En estos tiempos confusos del “sálvese quien pueda” y la venganza de última hora es posible que los gobiernos locales en funciones que hay por ahí puedan extralimitarse en sus supuestos poderes. Se ha denunciado algún caso en la provincia de Lugo, sin tener que ir muy lejos.
Pero las normas tampoco es que sean muy claras al respecto. ¿Qué puede hacer y qué no puede hacer un gobierno en funciones? En el central está bastante más claro, porque hay legislación al respecto, pero en cuanto hablamos de ayuntamientos, con la desidia que caracteriza al legislador patrio para todo aquello que no sea mirarse el ombligo administrativamente hablando, se reduce a una mera frase en la que dice (artículo 194.2 de la LOREG) “Una vez finalizado su mandato los miembros de las Corporaciones cesantes continuarán sus funciones solamente para la administración ordinaria hasta la toma de posesión de sus sucesores, en ningún caso podrán adoptar acuerdos para los que legalmente se requiera una mayoría cualificada”. Y búscate la vida.
Por supuesto el quid de la cuestión está en saber qué es la “administración ordinaria” y qué no lo es. Parece lógico que no se paralice la vida de la ciudad en esas semanas que van desde la salida de un gobierno hasta la entrada del siguiente, y se cubre el vacío dejando a los cesantes en el sillón de forma transitoria. Una solución lógica.
Lo que no es tan lógico es que se utilicen esos días para asfaltar el camino del apoderado o el interventor, cambiar las bombillas en las farolas de la calle del que te prestó el coche para el mitin, o adjudicar el contrato al cuñado del concejal de deportes, cosas que cantan mucho pero que es habitual con esa política de tierra quemada que se practica por parte de quienes no saben perder.
En Lugo, sin embargo, hemos asistido a una especie de “gobierno cesante previo”, que es una fórmula novedosa que pasará a los anales de la política local por su creatividad y oportunismo. Ante las altas probabilidades de perder el gobierno de la ciudad, el PSOE, que ahora parece muy digno con el enrocamiento de Orozco, se dedicó en los últimos tiempos a dejar “atado y bien atado” algún contrato con empresas interesadas.
Por ejemplo, sin escarbar demasiado, el mercado romano del Arde Lucus, ese en el que venden peluches de colores chillones y chocolate (elementos típicos de la época bajo imperial, como todo el mundo sabe), tiene bula para los próximos cuatro años, ya que el nuevo gobierno tendrá muy difícil tumbar una adjudicación que se hizo, casualmente, por lo que será la duración de su mandato. Sea Castiñeira o sea otra persona, el nuevo alcalde se ve atado de pies y manos en este asunto… y en algunos más conocidos o desconocidos.
Es una forma más sutil de hacer lo mismo, y de intentar comprometer el futuro de la acción de gobierno de los que vienen detrás, supongo que a cambio de una generosa compensación, que puede ir desde la satisfacción del trabajo bien hecho a primas ilegales, como los futbolistas. Vaya usted a saber, aunque hay que apostar por la decencia y el buen hacer de nuestros mandamases.
Así que ya saben, cuando uno se marcha tiene dos caminos: el de la elegancia de facilitar a quien llega su labor, o la “opción Lugo”, que es intentar dejar a los colegas bien situados por lo que pueda pasar. No sea que no podamos comprar peluches de colores chillones y chocolate en el mercado romano. El Arde Lucus no sería lo mismo.
"O tempora, o mores!"
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