El lotero ante los medios el día de autos. Foto: El Progreso |
Si algo le gusta al común de los mortales es un buen cotilleo. Si el rumor es dañino o perjudicial, resulta más atractivo porque se le suma el componente morboso de lo que los alemanes llaman “Schadenfreude”, el disfrute por el mal ajeno. Es uno de los aspectos más tristes y desagradables de la naturaleza humana. Nos interesa más un rumor de que alguien ha hecho algo malo o perverso que el que le otorga un jugoso premio de la lotería o una noticia favorable.
Hoy nos hemos desayunado con la noticia que trae en portada El Progreso, de que han detenido a Guillermo Rodríguez, el lotero que se suponía que había sufrido un atraco en su administración, y al que la policía acusa por su presunta implicación en los hechos junto a otras personas.
Ahora vendrán los “ya lo decía yo” y los “a mí ya me olía mal”, confundiendo la detención de estas personas con una sentencia de culpabilidad. No les digo que sea inocente, que no lo sé, si no que por ahora no es culpable.
La legislación, afortunadamente, tiene como principio general la presunción de inocencia a pesar de que la pena de telediario, es decir, la condena por parte de una opinión pública ávida de sangre y de morbo, no te la quite nadie. Si mañana no se demuestra la culpabilidad de los detenidos dará igual, mucha gente creerá que sí lo es porque si hay algo difícil de demostrar en este mundo es la inocencia.
Quizá piensen ustedes que Guillermo es amigo mío y que por eso lo defiendo. No es el caso. Lo conozco, sí, y durante varios años le he encargado lotería, pero no tengo relación personal con él más allá de los contactos necesarios para ese tema.
Ese conocimiento que tengo de él, por poco profundo que sea, me permite opinar un poco sobre lo que demostró de su carácter conmigo, y tener también una postura sobre ciertas cosas que se dijeron, y se volverán a decir, de su forma de actuar en algunas situaciones.
Una de los indicios por los que mucha gente lo condenó por adelantado fue que había dejado la reja entreabierta y no había cerrado la puerta de acceso a la parte trasera de la administración, descuidos que son tan difíciles de creer que pueden parecer indicios de complicidad. Comprendo que pueda resultar raro, pero les diré que por mi experiencia personal puede tratarse perfectamente del comportamiento de una persona extremadamente confiada, incluso demasiado.
Sobre eso les puedo decir que sin conocerme absolutamente de nada cuando le encargué lotería en gran cantidad me entregó cantidades relevantes de décimos (hablamos de entre 10.000 y 12.000 euros aproximadamente) sin haber realizado todavía la transferencia para el pago ni hacerme firmar ningún tipo de recibí.
A mí me choca, porque en esas cosas intento ser precavido y hasta para jugar a la lotería con los compañeros de trabajo hacemos una fotocopia del décimo que firma el que lo custodia, pero oigan, cada uno es como es.
Con todo esto no estoy abogando contra la culpabilidad de Guillermo, que no tengo ni idea, sino por su presunción de inocencia, que no es lo mismo. A día de hoy es inocente, y si no se consigue probar lo contrario, seguirá siendo inocente. Para mí, si no hay una condena siempre será inocente.
Y ojalá lo sea.
Estimado Luís,
ResponderEliminarHoxe teño que discrepar con vostede.
Estou de acordo con todo o artigo excepto ca última liña, na que di que ogallá sexa inocente.
Así como concordo con todo o anterior (mentres non se probe a culpabilidade é inocente) eu, que nin o coñezo nin o trato, digo que ogallá sexa culpable.
Se é inocente iso implicaría que a Policía Nacional se trabuca gravemente, que a policía xudicial se trabuca gravemente, que se continuou mal a investigación, que as pesquisas foron erróneas e que se empregaron mal tódolos medios policiais implicados; e o caso seguiría pendente de resolver, e o perxuízo ó loteiro sería case irreparable.
Se é culpable, a policía fixo ben o seu traballo. O caso estaría resolto.
Eu prefiro poderme fiar do traballo da policía.