miércoles, 3 de noviembre de 2021

Gallego lapidario

Cementerio de San Froilán. Foto: web municipal

El Ayuntamiento de Lugo va a conceder subvenciones de 200 euros para poner las lápidas del cementerio en gallego… ¡y la que se ha liado!...

Cuando les digo que el Covid, además de a mucha gente, se ha llevado por delante nuestra salud mental colectiva me refiero a estas cosas… no tenemos ya la menor tolerancia con nada, y a la mínima saltamos como hidras de siete cabezas por cosas que, en realidad, no tienen la menor importancia. Ésta es una de ellas.

Que el Ayuntamiento destine 10.000 euros, que es el presupuesto de la iniciativa, a esta promoción del gallego es algo prácticamente irrelevante. Del presupuesto municipal se gastan millones de euros en chorradas (las bañeras colectivas, el edificio de madera que no tiene uso previsto que se sepa, la pasarela que arranca en una isleta de una carretera nacional, las indemnizaciones multimillonarias de la fábrica de la luz, la planta de generación energética que consumía en vez de generar…) y no pasa absolutamente nada. Ni una dimisión, ni un escándalo… nada de nada, nuestros bienamados líderes siguen cobrando sus nóminas y los “técnicos” que informan esas barbaridades continúan informando otras nuevas sin la menor consecuencia. La gente sigue tranquila en sus quehaceres por temas que deberían hacerles hervir la sangre, pero se destina una mínima fracción del dinero despilfarrado a esto y se arma la de Sanquintín.

Qué quieren que les diga, esa maldita guerra de fondo con el idioma en Galicia, esa lucha eterna de tirios y troyanos, se me antoja desfasada. La exageración, el victimismo y la costumbre de comportarnos como si Franco hubiera muerto el martes pasado y no hace casi medio siglo no busca otra cosa que lo que está logrando: la confrontación, el ruido y, en última instancia, el voto.

Si el BNG quiere usar su poder en el Gobierno local para esto, qué quieren que les diga, me parece muy bien, siempre y cuando no sea obligatorio poner la lápida en el idioma que a ellos les apetezca. Que promocionen la traducción de lápidas me parece razonable y proporcional, porque habrá gente que no pudo ponerlas en el idioma que quería en su momento y ahora a lo mejor se anima a hacerlo. Nada que objetar.

El problema en estas cosas no suele ser la medida en sí, sino el trasfondo. ¿Por qué me subvencionan la lápida en gallego y no en castellano? Pues porque es el BNG quien lo hace y el PSOE quien lo consiente sin abrir la boca (la moqueta es la moqueta), y los que le votaron supongo que sabían que lo hacían para estas cosas, así que oigan, mientras no afecte a mi derecho en ponerla en el idioma que me venga en gana, que den esa ayuda me parece bien.

Otra cosa es un asunto ajeno a esto, que calienta los ánimos: la imposición de un idioma sobre otro desde la administración. Es un hecho innegable, que va mucho más allá de la promoción que implica esta acertada medida (acertada, repito por no ser obligatoria), que hay ámbitos en que se hace obligatorio un idioma u otro y eso no es normal, pero pasa. Es un disparate imponer el castellano, pero es otro del mismo calibre imponer el gallego. Incluso esto último quizá sea peor porque lo hacen quienes afirman haber sufrido “persecución” por usar una lengua y se pasan de frenada, lo que vemos habitualmente. Resulta que quienes “exigen” que los demás utilicen sus nombres en gallego tienen la mala costumbre de traducir los del resto. Por ejemplo, Rubén Arroxo se cambió el nombre y, aunque yo mismo cometí el error de meterme con él por eso (lo que, insisto, fue una equivocación) es lógico usar el que él desea. Pero lo gracioso del tema es que quien exige ese respeto (con razón) al presidente de la Xunta le llama “Feixoo” porque “yo tengo razón en galleguizar su nombre porque me lo ha dicho Dios”. Ese es el problema, el de la “verdad absoluta” y la aplicación de la ley del embudo. Como el pobre Juan Montes, al que han rebautizado como “Xoan” porque sí, porque les ha dado la gana.

Todo se politiza. Hay mucha gente que come de azuzar persecuciones fantasma, pero se lo consentimos día a día. No creo que nadie tenga ningún problema en estas fechas para desarrollar su vida en gallego o en castellano, salvo que dé con el típico cabezota (que los hay de ambas facciones) que se emperra e imponer sus derechos y deseos sobre los de los demás. El rollo de “si le hablo en castellano es de mala educación que me conteste en gallego” funciona exactamente igual al revés, pero lo veo reducido a los talibanes que no sólo quieren tener derecho de usar su idioma preferido (algo lógico y normal) sino que pretenden imponer a los demás su uso (algo menos lógico y desde luego nada normal). El problema está ahí, en la imposición.

Echo de menos los tiempos en que el idioma no era un arma arrojadiza. Ahora parece que si hablas castellano votas a VOX y que si lo haces en gallego tienes que ser nacionalista. Pues no, para nada. Cada uno habla en lo que le da la real gana sin tener más trasfondo que el de expresarse como le apetece. Sin más. Dejemos de politizar absolutamente todo, por favor.

En todo caso, volviendo al principio, la iniciativa de subvencionar el cambio de idioma en las lápidas no me parece mal. Es algo voluntario: el que quiera lo hará y el que no quiera no. Sin más.

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