El lunes, en la habitual tertulia que disfruto por las mañanas en RadioVoz, se planteó el tema de la entrada de Besteiro en el Senado. Mi contertulio dijo que no veía que este señor esté preparado para dicho puesto y que le parecía un escándalo que lo enviaran allí para buscarse acomodo hasta que lleguen las elecciones autonómicas.
Senado español |
Estoy de acuerdo con una parte de ese razonamiento pero no con la otra. Besteiro sería un gran senador. Ha sido concejal durante muchos años y presidente de una diputación, y no olvidemos que el Senado es un órgano de representación territorial. Esto quiere decir que el Congreso representa a la ciudadanía y el Senado a los territorios (comunidades autónomas, provincias, municipios…) y la experiencia de alguien como el ya expresidente provincial sería algo valioso que podría aportar mucho en ese campo.
Sin embargo, y a pesar de mi convicción de que su valía para el cargo, estoy de acuerdo con la segunda parte del razonamiento: es un escándalo enviar a Besteiro al Senado. ¿La razón? Que todos sabemos que va a ir allí a votar lo estrictamente necesario y a cobrar un sueldo porque realmente su intención (anunciada) es presentarse a la presidencia de la Xunta de Galicia. Es decir, que no va a trabajar en el Senado sino simplemente a vivir de esa institución. Ahí está el problema en mi opinión.
En España hay muchas cosas que tienen razón de ser pero que se vacían de contenido porque se usan para lo que no debemos. El Senado es un caso claro, una especie de cementerio de elefantes que casi nadie sabe muy bien para qué sirve a pesar de que en otros países es fundamental para entender el sistema político. Aquí no le hemos pillado el tranquillo.
Pero lo mismo ocurre con las diputaciones, las empresas públicas, los consejos asesores (el Consejo de Estado y sus versiones autonómicas, por ejemplo), los defensores del pueblo, las juntas de administración, las cámaras de comercio… Todo ello son organismos lícitos, que por esos mundos de dios funcionan bien y que son útiles a la sociedad. Pero aquí no, porque todo se retuerce y se utiliza torticeramente para lograr intereses espurios, diferentes de lo que se dice en los rimbombantes discursos. Lo realmente útil de todas estas figuras es la capacidad de colocar a los amiguetes, de pagar y generar favores, y salvo honrosas excepciones, de crear una red clientelar de la que estamos todos bastante hartos.
El gran problema es que ven las instituciones como un sitio donde meter en cargos a gente que no da la talla ni de lejos, y que en la privada no cobraría eso ni de coña (porque el mercado no se anda con estas tonterías), y se hace para pagar "favores". Esto hace que lo único que tenemos en vez de seriedad y profesionalidad en la política es una manga de descerebrados que están hundiendo todos los estamentos por los que pasan. Insisto que hay honrosísimas excepciones.
Lo mismo ocurre en otros temas. Por ejemplo, en la rueda de prensa dada por Manuel Martínez para explicar su postura y decir que no se va (lo mismo decía Orozco, así que Elena no te fíes ni un pelo), se ofreció “generosamente” para encabezar una moción de censura para gobernar la Diputación. Aquí alguien no se ha enterado de lo que es la moción de censura, o simplemente es que la usan como un arma arrojadiza como comentábamos antes con las instituciones. Francamente, creía que este señor sería más consecuente con los resultados de sus propios actos.
Verán, se supone que la moción de censura no es un juguete para usar cuando consigues juntar bastantes votos, sino que en teoría se trata de una herramienta para “censurar” a un gobierno. Supongo que el nombre les despistaría y no se lo imaginaban. Es decir, que habrá que esperar a que Elena Candia meta la zueca para poder tener al menos una excusa mínimamente creíble de por qué se le pega la patada. No es el caso, supongo, a 24 horas de su entrada por sorpresa en la Presidencia.
Pero es igual, en realidad es lo de menos. Esto es el juego del poder, de las mayorías, del cambio de cromos, del “yo te doy esta comunidad autónoma y tú me das esta otra”, y encima pretenden colarnos un vulgar asalto al control de los presupuestos (que de eso se trata) diciéndonos que es por conseguir “gobiernos progresistas” o “coaliciones populares”.
¿Nos han visto cara de idiotas? La respuesta me aterra.
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