Olvido, un nombre poco común (sólo me suena que Alaska se llame así) para una situación más rara todavía. Es la concejala de un ayuntamiento de Toledo llamado Los Yébenes, que tras enviar un vídeo erótico a un amigo ha visto cómo se difundía ampliamente en Internet y a través de Whatsapp, sacando sus vergüenzas al ruedo de lo público.
Ahora el debate, morboso donde los haya, se centra en por qué la moza, que está casada y con hijos, le ha mandado el vídeo a un “amigo” (de muy buen ver, por cierto), un tal Carlos Sánchez Ramírez, futbolista local y único imputado por la difusión del puñetero vídeo.
Por supuesto, en este país maniqueo, ha faltado tiempo para que se liara parda y se dividieran en bandos los defensores de la moral pública y los de la libertad individual. Unos acusan a la chica de guarra (lo dicen de otra manera, unos mejor, otros peor, pero viene a ser lo que dicen) y otros afirman que es irrelevante lo que haga en su vida privada para su función pública.
La concejala, que había presentado su dimisión, ante la avalancha de apoyos que ha recibido entre los que destaca el de Esperanza Aguirre, ha reconsiderado su decisión y se mantiene en la concejalía.
Hasta que se aclaren un poco las cosas y se despeje la nube de tontería que al alrededor del tema, mi opinión provisional es que esta señora no sólo ha de dimitir, sino que la fiscalía debería tomar cartas en el asunto y estudiar si ha cometido un delito.
Por supuesto no hablo del vídeo. Es muy libre de hacer lo que le venga en gana, y estoy firmemente convencido de que el hecho de masturbarse no es nada malo, y grabar en vídeo algo que no es malo, por extensión tampoco puede serlo. En cuanto a enviarlo al amiguete, allá se entienda ella con su familia que será quien le tenga que pedir explicaciones, es un asunto privado de la intimidad de su casa. El hecho de ser concejala no implica que una persona no pueda darse una alegría y compartirla con su amigo el futbolista, y si sus votantes lo ven mal que se lo hagan saber (por favor, con educación, que no ha matado a nadie) y que obre en consecuencia, pero eso es cuestión de política interna.
Dicho todo esto, les puede sorprender que yo piense que ha de dimitir y que hay que estudiar la posible comisión de un delito. Verán, la primera reacción de esta chica fue acusar al alcalde de Los Yébenes, por supuesto del PP, de difundir el vídeo. Lo dijo a la cadena SER (recuerden, es concejala del PSOE, no iba a hablar con la COPE) y se quedó tan ancha. Es decir, que ella coge su teléfono móvil, se graba masturbándose, lo manda a un futbolista local, el vídeo aparece por medio Toledo... y la culpa es del alcalde, así, presuntamente. Eso es un delito de calumnias como un castillo.
He defendido reiteradamente en este blog que la presunción de inocencia es el mayor de los derechos que existen en un estado presuntamente democrático como el nuestro. Eso incluye a los acusados tanto en su papel de víctimas como en el de acusadores. Uno no puede decir lo primero que se le pase por la cabeza cuando se ve en un apuro, o no al menos sin retractarse y pedir perdón (si quieren hablamos el lunes de lo de Espe y los arquitectos, que hoy se me ha ido con este tema), y mucho menos acusar alegremente al enemigo político de ser el culpable de sus males, cuando encima los ha causado uno mismo.
Defiendo la libertad de esta mujer de hacer lo que le venga en gana con su... intimidad, pero no me parece bien que intente sacar provecho político por salir del paso. Se le ha calentado la boca y ha lanzado veneno contra el alcalde, mientras que el imputado es otra persona. Si el alcalde ha tenido algo que ver, que lo denuncie y que la justicia le de su merecido, pero hombre, si le has mandado el vídeo a un amigo parece que el primer sospechoso debería ser ese, ¿no creen?
En este cochino mundo ya saben que hasta la víctima intenta sacar tajada. Deberíamos pensar qué demonios estamos haciendo.
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