lunes, 17 de febrero de 2014

Sonrisas y lágrimas

El sábado por fin conseguí ir a ver a Noemi Mazoy en su papelón de madre abadesa en “Sonrisas y Lágrimas” en Oviedo, donde estuvo unos pocos días de esta semana que terminó ayer. Sólo del 13 al 16 si mal no recuerdo, son los días que los asturianos pudieron disfrutar de este espectáculo, y los gallegos del nordeste gracias a la impresionante autovía que se inauguró recientemente.


Por empezar por el final les diré únicamente que la autovía debería ser publicitada como una atracción turística en sí misma porque los paisajes y las vistas son dignas de un folleto. De hecho el único fallo que le he visto es que no hay en todo su trayecto ningún área de descanso con mirador incluido y la verdad es que en la zona de Mondoñedo bien se merecía algo de este tipo. Lugo-Oviedo son ahora dos horas y algo, pongan dos horas y cuarto. No se lo puedo decir exactamente porque en vez de hacer el recorrido de una tacada paramos a comer en Cudillero (muy recomendable, por cierto).

Respecto al musical, qué quieren que les diga… Sonrisas y lágrimas fue en su día la película más taquillera de la historia (se cuenta que en un pueblo de Estados Unidos se vendieron más entradas para ver la peli en el cine que habitantes había en la localidad), y como musical también fue de mayor éxito del mundo tras 52 años, 6 premios Tonys y 45 millones de espectadores, que se dice pronto.

El espectáculo que vi en Oviedo, en el teatro Campoamor (al que le tengo cariño porque es donde vi mi primera ópera) está a la altura de esa fama. Un montaje sencillo pero efectivo en un marco incomparable, unas canciones conocidas por todos (menos dos que se meten a mayores porque obviamente no es lo mismo el teatro que el cine) y un reparto excelente en el que destacan los dos protagonistas y, sobre todo, la madre abadesa encarnada por Noemi Mazoy. Y no me pierde la amistad, los comentarios que escuché en el descanso iban por ahí (sí, lo reconozco, puse la oreja descaradamente cuando oía algo sobre ella).

Para que esto no parezca un anuncio de la empresa productora, les voy a poner un “pero”, aunque no se debe tanto al montaje como a la época que vivimos y la economía. Se me hace dificilísimo tragar que una orquesta esté compuesta por cuatro teclados y otros tantos ordenadores portátiles. Los únicos músicos “reales” que había (que me perdonen los de los teclados) era una chica que tocaba el violín y otro que tocaba la batería. El resto portátiles. Una imagen un poco triste.

Vale que con cinco o seis personas solucionan la orquestación de una obra que en condiciones normales a lo mejor necesita treinta, pero qué quieren que les diga, es un poco absurdo ver al director de pajarita y al resto de músicos en plan pasar de todo. De hecho había quien estaba leyendo con su Kindle cuando no le tocaba entrar, o con el whatsapp.

En cualquier caso, dejando al margen eso, todo fue estupendamente, el viaje a Oviedo fantástico y su enorme zona peatonal muy recomendable. El paseo también sirvió para terminar bien una semana que se había torcido un poco el jueves por temas de salud. Ya recuperado, gracias.

Si les coincide ver este musical, no se lo pierdan.

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