Darío Campos y José Tomé, compañeros y rivales por la Presidencia de la Diputación. Fotos: El Progreso |
De lo que pasa en el seno del PSOE provincial tenemos que estar todos pendientes porque no es una cuestión meramente interna, sino que nos afecta al conjunto de los ciudadanos, como ya se demostró con el sainete que se montó con el novelón por entregas de Martínez y compañía. Ahora le toca a Tomé, si bien es harto improbable que se repitan las bochornosas situaciones que se vivieron durante el mandato anterior porque algo habrán aprendido, esperemos.
Es increíble lo que nos pueden afectar las simpatías y antipatías entre compañeros de partido. Si durante el cuatrienio 2015-2019 estuvimos pendientes del descarado reparto de poder tras una moción de censura (que no tenía nada que ver con censurar a la presidenta, Elena Candia, sino con un indigno baile de sillas que duró lo que duró) en este nuevo periodo la lucha no será entre un diputado díscolo y su formación, sino entre facciones del mismo grupo, que no sé qué será peor. El PSOE vive una guerra interna más o menos disimulada. Que Tomé y Campos apenas se saluden en un acto público es llamativo, sobre todo porque si no son capaces de mantener las formas es que la cosa está peor de lo que parecía.
Siempre se dice que cuando pintan bastos es cuando surgen las “corrientes internas” y los “ya decía yo que así no íbamos a ninguna parte”, pero también en la victoria hay quienes quieren ajustar cuentas o reclamar su porción de tarta, derivada de algo tan prosaico como haber acertado la quiniela interna y haber apostado por el líder que luego ganó dentro de la casa, lo que te hace pasar del pleno municipal al del Congreso de los Diputados en un periquete, con la diferencia salarial que ello implica independientemente de algo tan poco relevante como tu capacidad personal.
Los partidarios de Caballero (el sobrinísimo del todopoderoso alcalde de Vigo) pretenden pasar por la plancha (entiéndase en plan barco pirata) a los que osaron apoyar a los otros aspirantes a dirigir el cotarro a nivel autonómico, practicando esa venganza cocida a fuego lento que tanto gusta en los partidos políticos. El llamado “besteirismo” sigue sobreviviendo gracias a que los resultados electorales no les son de todo negativos, aunque tampoco son del toto positivos. Gobernarán, que es lo único que importa, al precio que sea y con quien sea, porque solo mandar les permite llegar a fin de meses, cosa cada vez más complicada porque ir a peor no es sencillo para nadie.
¿Qué va a pasar en la Diputación? ¿Repetirá Darío Campos como Presidente o habrá cambio interno ordenado por el aparato autonómico del partido? ¿El BNG aceptará sin rechistar a quien le pongan? Sí, claro que sí, esto último es lo más obvio, hay mucha gente a la que colocar.
No piensen que esto es exclusivo del PSOE, pasa en cada partido. En el PP la purga fue de los cargos del “marianismo”, a pesar de que los hechos han demostrado que Casado no era el mirlo blanco que creían elegir sino un aprendiz de Aznar que va dando bandazos a golpe de encuesta, que ya es triste. En todas partes cuecen habas. Solo que cuando gobiernan, las habas son las nuestras.
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