La fábrica de la luz, un lugar perfecto para la playa fluvial pública de Lugo |
Lugo tiene un exceso de espacios públicos y muy poca idea de qué hacer con ellos. Tenemos varios ejemplos, como puede ser el viejo matadero, que ahora quieren colocar a la Protectora (el espacio es claramente insuficiente), el mal llamado Impulso Verde que sólo vale de escaparate para ver lo cuquis que somos, o el MIHL, cuyas instalaciones se caen en pedazos a pesar de que iba a ser un “revulsivo” de la zona.
Pero seguramente no hay edificio más simbólico, desaprovechado y fácilmente reutilizable que la Fábrica de la Luz. Este inmueble, una obra del gran Eloy Maquieira, debería destinarse a algo tan relacionado con su nombre como fabricar luz, pero una metedura de pata importante de nuestro ayuntamiento cerró esa posibilidad porque no renovaron la concesión para poder ahorrarnos unos euros generando electricidad que podría, por ejemplo, abastecer a las inútiles y absurdas Caldas.
En años 90 Joaquín García Díez coordinó con Manuela López Besteiro un taller para rehabilitar el edificio y dejaron una de las dos turbinas funcionando. La otra estaba muy dañada pero se podía sustituir. Pero no, echaron el candado al edificio y tras muchos años y gastos, sigue abandonado pero sin poder generar luz. Por cierto, que la turbina que se compró está en un almacén (pagando alquiler, dicho sea de paso) sin que sepan qué hacer con ella.
Inauguración en 1.999 de las rehabilitadas instalaciones que después Orozco cerró y dejó estropear |
Pero a lo que íbamos. En esa carrera absurda por ser originales, en lugar de destinar el edificio y su entorno al uso más obvio y natural que puede tener, el de la playa fluvial pública de Lugo, se han sacado de la manga nada menos que hacer ¡un centro de enología!
El proyecto ahora es un museo del vino... un sitio muy lógico sí... |
Un museo del vino, en el quinto pino, en una zona natural que lo que pide es una instalación de uso público y lo más plural posible… en un edificio que podría albergar desde una cafetería con restaurante hasta vestuarios y una escuela de piragüismo… Pues no, un museo para el vino, al lado del río. Muy lógico todo.
Esperemos que sea una de esas cosas que se proponen y no se llegan a hacer, porque echamos de menos aquellos tiempos en que los proyectos inútiles se quedaban en meros cantos de sirena para oídos poco críticos.
Lo peor es que puede que lo hagan, y será un nuevo fracaso, como tantos otros en que hemos tirado millones y millones de euros públicos que podrían servir para cubrir las no pocas carencias que tiene la ciudad.
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