“La política da asco” es una de las frases más repetidas junto a “todos son iguales”. Normalmente esto último lo suelen decir más los simpatizantes de partidos de izquierdas cuando les va mal en las encuestas o en las urnas, porque no son capaces de asumir que la derecha gane unas elecciones si no es por hartazgo de las dudosas políticas del contrincante. Y tienen razón, he de decir. Ningún partido gana las elecciones desde la oposición si el gobierno lo está haciendo bien, pero funciona en las dos direcciones. En el 2003, si no hubiera sido por la mala imagen que el Gobierno de Aznar dio tras los atentados del 11M es obvio que Zapatero no habría ganado ni de lejos.
En política hay de todo, como en todas partes. Hay magníficos políticos que tienen una vocación de servicio público indiscutible y que se ven ensombrecidos por Faisanes, Gürteles, Filesas, Cariocas, Campeones y demás procesos judiciales y socialmente condenados, y es una pena. Es muy duro estar en política luchando por tu ciudad, tu comunidad o tu país y que te metan en el mismo saco que a esa panda de mangantes.
Ayer defendía al pequeño empresario frente a la teoría de la conspiración que los junta a la banca en un malvado plan para dominar el mundo. Hoy le toca al pequeño político, ese que está lejos de las grandes trazas de los partidos aunque pertenezca a uno de ellos, me da igual a cual. Es cierto que todos son iguales en algo: en toda agrupación hay chorizos y decentes, santos y demonios, chupópteros y demócratas de verdad. Cuando se destapa un caso de corrupción de un grupo político siempre saltan los demás partidos diciendo “tú más”, cuando realmente hay que asumir que en todas partes cuecen habas. Pero no es que la maquinaria del partido en sí ponga el agua a hervir, es que tienen que interiorizar que ninguna organización está a salvo de trepas y caraduras.
Ahora que las cosas van bien para el PP se le van a pegar todos los buitres que en el mundo son. Esa gente que tiene gran olfato para el éxito y el negocio, y además de una gran desvergüenza, una habilidad innata para subirse al carro del vencedor. La Administración, por suerte, dispone de mecanismos para evitar a esta gentuza, sólo se trata de usarlos correctamente.
¿Todos son iguales? También hay cabrones entre los panaderos, taxistas, profesores, funcionarios, curas, enfermeros, notarios, trapecistas y barrenderos. Hay gente mala por todas partes, en todos los colectivos, que hace todo el daño que puede e intenta subir a base de tirar al de su lado. No es algo propio de la política, e incluso niego la mayor de que este mundo atraiga más a esa gente, porque también atrae a muchas personas decentes que sólo quieren lo mejor para sus vecinos.
Todo esto suena a autodefensa, quizás porque lo es. Me ofende que a quienes nos atrae la política se nos asocien automáticamente intereses oscuros. A mi siempre me ha gustado la política local, y me gustaría mucho formar parte de la Corporación que decide el futuro de mi municipio, y no porque vaya a conseguir comisiones o contratos, sino porque es algo vocacional. Incluso si no se cobrara me gustaría estar ahí, porque parto de la base de que ayudar a mi Ayuntamiento es ayudarme a mi mismo, a crear una ciudad mejor en la que vivo día a día. Creo que puede haber pocas experiencias más reconfortantes que la de sentir que has ayudado a tus vecinos.
La política no da asco, dan asco algunos políticos, que no es lo mismo.
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