jueves, 6 de junio de 2024

Sólo eran cuatro putas y encima inmigrantes, ¡qué más da!

 

Cientos de miles de folios distribuidos en casi 300 tomos, más de medio millar de testigos, medio centenar de piezas separadas, un escándalo mayúsculo de vejaciones, maltratos, abusos, incluso abortos forzados y condiciones de esclavitud... Todo esto ha quedado en agua de borrajas y se ha saldado con unas pequeñas multas (1.000, 2.000, 3.000 euros...) y penas de cárcel ridículas que harán que seguramente sólo uno de los acusado pise la cárcel, y no porque se considere que no había pruebas o que todos eran inocentes, sino porque 16 años de juicio dan para muchas incidencias que siempre van a favor del reo.

En la prensa Lugo fue durante años la capital de la prostitución y de otros escándalos con los casos Campeón, Pokemon o el de las multas. La que se presumía una ciudad tranquila se reveló como un negro pozo de corrupción y sobres que salieron a la luz por el trabajo de algunos héroes de la policía y la justicia que, dicho sea de paso, recibieron su premio en forma de castigos varios.

Todos los casos quedaron en prácticamente nada y las únicas consecuencias que hubo fueron políticas: la caída de Fernando Blanco o de Orozco, ambas injustas y avaladas por sus propias filas, que en el caso de Orozco en particular fue más sangrante porque en lugar de defender su presunción de inocencia (cosa que en este blog siempre se hizo a pesar de no simpatizar demasiado con su gestión en la alcaldía) pusieron su cabeza en una bandeja de plata para aplacar a los populismos que exigían sangre, aunque fuera de vírgenes, en plan inca. Siempre me llama la atención que el PSOE recuerde las acusaciones contra Besteiro y le eche la culpa a Elena Candia por trasladar un anónimo que le llegó (algo que entiendo que es una obligación incluso legal) pero mire para otro lado cuando se toca el tema de cuando ellos mismos sacrificaron a un inocente Orozco por intereses partidistas. Así se escribe la historia.

Pero a lo que íbamos. Aquí pasó de todo. Policías que en lugar de ayudar a las víctimas las explotaban, otros que hacían la vista gorda a cambio de servicios gratis de las prostitutas, personas "de alta sociedad" que echaron una mano a los delincuentes, mujeres maltratadas y esclavizadas para satisfacción de unos cuantos desgraciados... y, en la práctica, todo ha quedado casi impune gracias en parte a las meteduras de pata y las contradicciones en las investigaciones y la fiscalía.

La fe que muchos tenemos en la justicia se pone a prueba estos días, en que tenemos que hacer un esfuerzo para recordar que tenemos un sistema garantista, en que cualquier dilación indebida, error o situación extraña supone ventajas para los acusados. Filosóficamente es lo correcto, porque no se puede perjudicar a un acusado por los errores de la administración de justicia, pero en casos como el presente a uno se le ponen los pelos como escarpias.

Ver que gentuza que ha abusado, violado, amenazado y sabe dios qué más a otras personas quedará libre y seguirá siendo tratada de usted me pone de mala leche, para qué les voy a engañar, y la sensación de impotencia y de que no hay castigo para los poderosos ya no suena a una frase hecha o a una soflama radical, sino a una triste y palmaria realidad.

Soy un firme defensor de la legalización de la prostitución como una opción más que cualquier persona pueda elegir como profesión, con sus controles sanitarios, su pago de impuestos y la persecución de las redes de trata de personas y demás cuestiones que nadie en su sano juicio puede aprobar. La Carioca nos ha demostrado lo peor de ese mundo, basado principalmente en la desesperación que causa la hipócrita ilegalidad de esa profesión y la consecuencia directa: crear personas sometidas porque su situación es irregular y, encima, se ven presionadas por amenazas e incluso controladas por drogas.

Todo ha sido resuelto con unos tironcitos de orejas. Nadie pagará con condenas, ya no digo ejemplares sino meramente razonables, proporcionales. Nadie tendrá un problema grave que no supere con lo que cuesta un reloj de no tan alta gama como los que regalaban en algunas causas de las mencionadas... Pelillos a la mar, aquí no pasa nada.

Sólo eran cuatro putas, y encima inmigrantes, así que da igual. Miremos para otro lado y sigamos aplaudiendo con las orejas los discursos maximalistas y falsos de cómo se defiende a los vulnerables.

Siento asco.

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