viernes, 9 de agosto de 2013

¿Existe la seguridad absoluta?

Una vez más, asistimos a un claro ejemplo de lo que viene a ser “salir el tiro por la culata”, expresión que refleja fielmente lo que en varias ocasiones hemos comentado ya aquí. La rápida campaña de exculpación del maquinista, cosa tan incomprensible como la igualmente rápida campaña de inculpación, probablemente se vuelva contra quienes la instigaron por motivos tan asquerosos como la política con minúsculas, la que utiliza cualquier desgracia para dar palos al adversario.

Porque verán, aquí sólo puede haber dos líneas argumentales:

Línea 1, la culpabilidad del maquinista.- El tren es moderno, está revisado y las vías están en perfecto estado de revista, pero el maquinista se despista y va a más velocidad de la autorizada en ese tramo (179 kilómetros hora en un tramo marcado a 80).

Línea 2, la culpabilidad conjunta.- Además de lo anterior, hay que añadir que el sistema de seguridad instalado en ese tramo no es el más moderno sino otro convencional que no frena automáticamente.

Utilizando la línea argumental 2, algunos intentaron en un primer momento culpabilizar al gobierno de Rajoy (imaginen quién disparaba contra ellos) por esa instalación, pero hete aquí que ese cambio de AVE a convencional lo decidió el “superministro” José Blanco, el “gallego entre los gallegos”.

Es muy tentador, aunque sólo sea para dar a probar su propia medicina a algunos, seguir esa línea de argumentos y disparar contra el PSOE, pero eso rebajaría esta discusión a una riña de críos en que unos y otros demostrarían poca seriedad. Blanco ya quedó bastante escarmentado sobre la presunción de inocencia como para que ahora le vayamos con otra lección. Al menos él, hasta donde yo sé, ha tenido la decencia (o la buena memoria) de callarse respecto a este tema.

La razón para no hacer eso, utilizar ese tipo de argumentos, es que me revuelve el estómago la gentuza que utiliza esta desgracia para hacer política, y que subidos al podio de "la verdad" promulgan que ellos saben quién es el responsable y que son una mejor alternativa. Es asqueroso.


Volvamos a la senda del debate serio y hagamos una analogía para explicar qué línea argumental parece más lógica. Imaginen que un autobús no tiene frenos ABS. El conductor, que circula a 120 por una zona de 50, se despista y se sale de la carretera llevándose por delante a un indeterminado número de pasajeros. Supongo que ahí nadie dudaría de la culpabilidad del conductor, ya que es el responsable de saber qué autobús conduce, por dónde lo conduce y en qué condiciones.

Pues aquí, en mi opinión, sucede lo mismo. Si el maquinista sabe que su tren no lleva el sistema ese de marras, deberá extremar la precaución, parece lo lógico, y en cualquier caso no superar el doble de la velocidad permitida en el tramo.

¿Dónde está la diferencia? Que los autobuses son privados, y no se puede culpabilizar al gobierno de las desgracias que pasen en ellos, mientras que en el tren es más sencillo cargar contra el Ministerio para ver si se arañan unos votos. Repugnante.

La decisión que tomó en su día el Ministerio de Fomento de José Blanco estaba avalada por los técnicos y, aunque esa expresión sirve para ocultar cualquier pecado o disfrazar una opinión de objetiva, tenemos que dar por sentado que no lo hicieron a mala leche.

Las normas no siempre son suficientes, es obvio. Cuando pasa algo así, cosas que antes aparentaban ser seguras se revelan como inseguras. Por ejemplo, cuando se hundió el Titanic se cambiaron las normas de navegación para aumentar la seguridad de los barcos porque el malogrado mastodonte cumplía las normas vigentes en el momento de su botadura.

Ahora Fomento va a tomar un montón de medidas, imagino, para evitar que esto vuelva a suceder. Bienvenidas sean, pero les tengo que dar una mala noticia: los accidentes ocurren y es imposible garantizar que dejen de existir, por eso se llaman accidentes.

Obviamente que nadie interprete esto como una justificación de relajar las normas, sino todo lo contrario. Ser conscientes de nuestra fragilidad y de la posibilidad de errar ha de hacernos ser más exigentes a la hora de prevenir. No se trata de "pues hala, que no se haga nada que total nos vamos a matar igual", no, no igual, pero sí hay que ser conscientes de que siempre es posible que falle algo.

El hombre ha lanzado naves al espacio que están llegando a los confines del sistema solar, pero incluso nuestros más modernos inventos, los transbordadores espaciales, han explotado. Nunca se podrá garantizar la absoluta seguridad de nada, porque somos humanos, porque aunque no haya errores personales siempre puede haber una circunstancia fortuita, un fallo técnico o un imprevisto. Es el tributo de la condición humana. Somos mortales e imperfectos, y como tales estamos sujetos a la imperfección de los demás. Es lo que hay.

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