Las oficinas bancarias son cada vez más frías y poco acogedoras. Supongo que intencionadamente. |
A veces el sentido del humor nos juega malas pasadas, sobre
todo si lo ejercemos en momentos poco oportunos. Hace un par de días tuve que
ir a la oficina de San Marcos del Banco Santander, y mientras esperaba
(bastante) a que me atendieran en una oficina casi desierta, me hacía compañía una
señora mayor que también estaba allí para sus gestiones.
Ella iba delante de mí así que la atendieron en primer
lugar. Cuando terminó de hacer sus trámites le dijo al cajero algo que no
escuché y éste le contestó amablemente que era mejor que se lo plantease a un
directivo de la oficina que estaba por allí. La señora reiteró su petición y
ahí sí que la escuché. Con toda cortesía le dijo al directivo algo como “deberían
poner aquí algunos asientos o bancos para que la gente mayor nos podamos sentar
mientras esperamos a que nos atiendan”.
Una petición razonable, lógica y coherente. La respuesta fue
tomársela a pitorreo. “No se preocupe, que le deja Fulanito su silla y así no
se cansa”. La señora se quedó igual de pegada que los demás y le dijo “mire,
que es en serio”, “Sí, sí, y lo que le digo yo también, venga Fulanito,
levántate y deja sentar a la señora. Jajaja...”.
Dejando a un lado, si es que es posible, la grosera
contestación y la humillante respuesta a una petición más que lógica, sí es
cierto que las oficinas bancarias cada vez se parecen más a supermercados donde
lo que importa es que la gente circule a toda prisa y no que se sientan
mínimamente cómodos.
No digo que los bancos tengan que seguir con muebles
torneados de madera y sofás de cuero (aunque la verdad es que tenían un encanto
kitsch que se ha perdido) pero de ahí lo de ahora, en que no sabes si vas a
ingresar un cheque o a que te hagan un empaste, media un abismo.
Poner máquinas automáticas para que den los turnos (algo que no es tan sencillo para todo el mundo porque te preguntan cuarenta cosas y te tienen ahí dando a botones como si no hubiera un mañana) también
hace que se asemeje más a la pescadería del Gadis que a una entidad bancaria,
pero lo de no tener dónde esperar sentado, sobre todo cuando cada vez tardan
más en atenderte porque del escasísimo personal sólo una fracción está para dignarse
hablar con el público. Nunca entenderé por qué no ponen a esa gente a trabajar
donde no se les vea, porque es bastante molesto tenerlos allí y que te ignoren
olímpicamente.
En fin, que entiendo que el señor directivo de la oficina
bancaria pensó que hacía una broma sin importancia, y quizá tuviera razón, pero
ni a la señora ni a los demás nos sentó bien sobre todo en un momento en que
está sobre la mesa el debate de cómo se trata a la gente mayor en los bancos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Derecho a réplica:
Se admiten comentarios, sugerencias y críticas. Sólo se pide cierta dosis de ''sentidiño'' y cortesía.