algo enraizado en este país, que me recuerda mucho a los civilizadísimos ciudadanos romanos volviéndose locos en los circos viendo cómo la gente se mataba entre ella o cómo devoraban al condenado de turno (normalmente un cristiano según nos hacen ver las películas). Incluso Cataluña, la antitaurina, la decente, la moderna, sacó una ley en la que prohíben los toros pero permiten las barbaridades tradicionales como los toros embolados y otras atrocidades públicas.
Todo esto nos viene a decir que hay una parte salvaje en el ser humano ibérico que necesita calmar su sed de sangre cargándose un toro, tirando una cabra de un campanario o degollando una gallina. Sin embargo, no todo se puede sacrificar a la “tradición”. Inglaterra prohibió la caza del zorro y siguen siendo igual de británicos.
Pero cuidado, una cosa es pensar que todo esto es un sinsentido salvaje y otra muy diferente es hablar de los “derechos de los animales”. Esa parte ya me chirría un poco más. Vamos a darle una vuelta al tema.
El derecho más importante que puede tener cualquier ser es el de la vida. Todo lo demás es secundario si admitimos la posibilidad de que un Estado, por ejemplo, dé libertad de expresión, conciencia, reunión, prensa, circulación... pero niegue el derecho a la vida; estaríamos aviados. Pues ahora trasladen esto a los “derechos animales”. No sé ustedes, pero yo no me veo comiendo tofú el resto de mi vida. Además no se preocupen que alguno saldrá diciendo que las plantas también tienen derechos porque son seres vivos, y en el fondo tendrá razón, aunque nos de menos grima ver un árbol perdiendo savia que un toro chorreando sangre, seguramente porque por nuestras venas no corre la clorofila.
Si partimos de que los animales tienen derechos, podemos llegar a cualquier parte, ¿o acaso los defensores de dichos derechos reconocen todos menos el de no ser asesinados? Eso es como si una dictadura pudiera matar a sus ciudadanos "siempre que no sufran". Las leyes humanas deben hacerse por los humanos, o eso entiendo yo. La existencia de un partido animalista me parece totalmente absurda, a menos que su presidente sea una ternera. Otra cosa es que yo considere que el maltrato animal es bueno o legal. No, no lo creo, estoy radicalmente en contra pero no lo ilegalizaría por un supuesto derecho del animal, sino porque es una barbaridad que una persona quiera hacer eso, es una patología como otra cualquiera. Tampoco permitiría prender fuego a un bidón de gasolina en medio de la plaza de España y no porque crea que la gasolina tenga derechos.
Tampoco creo que a un ser humano “normal” le venga bien ir corriendo delante de un morlaco de 500 kilos con un periódico, o a lanzearlo borracho como una cuba en las fiestas del pueblo. Sí, estoy de acuerdo con prohibir ciertas tradiciones, pero insisto en que no por el animal sino por los usuarios. Cosas mucho menos peligrosas se han prohibido en este país “por la seguridad de los ciudadanos” cuando ha habido algún accidente tonto.
Es decir, que las prohibiciones yo las veo desde el punto de vista humano. Como persona me da una pena tremenda el toro, la cabra o muchos más animales que se maltratan a diario, pero eso es una cosa de sensibilidad privada y otra muy distinta es llevar mi opinión o sentimiento a la ley. La ley está pensada
para las personas, e incluso desde ese punto de vista la prohibición
de ciertas atrocidades es lícita, pero sin llegar al punto de dar
“derechos” a los animales.
Con el toreo es diferente, ahí me cuesta más tirar de la prohibición porque creo que estamos hablando de profesionales preparados que saben lo que hacen, o eso creen. No creo que sea sano para la mente ver esa escabechina, pero ahí entra la libertad individual y la educación de cada uno. También hay gente que va a ver películas de asesinatos y las disfruta, y por mucha ficción que sea la sed de sangre es similar. Conozco gente tremendamente sensible con los animales, que quiere a su perro más que a muchos humanos, y que va a los toros con toda naturalidad. Creo que algo se me escapa en ese tema la verdad, porque muchos aficionados a los toros consideran una salvajada las peleas de gallos y yo no veo dónde está la diferencia.
Quizás el futuro de los toros sea la desaparición, pero si es así no me parece que el camino sea vía ley sino aumentando la sensibilidad de las personas hacia los animales en general y los toros en particular. Si no hay público no hay espectáculo ni ingresos... y si no hay dinero les aseguro que no hay toros.
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