Los seres humanos somos como lobos, sólo que más egoístas: “homo homini lupus” y todo eso. Esta mañana al llegar al trabajo me encontré con algunos compañeros, en el pleno sentido de la palabra (sindicalistas, vamos) acampados dentro del edificio de la Xunta protestando por las medidas que se toman “contra los servicios públicos” por parte del gobierno de Feijoo. Ya hemos hablado de esto, pero vamos a insistir porque el tema está de rabiosa actualidad y a ver si le damos una vuelta.
No sé si conocen ustedes algún funcionario de la Xunta, supongo que muchos sí (yo mismo, por ejemplo), pero si hablan con alguno de mis compañeros les dirán que es indignante el trato que se da a los trabajadores públicos por parte de Feijoo y que es un ataque al bien común que suponen los servicios públicos. Hagan un experimento: pregunten a un trabajador de la Xunta por los funcionarios del Ayuntamiento o de la Diputación y verán un cambio de actitud: “ah, eso es diferente, esos son unos privilegiados”.
Los funcionarios, como cualquier colectivo humano, tenemos divisiones internas, incluso clases. No es lo mismo el funcionario tramitador, el que mueve papelotes de un sitio a otro por mil euros pelados al mes que el gran jefe que cobra el triple por lo menos. No es lo mismo el de la Xunta, que tiene sus condiciones laborales ventajosas, que el del Ayuntamiento o la Diputación que son auténticos marqueses con plaza fija. No es lo mismo el funcionario de hospital que tiene turnos nocturnos y guardias que el maestro que trabaja efectivamente dos o tres horas al día. No me entiendan mal, no estoy criticando a nadie de esos colectivos, lo que quiero es que se vea que hay muchas clases de funcionarios.
Tampoco es lo mismo el funcionario de carrera que el interino, o el laboral fijo que el temporal o el personal eventual. Son los cinco tipos de trabajadores al servicio de la administración que nos podemos encontrar. Incluso ahí hay muchas diferencia ya que de esos cinco tipos sólo el funcionario de carrera no puede ser despedido, los demás sí.
Como casi todo en esta vida se trata de puntos de vista. Para un funcionario de grupo A con trienios y que esté en un buen puesto lo normal es levantarse dos o tres mil euros al mes, mientras que para los del grupo D llegar a mil ya es un record. Evidentemente no es lo mismo rebajar un tercio a uno que a otro. Tampoco es lo mismo reducir tres días de libre disposición (los llamados “moscosos" que, aunque casi nadie lo sabe, también los tienen los trabajadores de las empresas privadas aunque no los usen) si tienes 9 que si tienes 18 (por antigüedad te dan más días, lo que tampoco tienen mucho sentido, la verdad), o si tu administración te regala días extra en Navidad o Semana Santa como ocurre en Ayuntamientos y Diputaciones.
Pero en el peor de los casos, para aquellos funcionarios de a pie que cobramos sobre mil euros y que “sólo” tenemos un mes de vacaciones más seis moscosos, y un puesto de trabajo garantizado, tenemos que reconocer que la estabilidad laboral que disfrutamos es lo que hace que se agolpen miles de personas en cada convocatoria a oposiciones de funcionario. La percepción de que los funcionarios de administración local son unos privilegiados desde el punto de vista de los de la Xunta es similar a la percepción de que estos últimos son unos privilegiados desde el punto de vista del que trabaja en la privada o, más aún, del que está en el paro. Cualquier funcionario es un privilegiado por el mero hecho de contar con un sueldo fijo, siempre que los recortes no se ceben en las nóminas y nos bajen a niveles de salario mínimo, que todo se andará.
Ese privilegio, sin embargo, tampoco puede servir como excusa para que seamos el pim, pam, pum de todas las críticas, recortes e injusticias, pero sí hay que ser conscientes de que, con la que está cayendo, la tranquilidad de poder pagar la hipoteca y los recibos es un lujo que más de cinco millones de personas en este país no tienen. Quejarse sí, pero sin exagerar, que las cosas no están para apretar demasiado a nadie.
Cuando encuentres a un maestro que trabaje dos o tres horas al día, publica su nombre. Ya está bien de insidias.
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