Por publicidad que no quede... |
Como no podía ser menos se ha liado parda con la fiesta que tendrá lugar el próximo 3 de febrero y que incluirá striptease de chicos y chicas. Es un tema de universitarios, con “ruleta erótica” y “lluvia de condones” según recogía la Voz de Galicia. “Fiesta kanalla”creo que le llaman al tema. Era evidente que saltarían, ya tardaban, los puritanos de boquilla a decir que es un despropósito, una bajeza moral y no sé cuántas cosas más... y yo, desde mi falta de inocencia, qué quieren que les diga, no le veo nada de malo.
Convertir el sexo en pecado es probablemente el más estúpido de los errores de la religión. Esa obsesión con lo que hace cada uno en la intimidad de su dormitorio es tan enfermiza que siempre me ha parecido sospechosa. De hecho no es infrecuente ver que los grandes líderes de los movimientos que pretenden, en nombre del dios de turno, obligar a los demás a hacer lo que les viene en gana a los vociferantes, son sorprendidos practicando lo que condenaban pública y vehementemente.
Si partimos de la base de que los destinatarios de la fiesta son universitarios, pretender que el sexo sea ajeno a sus vidas es como intentar que las ballenas se muevan en autobús: una chorrada. La adolescencia está innegablemente vinculada al despertar de los sentidos, el descubrimiento de las sensaciones, o como les apetezca llamar a lo que viene a ser uno de los actos más naturales de la vida. Intentar negarlo es querer ponerle puertas al campo.
Personalmente creo que el enfoque ha de ser otro, desdramatizando el asunto, vinculándolo a la afectividad, informando debidamente sobre las necesarias precauciones a tomar, aclarando bien el tema de las enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados y demás cuestiones inextricablemente vinculadas al sexo, pero no negando su realidad.
Después de todo, los niños no vienen de París.
Convertir el sexo en pecado es probablemente el más estúpido de los errores de la religión. Esa obsesión con lo que hace cada uno en la intimidad de su dormitorio es tan enfermiza que siempre me ha parecido sospechosa. De hecho no es infrecuente ver que los grandes líderes de los movimientos que pretenden, en nombre del dios de turno, obligar a los demás a hacer lo que les viene en gana a los vociferantes, son sorprendidos practicando lo que condenaban pública y vehementemente.
Si partimos de la base de que los destinatarios de la fiesta son universitarios, pretender que el sexo sea ajeno a sus vidas es como intentar que las ballenas se muevan en autobús: una chorrada. La adolescencia está innegablemente vinculada al despertar de los sentidos, el descubrimiento de las sensaciones, o como les apetezca llamar a lo que viene a ser uno de los actos más naturales de la vida. Intentar negarlo es querer ponerle puertas al campo.
Personalmente creo que el enfoque ha de ser otro, desdramatizando el asunto, vinculándolo a la afectividad, informando debidamente sobre las necesarias precauciones a tomar, aclarando bien el tema de las enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados y demás cuestiones inextricablemente vinculadas al sexo, pero no negando su realidad.
Después de todo, los niños no vienen de París.
Artículo publicado en La Voz de Galicia de hoy
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