La lio Umberto Eco hace unos días al decir que la universidad ha de ser elitista. Es la típica declaración que si no viene seguida de una larga y sesuda explicación te hace quedar como un snob, que como deberían ustedes saber, y si no ya estoy yo aquí para informarles, es una abreviatura inglesa (s.nob.) que significa “sine nobilitate”, es decir, sin nobleza.
No sé en qué sentido dijo lo que dijo el señor Eco, y me da pereza leer la conferencia completa. Si han leído ustedes “El nombre de la rosa” se habrán percatado de que este señor dice con miles de palabras lo que se puede resumir en unas pocas frases. Debe de ser una de las pocas obras que mejora notablemente con la película. Además, un libro que está escrito en una parte considerable en latín sin que se molesten en incluir la traducción al idioma que uno pretendía leer es un signo, como poco, de pedantería.
Pero aun así, le tengo que dar la razón al señor Umberto Eco, siempre y cuando lo haya dicho por lo que yo quiero imaginar que lo ha dicho. La universidad ha de ser elitista sin lugar a dudas. El otro día leyendo comentarios sobre el tema en La Voz de Galicia la gente se echaba las manos a la cabeza cuando leía esto, pero porque tenemos la tonta manía de llevar todo al campo económico. Si a veces damos asco.
Personalmente estoy convencido de que no todo el mundo debería poder estudiar una carrera, y que es fundamental que en este país las profesiones que no son de cuello blanco también sean reivindicadas como algo digno. No sé ahora cómo están las cosas entre los adolescentes, pero en mi época de estudiante la universidad era la salida “natural” desde COU y a la gente que hacía algo tipo F.P. casi se les miraba mal. Yo ahí, quizás porque pasé antes de eso por el trago de trabajar un poco (recuerden la historia del mono azul, aunque tampoco me voy a hacer aquí el niño explotado, que no es eso), no le daba mayor importancia a elegir una u otra salida.
Ahora bien, ¿el elitismo ha de ser económico? Rotundamente no. Es una obviedad que la universidad tendría que elegir a sus alumnos siguiendo criterios exclusivamente académicos y, una vez realizada la lista de admitidos siguiendo ese baremo, evaluar la economía de cada cual y, si resulta que el aspirante no tiene medios, proporcionárselos. La universidad ha de ser el centro de estudios de los mejores, no de los más pudientes, así que no me vengan con que el elitismo que yo defiendo es de pijos, porque nada más lejos.
Por supuesto mi plan crea dos inconvenientes evidentes. El primero es decidir qué hacemos con las universidades privadas. Si dejamos abierta la puerta a que estas empresas, que es lo que son, admitan a la gente a las carreras que imparten con libertad entonces sí crearíamos una coladera para niños tontos hijos de gente rica. Lo contrario, ponerles trabas en ese sentido, rechina duramente con mi convicción liberal… dura confrontación entre principios…
Facultad de Ciencias Políticas de Santiago, donde lo pasé como un enano |
Se me ocurre, sin darle muchas vueltas, una solución intermedia: instaurar una prueba general para cada grado (me gustaba más cuando se llamaban licenciaturas) para poder obtener el título si estudias en la privada. Es lo que tiene el sector público, que tienes la sartén por el mango al redactar tú las normas, pero tiene su lógica. Obviamente las universidades públicas ya cumplirían el mínimo requerido, ya que son las que marcan la pauta, con lo que en las privadas sería de sentido común que, para poder equiparar el título, sus estudiantes demostraran los conocimientos que se adquieren en la otra. Es una posibilidad.
El otro problema es que si los críos vienen de colegios privados es muy común pensar que se les van a inflar las notas para colarlos en la universidad que quieran. Bueno, eso es tan sencillo como hacer un examen de ingreso, y ya está. ¿Es duro? Por supuesto, pero también lo son las oposiciones y nadie pone en duda su idoneidad para la selección de personal público.
Lo que está claro, en mi modesta opinión, es que no tiene sentido que cualquiera, por zote que sea, tenga libre acceso a unos estudios que nos cuestan una pasta como colectivo (no creerán que con la matrícula se paga todo el curso, ¿verdad?). Hay que poner un límite y me parece inaceptable que esa barrera sea económica.
A la universidad, los mejores. Di tú que yo probablemente no habría podido poner un pie en Santiago si hubieran seguido mi propio criterio, pero las convicciones no siempre tienen que estar de acuerdo con lo que a uno le interesa.
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